jueves, abril 30, 2009

A follar todos


Queridos amigos,

todo lo que voy a decir sobre Carla Bruni es:

a.- Tampoco es para tanto.
b.- Tiene un mal gusto manifiesto y la prueba viviente es su marido de playmobil, ese Jean Paul Belmondo con asas, pasado por la presa.

¡Qué pesada se ha puesto la peña con la visita de esta mujer! Porque, al final, el marido no ha venido, ¿no? ¡Bah! ¿Y a quién cojones le importa si el mundo está a punto de acabarse por culpa de la Nueva Gripe? El que está contento es Zapatero que ve que, con esto de la gripe porcina, no pierde las Elecciones Europeas: los cadáveres no votan.

Una historia contada y cotejada, que es de esas anécdotas que te llegan por dos sitios distintos y coinciden o se parecen mucho, es ésa del español en el Red Light District de Amsterdam, ataviado con la indicada camiseta de la selección de fútbol, cantando

"A follar, a follar
que el mundo se va a acabar".

Me encanta la cancioncilla. Cuando ruge la pandemia desde la portada de todos los periódicos, es un consejo enormemente útil. La gente está pirada, pero me preocupa la irresponsabilidad de aquellos que han extendido esta histeria absoluta, que se contagia más rápido que el virus, y que no es nueva, que se repite año a año por mutaciones de enfermedades "nuevas" y desconocidas, enemigos de la humanidad tan diminutos como temibles, ante los que estamos completamente indefensos, porque no los vemos venir, como si estuvieramos alargando la penumbra con un mechero incapaces de poner rostro al monstruo que acecha, agazapaíto, en la oscuridad.

Ya se sabe que el miedo se acaba justo cuando se le ve el jetuño al monstruo.

Pero, y digo yo:

¿Para esto han invertido horas y horas en el gimnasio haciendo contorsiones gilipollescas? ¿Para esto tanto régimen, tanta abstinencia, tanto no fumar y no beber? ¿Para que venga un puto virus del cerdo, mute y nos lleve a todos por delante? ¿Qué van a hacer ustedes? ¿Piensan acostarse una noche más con el run run, acojonados porque les ha entrado un poco de tos después de la cena, pensando en que, probablemente, no despierten nunca más? ¿Se van a comer el tarro? ¿Va usted a dejar que le devore las entrañas un bichito tan minúsculo como hijoputa que, encima, viene del cerdo (con lo mal que huele eso)?

Piensen en la muerte como un lugar común literario medieval: el poder igualitario de la gripe del cerdo, que llega a papas y reyes tanto como a siervos; que mata lo mismo a ricos que a pobres, a gordos que a flacos, a fumadores a no fumadores...

"¡Ay muerte!, ¡muerta seas, muerta y malandante!"

Anda y que le den morcilla al virus del cerdo. A follar todos, que esto se acaba.

Por cierto que creo que empiezo a tener síntomas de gripe del cerdo: toso un poco, mucosidad incipiente, un poco de dolor de pecho, sabor acre en la boca y, lo más raro de todo, un síntoma de la nueva gripe que se localiza en la lengua y es que no lo puedo evitar, es como si me hubiera quedado atorado y nomás pensara en jugar pelota base en el cobertiso de Lulú. Sielos, compadres, me está brotando de la cabesa un enorme sombrero mexicano y tengo ya ganitas, nomás, de echarme una siesta. Es horrible, me estoy metamorfoseando en Bigote Arrocet... ¡Aaaaah! ¡Qué virus más pendejo, pinche gabacho! ¡Viva México!

X. Bea-Murguía (delen, pendejos, váyanse a la chingada).

martes, abril 28, 2009

Maniobra de diversión

Queridos amigos,

déjenme que les haga una advertencia: la gripe porcina se contagia a través del plato de jamón del bueno que se pone en medio de la mesa. El de compartir. Ese que parece que viene muy lleno pero, quiá, cuando te quieres dar cuenta ha volado, como si alguno de los comensales tuviera seis brazos y tres bocas.

Ese jamón es el que contagia la gripe porcina, así que NO LO COMAN.

Hoy me voy a Canarias a plantar un pino. Sí, sí. Literalmente a plantar un pino. Cosas que hacemos los periodistas. En la Montaña de los Moriscos de Gran Canaria, donde a algún capullo con mechero, de los que se comen el jamón como si fuera una deidad hindú, le dio por hacer una fogata. ¿Por qué? Nadie lo entiende. Diversión más que inversión. Hoy la inversión segura es en la Glaxo y en Sanoffis, que son los dueños de las patentes de los retrovirales. La Montaña de los Moriscos está más lejos de la playa que Madrid que, cuando uno sube hasta allá arriba, flipa con la altura que puede llegar a alcanzar una islita tan pequeña como Gran Canaria. A ratos, mientras el autobús dobla y redobla curvas de 360 grados a derecha y a izquierda (y a ras), avanzando entre el vértigo y los sueños, paso a paso por una escalera estrecha que culmina en nebulosa, no sabe uno si está en Canarias o en Benasque.

Llegan el que se papea el jamón y un colega suyo, se ponen de acuerdo y, chasca, le dan yesca a un bosquecillo orilla al mar y, al mismo tiempo, le prenden fuego a la Montaña de los Moriscos, que es un Parque Natural Reserva Mundial de la Biosfera, por diversión. Maniobra de diversión, se entiende.

