miércoles, diciembre 28, 2005

Empujen que adelgaza

Queridos amigos,

como todos ustedes comprenderán, la asociación Wells & Bea-Murguía hace manar de mi una pulsión irrefrenable por promocionar la cultura y las humanidades. Lo hago por su bien, para que no se me aborreguen, para que me sean listos a la hora de responder a la agresión mediática permanente. Me gustaría convertir este blog, al menos de vez en cuando, en una plataforma cultural y humanística de primer orden, proponiendo lecturas y temas de debate tanto literarios como cinematográficos; poniendo en solfa la historia, la filosofía y el arte, de una manera abierta a todas sus opiniones, amena y, a ser posible, divertida.

Hoy les propongo un libro que compré el otro día en el Caprabo (cling cling, ¡CAJA!). Su autor es Richard Smith, quien creo que no tiene nada que ver ni con los Smith, ni con Robert Smith ni con el Operario Martínez. Sólo es un americano perpetrador de best-sellers de autoayuda, de esos que van directos al meollo, como aquel inolvidable “Cómo montárselo en la noche de bodas"... ¡Que no lo leyeron! ¡Sielos! ¡Corran a su librería que nomás se agota la tirada! (sobre todo tú, Maule, machote, que estás en capilla, como quien dice, y hay que consumar). El bueno de Smith, como decía, nos deleita en esta ocasión con una obrilla muy ligera que lleva por título un preciso upper-cut: “Cómo adelgazar follando” y un sugerente subtítulo, menos imaginativo “Polvos mágicos para siluetas de sílfide”. Está editado por Debolsillo (Cling cling, ¡CAJA!).

Lo mejor fue el careto que puso la chica del Caprabo cuando me lo cobró. Cogió los yogures, los pasó por el lector, CLING; cogió el libro, pero sin fijarse, CLING, lo dejó encima de los yogures; cogió los calabacines, CLING, los fue a dejar encima del libro y de los yogures... Se detuvo... Mudó el semblante. Sin mover un músculo de la cara, miró a derecha e izquierda, dejó los calabacines al lado de los yogures (me gustó que no los pusiera encima porque eso quiere decir que no es partidaria de la censura) e intentó seguir con normalidad su tarea, sin dirigirme la mirada. Entonces, yo le dije:
-- “¿Crees que lo conseguiré?”... Enrollao quesuno.
Y ella respondió, para el cuello de la camisa y sin levantar la vista:
-- “Usted no está gordo”.
Y yo pensé: “Hija mía, vete a Ópticas San Gabino (Cling cling, ¡CAJA!)”.

De este Quijote de la autoayuda les diré que es una Biblia, que ha desplazado a la “Guía de aves de La Moraña” en el puesto de honor "Mi libro de cabezazo" y que su disfrute debe ser sosegado y deleitoso. Sólo les apunto que en la página 126 habla de aquello que les pilla más a mano a la mayoría de ustedes (¡a su edad!): la masturbación. Ya sé que muchos habrán pensado que, con su historial mujeriego, van a quedar obesos de por vida. No se apelotonen en la puerta, damas y caballeros, que las pajillas también adelgazan, “además de ser una alternativa viable a la televisión, las compras y las borracheras, la masturbación es un método rápido y económico para entrar en calor”. Aunque añadiré que, para mi gusto, es una visión un poco limitada, porque ¿quién no se ha ido de compras pedo y ha acabado haciéndose una pera en el baño de una tienda de televisiones?



El capítulo, como todo el libro, se limita a enumerar acciones, posturas y fantasías y su equivalente en consumo de calorías. No doy datos precisos, porque la risa me lo impide, pero, en fin, es un ideal. Lo que yo siempre he dicho: en vez de atiborrarte a yogures con cosas activas, mátate a pajas con las pibas que los anuncian.

Por cierto, Iñaki, ¿cómo dices que has perdido tú tantos kilos? ¡PIRATA! (felicidades que te he llamado un par de veces pero no he podido hablar contigo...)

El sexo, que os tiene cegados... ¿Dónde habré dejado mi bastón?


X.Bea-Murguía