De todo esto, lo que no es nada divertido es que me voy dos días a Canarias, regreso mañana por la noche, y dejo a mi hija Ana con fiebre.

No. Tranquilos. Ella no come jamón.

X. Bea-Murguía (a plantar un pino canario ignífugo)

jueves, abril 23, 2009

Juan Derramas Cera

Queridos amigos,

sí. Fútbol.

Sí. Voy a meterme con el Real Madrid. Bueno, no. El Real Madrid ya se insulta bastante a sí mismo. Voy a meterme con Juande Ramos, pero no con Pepe.

Hechas estas dos advertencias, entiendo que hoy he perdido al 90% de los lectores del blog (es decir, hoy lo vamos a leer mi tía Carmen y yo), pero me voy a quedar oblongo que, como todos sabemos, en dialecto swahili significa más ancho que largo.

Indiscutiblemente de quién acabe ganando la Liga, y visto lo visto no descarto que sea el Real Madrid, para mí ya hay un ganador moral, el que se la merece de verdad, que es un señor como la copa de un pino: Pep Guardiola. Lo era en el campo y lo es ahora de entrenador. Guardiola ha sido probablemente el jugador más elegante que yo he visto jugar, junto con Michael Laudrup y Zinedine Zidane.

Guardiola, pase lo que pase, ya ha ganado la Liga.

Después, llegan los de blanco y hacen... Pues lo que llevan haciendo los últimos tres años, ganar con pundonor en el minuto 95, con goles de gente como el Pipa Higuáin (lo que le debe el madridismo a este tío no se lo ha dado ni Raúl)... Y, así, a la remanguillé, a trancas y barrancas, pero sumando victorias de suerte también se puede ganar la Liga. Por supuesto que se puede, aunque si yo fuera madridista ni iría a la Cibeles a celebrarla. ¿A celebrar qué?

Llega un tío como Casquero, ese que quiere emular a Panenka tirando un penalty al mejor portero del mundo, Iker Casillas, y dice una verdad como un templo que, quien no la vea, es que lleva una venda en los ojos de hormigón armado.

Vean estas imágenes.



Según el entrenador del Real Madrid, Juan Derramas Señorío, Pepe no tiene intención de darle dos patadas a Casquero. Pepe lanza dos patadas al aire, porque si hubiera ido a darle de verdad, no habría fallado. Sí, señor, Juan Derramas, eso es estilo. El Real Madrid juega igual que tú hablas. En vez de decir que son cosas del fútbol, que es verdad; que el jugador estaba caliente, que es cierto; que ya está arrepentido, que también es así; que ya ha pedido perdón, lo que honra a Pepe, pues a Juan Derramas le parece que eso no es nada.

¿Y el puñetazo a Albin inmediatamente posterior? ¿Le está sacando una muela?

Lo de Juan Derramas no lo entiendo. Cuando le han preguntado a Casquero qué le parece esas declaraciones del entrenador del Real Madrid, ha respondido:

-- Que se dedique a lo suyo: a seguir poniendo velas.

Porque no se jugar peor al fútbol y tener más suerte que este tío. No le falta mérito y, sobre todo, tiene tres tíos decisivos: Casillas, por supuesto, Higuain y Robben, que será chupón, pero bien que las mete.

Dicho esto, yo lo de Pepe lo entiendo perfectamente y no soy tan hipócrita de llamarle criminal (como hace ese tío en el vídeo) ni de echarme las manos a la cabeza. Casquero, al notar el contacto de Pepe en la espalda, se tira descaradamente y este, que se da cuenta de que por esa tontería suya, al Madrid se le va el partido (y la Liga), pierde el control. En el fútbol hay mucha presión y no todo el mundo está preparado para soportarla. Pepe ha pedido perdón, le pondrán su sanción y a otra cosa. Es un futbolista que se ha pasado de rosca, un gladiador del siglo XXI, no es precisamente físico nuclear ni Premio Nobel de la paz, como Al Gore. ¿Qué esperan?

Lo que sí me repugna, en el fútbol y en cualquier otro deporte, es la gente que no tiene señorío al ganar, como Marcelo. No encuentro el vídeo en YouTube, pero verle cuando ya había termiando el partido, hacer burla a los jugadores del Getafe me puso a cien. A este sí que le metía yo una buena sanción.

Por el culo.

X. Bea-Murguía (nos vamos a 2ªB y qué).

Sí, sí, madridistas recalcitrantes, a Eto'o con lo de "Madrid, cabrón..." también. Lo mismito.

miércoles, abril 22, 2009

What's the problem with you, guys?


Queridos amigos,

por si se lo están preguntando, que ya imagino que sí, que no habrán podido conciliar el sueño esta noche pensando en mi espalda rota, les informo de que ya me encuentro mucho mejor. Ayer, finalmente, claudiqué y me lancé a las drogas. Sé que esto puede decepcionar a más de uno, después del rollo que me casqué sobre la tolerancia y la resistencia y todo eso, pero no pude más: me tomé un ron 600 mg y me fumé un Belicoso de Sancho Panza 600 mg y, mira, hoy como nuevo. De hecho, me voy ahora mismo a correr los 3.000.

Ya estoy de vuelta. Me he visto muy bien y he corrido 1.000 metros más de propina. Si es que el tabaco es malo para la salud, pero es bueno para todo lo demás.

En Saint-Maló, en un sitio bastante chulo dentro de la ciudadela que se llamaba el 109, Cristóbal salió de la tualet y, ni corto ni perezoso, se encendió un pitillo en la barra. La fuerza dela costumbre. Acodado en la barra, le faltó decir:

-- Sááanti, ponme otro chááato.

En Francia está prohibido fumar dentro de los bares, pero a Cristóbal se le fue la pelota y fumó tan pichi medio cigarrillo antes de darse cuenta de que no estaba en Nava de la Asunción, Segovia, esa tierra de libertad.

Cuando, por mi parte, salí yo de la tualet, ya lo había apagado y estaba descojonado de risa. Nadie le había atacado ni dicho nada. Me lo estaba contando cuando se nos acercó una mujer, veintipocos años, cara de buñuelo, ojos bailones a lo Rajoy, rubia y mucho más extranjera en Francia que nosotros.

-- What's the problem with you, guys? -nos preguntó. Cristóbal del inglé sólo sabe frederico y I prefer don't see, así que pensé que me tocaba llevar el peso de la defensa. Sin duda, se trataba de una anti recalcitrante que venía a echarnos la bronca por fumar.
-- ¿Qué dice esta seta? -me preguntó Cristóbal.
-- Me pregunta que cuál es nuestro problema- y, aunque estaba a punto de romper a reír, porque las vacaciones son precisamente eso, romper a reír por cada estupidez como si no hubiera nada en el mundo que no provocara la risa, le dije a la chica-. We have many. Which one do you mean? (Tenemos muchos. ¿A cuál te refieres?)
-- You have been staring at me the whole night. Why? -y se lo hacía de indignada, pero se le notaba mucho que era una impostura.

Quizá no fuera lo más diplomático, pero me entró la risa, porque la cabeza se me llenó de posibilidades de respuesta a cuál más graciosa. Cristóbal me espetaba, "¿qué ha dicho?¿qué ha dicho?", como si me hubiera contado un chiste y yo no era capaz ni de traducir ni de contestar a la chica que, dicho sea de paso, estaba como una sonaja. Se acababa de escapar de quitapesares.

-- Que dice que llevamos toda la noche mirándola.

Yo no me voy a tirar el pisto aquí, por supuesto, descuéntenme, pero... ¡Jodía seta! Si un tío guapo, guapo como Cristóbal se pasa toda la noche mirándote, eso que te llevas a tu cuartito acolchado de quitapesares. No es para echarlo en cara. Es para agradecerlo. Aparte de todo eso, no llevábamos en ese lado del local ni un cuarto de hora.

Me tentó decirle que tenía algo en la nariz y que ésa era la razón, pero en cambio hice algo mucho más descortés. Le dije la verdad: no nos habíamos dado cuenta de su presencia en el mundo.

-- What's your name?
-- Louise -contestó, pero no se le pasaba el enfado.
-- Really! Just like me!
-- Really!
-- Yes, of course. Louise, I'm sorry but you must be mistaken. We haven't been staring at you but your friend.

("¿Cómo te llamas?". "Louis". "¿De verdad? ¡Como yo!". "¿De verdad?". "Por supuesto. Louise, aquí hay un malentendido. No te mirábamos a ti, sino a tu amiga").
Y a Cristóbal.

-- Le he dicho que disculpara, que lo lamentamos mucho si se ha sentido violenta u ofendida, que no era nuestra intención.
-- Esta chica está como una sonaja.

Pero mi respuesta, lejos de espantarla, como yo pensaba, la encabritó.

-- My friend? -y miró hacia atrás, como tratando de localizar a cuál de sus amigas habíamos estado mirando aunque, pensé en ese momento, con toda seguridad ella había escapado sola de quitapesares y sola había llegado al 109, así que su mirada atrás, sin duda, no era otra cosa que la búsqueda desesperada de esa amiga que tanto había necesitado desde la infancia y que el mundo cruel le había negado-. Are you gays?

O tal vez no. Tal vez sí tenía un amigo. Un chico... Un amigo ¿imaginario?

Me sentí tentado de sacar la cartera y mostrar las fotos de mi mujer y de mis hijos, aunque tampoco veía la necesidad de demostrarle nada. Pero lo hice en buen momento, porque justo en ese instante, el traidor de Cristóbal me sacó una foto con Crazy Louise, que, dicho sea de paso, ya me estaba resultando un poco plasta.

Creo que mi "no" a cualquier cosa que ella hubiera pretendido de nosotros acercándose de esa manera tan cordial había sido sutil, pero taxativo. Mucho más educado que lo que merecía, que era un:
-- ¡Tuuuuuso!
Yo no sé por qué dicen que a los hombres nos cuesta tanto encajar un "no" porque siempre decimos "sí". ¡Que me lo digan a mí! Allí estaba Louise, cabreada porque Cristóbal le había hecho una foto, pero también era una impostura (en verdad estaba encantada), que no era capaz de comprender un clarísimo "no, hija mía, no".

-- Wait a moment -le dije-. Just wait a moment.

Me lanzó una mirada exoftálmica, llena de alocada expectativa.

-- You think that my friend is handsome, don't you? (*)-le pregunté a espaldas de Cristóbal, que estaba fuera de juego otra vez porque él en la liga inglesa, como he dicho, no se defiende bien.
-- ¿Qué le has dicho?
-- Espera, Cristóbal, que creo que ya nos libramos de ella.
-- Very handsome - y se le llenó la boca pronunciando el "muy guapo".
-- ¡Pues, hala! ¡Os, os! A por él y a mí me dejas tranquilo -y se la azucé, en perfecto castellano, abriendo los brazos hacia mi amigo, que no me necesita para sacarse de encima a una jodía seta.
-- ¡Qué cabrón eres! -me dijo Cristóbal, muerto de risa, apartando a la Sonaja, que estaba tratando de hacerse con la cámara de fotos, como quien espanta moscas.
-- No te jode. La tía viene porque le molas tú y, encima, gracias a tu foto, el que va a tener que dar explicaciones en casa soy yo.
(*) A tí lo que te pasa es que mi amigo te parece guapo.

Luis Bea-Murguía (los tíos sabemos decir "no").

martes, abril 21, 2009

Buen fajador

Queridos amigos,

Como bien dice el hermano Torres en su línea epicúrea pura, con un whisky Superstition en una mano y un Ramón Allones Specially Selected en la otra, “el sufrimiento es una puta mierda”. Y yo, que estoy de acuerdo, le doy un trago a mi whisky a la salud de David Torres, aspiro de mi cigarro el delicioso sabor previo a la tormenta y procuro disfrutar con tan poca cosa, como un monje, como si estuviéramos viendo los títulos de crédito del final, deleitándome en cada instante antes de que me lo prohíban todo por mi bien o, lo que es más nazi aún, por el bien de la humanidad (o por cualquier otro concepto colectivo abstracto e intangible).

Pero el sufrimiento tiene cara B, en la que Torres y yo diferimos, en la que apuesto a que usted tampoco está de acuerdo, como no lo está mi mujer, Beatriz, que es partidaria del Ibuprofeno 600. Yo no. Yo creo en la tolerancia y, por tanto, en la resistencia.



Llegó, por fin, la esperada mesa baja de Utrecht. Mis cuñados, Diego y Wenneke, se iban a deshacer de ella, así que mi mujer, que tiene buen ojo, se la ha quedado. Es una mesa grande, de madera maciza, sólida y rústica, con patas redondas, sencillas y gordas y labrada en los costados. Beatriz la ha lijado entera y le ha aplicado una cera especial de no sé qué. Ha quedado muy bien.

Esa mesa ha quedado muy bien en nuestro salón. Muchas gracias, Diego en Wenneke.

Me libré de la mili en el año 95. Que lo sepan ustedes. Nunca me ha importado el insulto, sino quién lo profiera, y abrir la carta del Ministerio de Defensa llamándome inútil total fue una alegría que yo ya venía de celebrar, anticipadamente. Lo digo porque llegué a casa de mis padres a las cinco o seis de la mañana (o a las cuatro o a las siete) y me encontré la carta sobre la almohada. La leí y, a la mañana siguiente, esas mañanas de domingo en que yo, lo juro, dormía hasta la hora de comer, tuve que buscarla porque no era capaz de diferenciar la vigilia del sueño. Me libré porque tengo suegro y una lesión en la espalda. Un día de estos lo explico. Hoy no viene al caso.

Estuvimos discutiendo la otra noche de boxeo, del que yo sé poco, Torres, otro David y yo, mientras Jesús Llano pescaba sueño en el tintineo final de los hielos de un ron apurado. Lo hicimos con un Partagás Serie D Nº3 Edición Especial 2006, vitola de galera Corona Golda Anoréxica, que pronto será el condimento ideal de la clandestinidad. El clímax de la discusión estuvo en la pregunta del millón: ¿quién fue el mejor boxeador de la historia? Con dos candidatos firmes, amén de Alí. El otro David, epicúreo, votaba por De la HOYA (cojones), a quien, según él, "nunca nadie le tocó la carita". Pura técnica, un bailarín de las tres cuerdas. Torres dijo que prefería a Julio César CHÁVEZ, pero, aunque son épocas distintas y, en el fondo, es comparar a Telmo Zarra con Maradona, se decantó por Rocky Marciano.

Marciano, el fajador, sabía que “Los tipos duros no bailan”. Yo entiendo poco de boxeo, pero me pareció razonable lo que argumentaba Torres.

La mesa baja de Utrecht tenía pendiente un último asalto: de casa de mis suegros a la mía. En un primer momento, todo fue bien. Conquisté el centro del ring y tuve a la mesa baja de Utrecht a mi merced, escondida y agachada, parapetada tras sus guantes bajo una lluvia de ganchos de izquierda y derecha. Me vi ganador, pero las mesas bajas, tal vez porque son bajas, trabajan mejor el hígado que la mandíbula. Cuando llegó el momento de descargarla en casa....

CRAC. Me libré de la mili, eso es verdad, pero hay días en que casi preferiría haberla hecho. Al fin y al cabo, doce meses pasan.

De joven, en el colegio y en el instituto, era corredor de fondo. Me apunté a atletismo con Marcelo (no recuerdo el apellido), que yo no sé por qué todos los profesores de educación física de mi colegio eran argentinos. No quiero presumir (¿qué sentido tendría ya?), sino argumentar que siempre llegaba entre los tres primeros porque los 3.000 metros no son una cuestión pulmonar, ni muscular, ni de fuerza. Los 3.000 metros están en la cabeza. Todo está en la cabeza. Hay que aprender a sufrirlos, zancada a zancada, con la vista perdida, peleando contra la rendición a cada respiración, acompasando el ritmo de los suspiros con las pisadas y el convencimiento de que se puede dar un paso más. Yo lo hacía. Mi mayor mérito, con catorce años, ganar a todos los mayores en un cross en Murguía (Álava). Recuerdo ese día y lo que me dijo mi padre, que me lo guardo para mí. Me sufrí todos y cada uno de los baches del ral en una distancia eterna. Tres vueltas eternas. Lo digo lleno de orgullo: gané y por bastante.

Treinta kilos después, a veces pienso que soy capaz de correr tanto y tan rápido como hace veintidós años (la carrera al Castillo, jo jo jo, seis kilómetros). La mentalidad no ha cambiado. Incluso ha mejorado, no se me ha reblandecido el cerebro tanto como la tripa y, como he dicho, es una mera cuestión de resistencia al sufrimiento. Nada más. Evidentemente, no soy capaz de hacerlo (aunque a veces me venga arriba), porque la tripa ha aumentado de manera exponencial y la mentalidad ya no es exactamente la misma. Hay que ser realista. Tengo 36 años. Hace mucho que me rendí.

Lo noté al instante. La mesa baja de Utrecht me lanzó un golpe ilegal a la espalda que me propinó un latigazo electrizante en la zona lumbar que, desde el domingo, aunque he mejorado un poco, me obliga a andar como si no llegara a tiempo a la tualet, cantando las muñecas de Famosa se dirigen al portal. El domingo me callé cual putilla hasta que no pude más. Aún, con la espalda rota, estuve bajando bultos pesados al trastero, entre suspiros solitarios que me volvían a la cabeza con el eco de la galería subterránea, como cuando corría los 3.000, y bañé a mis hijos, aunque Bea ya me había pillado.

No era difícil. Es la vez que más fuerte me ha dado desde que me lesioné en 1990. Hoy iba a ir a jugar al golf, pero tengo menos cintura que Ronald Koeman y no quiero sufrir porque sí lo que está pensado para disfrutar. Eso ya no sería la escuela del sufrimiento, sino sadomasoquismo.

Mi mujer me persigue con el Ibuprofeno 600. Me dice: “¿Por qué sufrir si no hay necesidad?”, de la misma manera que Torres sentencia: “El sufrimiento es una puta mierda”. Pero no quiero drogas, más allá de un Lucky Strike y un café, que desplazan hacia De la Olla la tolerancia de mi cuerpo. Prefiero a Marciano. De cada golpe recibido, aprendo a resistir el siguiente.

Una vez, que llamé quejica a mi amigo Jesús Alberto Sánchez Sánchez, me contestó: "Yo no soy quejica, es que las cosas me duelen más que a los demás". ¿Cómo comparar mi dolor con el de otro sin ser capaz de escribir

"Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler, me duele hasta el aliento
"?.

Así que no puedo decir lo que haría usted en mi situación, pero estoy convencido de que, cualquier otro, con mi dolor de espalda, llevaría en la cama sin moverse desde el domingo. Podría tomarme una droga, pero el umbral del dolor se desplazaría hacia ella, mientras que yo sigo de pie. Zancada a zancada. Gancho tras gancho. Abrumado suspiro, letanía dolorida, abierto el pómulo. Respiración a respiración. Firme en mi decisión de resistir el sufrimiento, incluso, de reírme de él.

Y, por eso, yo tengo razón.

X. Bea-Marciano (buen fajador, como me dice Cristóbal)

lunes, abril 20, 2009

Marsé


Queridos amigos,

de Juan Marsé sólo he leído, no sé por qué, "El embrujo de Sanghai". Me gustó mucho. Después, no sé cuánto tiempo después, vi la película. No me gusto tanto, ni mucho menos.

Leí dos ideas, ya en la portada de El Cultural del viernes, dichas por el Premio Cervantes, que me empujaron a merendarme la entrevista de Marsé, sobre todo por comprobar hasta que punto los titulares estaban descontextualizados.

Que no. Que no lo estaban en absoluto.

Y me alegro, porque yo he dicho eso mismo muchas veces, en directo y aquí, en este blog, pero, claro, yo soy un facha. Es normal. Los fachas decimos estas cosas.

Pero, ¿quién tiene huevos de decir aquí y ahora que Juan Marsé es un facha?

Idea 1: El principal problema del cine español no es la piratería, sino la falta de talento.

Idea 2: Cuando los políticos agarran el idioma como una espada, hay que echar a correr.

La diferencia es, seguramente, que yo no soy capaz de expresarlo en una frase contundente como Juan Marsé porque yo, claro, no soy Juan Marsé, ni me han dado el Cervantes, ni me lo van a dar.

Sería fantástico que nadie más me clavara una etiqueta política por decir, como digo, que el problema del cine español no es la piratería, sino la falta de talento.


¿Han visto ya Gran Torino?


X. Bea-Eastwood (por Dios).

jueves, abril 16, 2009

Un cerebro hecho agua

Queridos amigos,

comentábamos el otro día Javier Marca y yo, y es cierto, que la revolución tecnológica no está volviendo un poco tontos. Aunque podamos parecer listos para darle al botoncito, parece como si el móvil, el ordenador y el Eter estuvieran sustituyendo al cerebro, mientras nuestra materia gris se vuelve agua.

Antes, yo me sabía de memoria mil teléfonos. Hoy... Llevo una memoria de bolsillo, una PDA (os lo juro por Snoopy) que me recuerda hasta los cumpleaños. Ya ni eso tiene mérito, aunque finjamos:

-- ¡Felicidades!
-- ¡Te has acordado! ¡Qué ilusión!
-- Es que soy un monstruo (aunque no he sido yo, ha sido mi PDA).

Mi cabeza está llena, a cambio, números de tarjetas, códigos bancarios de Internet, pins de móviles, mi DNI, el DNI de mi señora y yo qué sé cuántas combinaciones alfanuméricas distintas, de páginas de internet, cuentas de correo, claves del ordenador... ¡Ah! Y el código de la alarma de la oficina.

Que no se me olvide. Juro que me lo sé.

Ayer mismo, sin ir más lejos, me planté ante el código de la alarma de mi oficina, que encima se pone a pitar en cuanto entras y ya te pone nervioso porque te da la impresión de que no tienes tiempo suficiente para teclear el código, como si fuera una película de intriga y estuvieras viendo el relojito contar hacia atrás tres segundos... Corto el cable rojo o el azul... Dos... ¡El rojo!... Uno... ¡El azul!...

El número de la alarma de la oficina... Juro que me lo sé... Pero metí el PIN de mi teléfono móvil y me quedé tan a gusto.

Se montó un follón bueno. La sirena de la mar se puso a sonar como si alguien hubiera fumado en el baño del AVE. Luego le dije a mi jefe:

-- Estaba comprobando que el sistema de seguridad funcionara correctamente- y, atención cacos, funciona de lujo.

X. Bea-Murguía (hoy no tengo tiempo para más, que se han levantado mis niños. A ver a qué hora puedo corregirlo y colgarlo).

miércoles, abril 15, 2009

Entre la mer et la terre

Queridos amigos,

los hoteles en Francia, muchos de ellos, al menos de los que nosotros vimos, tienen la toilette separada del baño, en una habitación aparte. ¡Qué palabra más fina tualet! ¿Verdad? La gente chic, en un acto social, se levanta de la mesa y dice:

-- Disculpen ustedes que voy a la tualet -y queda bien, coño. Bien, bien, fino y elegante. Aunque en el fondo no importe el eufemismo (voy al servicio, al baño, a empolvarme la nariz o ahora vengo) que es lo mismo que decir "Voy a mear". Lo suyo es no andar con anuncios ni pregones, pero si hay que vocearlo, de verdad, mucho mejor decir "Voy a cagar. Ahora vengo" que andarse con cursiladas.

Apostilla digresora aparte, cuando llegamos a Honfleur, a nuestra habitación del hotel "Entre la mer et la terre", le dije a Cristóbal:

-- Coññññño, que me meo -llevaba aguantando un rato y, ante la urgencia, y más en confianza, no hay finura.

Y cuando salí, Cristóbal entró discreto, educado, fino, pero no tuvo más remedio que delatarse:

-- ¿Cómo se enciende la luz de la tualet?
-- Tiene un sensor. No sé si de movimiento o de presencia, pero es muy listo. Tú entras y se enciende.

¡Un sensor de movimiento en la tualet! ¡Qué cosas se ven por el mundo! ¿Cuánta gente conocen ustedes que, al hacer uso del inodoro, baile un zapateado para que no se apague la luz?

De mi reciente viaje por Normandía y Bretaña, Honfleur (en la foto) es uno de los pueblos que más me ha gustado. Está justo en la desembocadura del Sena, frente a Le Havre, con vistas al imponente Pont de Normadie, que es enorme.

Honfleur tiene un puerto pequeño y recogido, que preside el edificio de la comandancia, además de una iglesia construida totalmente de madera, por los carpinteros de los astilleros, que es digna de verse. Saint Catherine llama la atención por sus dos naves paralelas, gemelas, y sus artesonados, así como por su decoración. En el coro, por ejemplo, se pueden observar figuras de músicos de corte clásico, como este que, sin duda, es el dios Pan.


La foto es oscura. Podría ser el Demoño Colorao, pero es Pan tocando una corneta (en vez de la siringa). Es curioso ver en un templo cristiano una figura pagana.

Honfleur merece la pena. Pero yo no sería yo y ésta no sería mi circunstancia si no contara lo mío. Es un poco desagradable y va contra mi buen nombre.... Contra lo poco de buen nombre que me queda... Pero...

Ese día comimos en Etretat, antes de visitar sus impresionantes acantilados, y como Cristóbal estaba casi ansioso por comer mulée frite, pues mulée frite para todos. Para quien no lo sepa, el mulée frite no es más que un cacerolón, el que ven en la foto de abajo, de minúsculos mejillones que se sirven con patatas fritas. Ya.

Acostumbrado como estoy al intenso sabor de los mejillones XXL de la ría de Arosa, que alimentan como un filete, pues el mulée frite está bueno, sí, pero me pareció algo así como rebañar el fondo de lo negro de las uñas de un gigante. No sé si me explico. Poca cosa. Digamos que los gallegos son mejillones de la mar y estos son de la mer. Cristóbal comió y cenó mulée frite, al menos, cuatro veces más en una semana.

Arrancamos de Etretat hacia Le Havre, a cruzar el Pont de Normandie, con destino final en Honfleur, pero yo notaba que, en venganza por mi poco aprecio, uno de aquellos mejilloncillos se me había quedado ahí, entre la mar y la tierra, enganchado en la glotis y que ni para dentro ni para fuera.

¡Coño con el mulée frite des oeufs!

Vamos, que me sentaron como un tiro, aunque yo, como siempre, no hice ni caso porque soy de los que prefiere esperar a que el mal se canse y desaparezca. De esta guisa, salimos Cristóbal, el mejillón y yo a dar una vuelta por Honfleur; nos sentamos en una terracita en el puerto; incluso cené, poco, un croque monsieur; nos tomamos un par de cervecitas; fuimos a un local de jazz a tomar un gintonic y, después, los tres al hotel "Entre la mer et la terre" a dormir, no muy tarde, que al día siguiente empezábamos el periplo por las playas del desembarco y queríamos llegar hasta Bayeux.

Pero, el mulée frite que no. Y miren que yo soy de los que se duerme rápido, pero el mulée frite que no y que no. Y lo malo que es obsesionarse con algo una vez acostado. Un ruidito, el tic tac de un reloj o una canción rayante te pueden arrancar el sueño. Pues yo con el mejilloncito ahí, clavado e insomne.

Dormí a ratos, en intensa duermevela, rozando el delirio postrero hasta las tres de la mañana, hora en que, como cabía esperar, me desperté con náuseas y bastante desorientado, lo normal cuando uno está durmiendo en un hotel. Me costó recordar que, en Francia, la toilette está separada del baño y de poco no va el mejilloncito al lavabo, porque entré atropelladamente al baño, como un marinero al lupanar del puerto, y alguien me había escamitado el inodoro.

-- ¡Voy a la tualet! -me dije a tiempo de rectificar mi trayectoria y aquí es donde entra el puto sensor de la luz.

¿Cuánta gente en Francia se pone a bailar un zapateado mientras pota el mulée frite de los cojones para que no se apague la luz? Pues ahí estaba yo, "Entre lamer et poter", con mis arcadas, y la luz apagándose sola cada dos segundos porque, tal vez por su colocación (o yo qué sé por qué), el sensor no estaba pensado para detectar a un hombre en la postura del penitente y, por tanto, no me tenía en cuenta.

A ratos, esos largos ratos interminables de vomitona en los que siempre parece que no acabas, decidía seguir a oscuras, para lo que tenía que meter bastante la cabeza dentro de un water francés que... En fin... Prefiero no dar detalles. Desde luego, no era el de mi casa. Al poco, me desembarazaba de mi resignación y movía un brazo para que se encendiera la luz, sin dejar de vomitar.

Yo no sé si hacen una idea de lo difícil que es arrojar a la mer al mejillón, mientras se mueve un brazo a ciegas para que el sensor de movimiento más tacaño que jamás he encontrado te perciba y no decida dejarte a oscuras.

Tan difícil es que, efectivamente, en uno de estos espasmos de brazo para encender la luz, que se había vuelto a apagar, golpeé las tapas del inodoro que fueron a caerme, unas décimas antes de que se hiciera la luz, en la cabeza.

En Francia, las tapas del inodoro van más rápidas que la luz. Y ya no digamos que el sensor de movimiento.

Quizá ese golpe en la coronilla fuera el definitivo para desalojar al mejilloncito. Eso sí, una vez solo en mi cuerpo, exorcizado de la posesión del mulée frite, dormimos de pute mere. Mi chichón y yo.

X. Bea-Murguía (perdonen si han leído esto a la hora de comer).

martes, abril 14, 2009

Una de pirratas

Queridos amigos,

por favor, huyamos de los axiomas.



Axioma #1. Los piratas, somalíes o no, son como las ratas. Aunque los piratas no ofrezcan un beneficio a la humanidad prestándose voluntarios para ensayos clínicos en laboratorios (de momento).

Axioma #2. Las ratas tienen una capacidad cerebral inferior a la de los piratas. Aunque no se debe descartar que, en ocasiones, se dé el caso contrario, más si ponemos en balanza una variable de proporcionalidad con la masa corporal.

Axioma #3. Múltiples estudios de diversas universidades más o menos exóticas han demostrado que las ratas responden a estímulos sencillos de una manera racional. Este tipo de investigación se lleva a cabo normalmente con ratas albinas (con lo que quiero decir que, quizá, tendrían menos valor si se llevaran a cabo con ratones colorados, que son muy listos). Dentro de un laberinto de cristal, no demasiado intrincado (aunque un periodista, tal vez, pudiera perderse en él), dos caminos llevan a dos botones distintos. Del primero de ellos, decorado con la bandera estadounidense, la rata albina recibe, al apretarlo, una descarga eléctrica que la deja casi tiesa mientras suena "The star spangled banner" tocado por Jimmy Hendrix. Así.



Al apretar el segundo, ignoro por qué pero decorado con la bandera española, suena la "Macarena" y un dispensador automático le larga un trozo de queso.

Axioma #4. La rata, con un CI, en principio, inferior a un pirata es capaz de un sencillo proceso racional que le lleva a distinguir enseguida el botón que hace pupa del que larga el papeo. Es más. Se aprende el camino. Es más (siendo osado), la rata se hace una idea básica sobre la recompensa y el castigo. Aunque hay conclusiones distintas a esta que pudieran ser igualmente válidas. Hecho este mismo ensayo en una universidad española, los científicos concluyeron que a todas las ratas les gusta bailar la Macarena.

¡Aaaay!

Diversas asociaciones ecologistas protestaron por la crueldad con que son tratadas las ratas en este tipo de ensayos. Lo cierto es que lo de hacer sonar la Macarena parece de una brutalidad innecesario, acerva y excesiva y, por eso, sugirieron que en este tipo de investigaciones sonara el "¡Qué viva España!" de Manolo Escobar y que se llevaran a cabo bien con piratas somalíes o bien con periodistas del corazón (ambos colectivos capaces de cualquier cosa por dinero).

Con periodistas del corazón se intentó, pero fue un sonado fracaso: la mayoría disfrutaba con la descarga eléctrica.

Con esto, se ha desarrollado un ensayo paralelo a gran escala:

Metemos en el Índico un barco con piratas somalíes y dos navíos mercantes, uno con bandera estadounidense y otro con bandera española. Al secuestrar el barco americano, Obama ordena que se les haga pupita. Sin embargo, si es el barco español el secuestrado, véase el Playa de Bakio, los piratas obtienen una recompensa.

Axioma #5. Atribuyamos a los piratas, al menos, la misma idea básica de recompensa y castigo que a las ratas albinas de la universidad y concluyamos con un:

AVISO A NAVEGANTES.

En el océano Índico, la bandera americana es mucho menos dialogante, pero parece más segura que la española.

Axioma #6. Los piratas somalíes son capaces de diferenciar en Barack Obama ese discurso socialdemócrata puro.

Axioma #7. Los piratas somalíes sí se ponen de pie al paso de la bandera americana.

X. Bea-Murguía (al abordaje).

lunes, abril 13, 2009

Mujer tenías que ser


Queridos amigos,

no creo que sea justo, porque, como siempre digo, la adjudicación de valores a un lado y otro de la política es un lugar común, un tópico que, como todos, parece confirmarse en las escasas ocasiones en las que se cumple mientras nos pasa desapercibido que casi nunca sucede. Incluso, para esos momentos en los que sí nos damos cuenta de que el tópico no se ha ajustado a la realidad, tenemos una frase que nos mantiene a salvo en nuestra idea preconcebida. Nos decimos: es la excepción que confirma la regla. Se ve que las reglas precisan de muchas excepciones para verse confirmadas.

"Mujer tenías que ser", por ejemplo, que se aplica a la torpe al volante, quiere negar que hay muchas mujeres que conducen mucho mejor que muchos hombres. Ésta sí es la realidad que todos conocemos, pero en el tópico, ignoro por qué, nos sentimos seguros y lo soltamos porque se ajusta a la circunstancia concreta. Si yo, en cambio, digo que mi mujer conduce bien, entonces ella es la excepción que confirma la regla.

Pues aplicando el tópico, la izquierda es mucho más abierta que la derecha porque acepta más diversidad de opiniones y, por tanto, es dialogante y democrática; respeta más la diferencia e, incluso, se alimenta de ella. Ese respeto hace que la izquierda sepa ceder con mayor facilidad ante tesis que vienen mejor razonadas, siempre con una base sólida en las ideas de justicia, igualdad y progreso y, por eso, es más capaz de alcanzar acuerdos con otras formaciones políticas, aunque defiendan una idea distinta.

Sin embargo, esto es una falacia fruto de un buen trabajo de propaganda, una verdad preconcebida que está llenita de excepciones. Una de ellas, muy notable, y lo digo por mi experiencia en el pasado, es, prietas las filas, Elena Salgado.

Aviaítos vamos.

Aunque no hay bien que por mal no venga, claro, que quien fuera detractora ahora sea tractora (jajaja, yo me entiendo) pero cuando hay que contar monedas... Ya saben, no hay nunca mal que por bien no venga.

X. Bea-Murguía (y mujer tenías que ser, por supuesto).

jueves, abril 02, 2009

Y Tita agarró el mango

Queridos amigos,

me van a decir que me lo han puesto chupado, pero ayer vi esta foto en El Mundo y no lo puedo evitar. El personaje, por definición, no me gusta, aunque no sé más de ella que lo que cuentan las venenosas lenguas de los mentideros y lo que se deduce de su vida tan paralela a otras vidas para no tan lelas.

Hay posturas delatoras que hacen que el pasado vuelva a llamar a la puerta, por mucho que se haya intentado borrar con arte, títulos y champán, como un hijo bastardo al que se quiere callar con dinero; hay posturas que se quedan grabadas en el cuerpo y que no se pueden reprimir, por costumbre, por haberlas adoptado de manera continuada durante años para ganarse el pan en los tiempos de escasez; hay posturas que son un casposo e ineficaz tratamiento andrológico, que olvidan que la realidad ya no merece del amor en sus oídos palabras ardientes, que piden guerra en vano, pues el tiempo trajo la paz a la retaguardia, llevándose consigo aquello que, una vez, provocó que se dijera "En tanto que de rosa y azucena se muestra la color en vuestro gesto".

Hay posturas que... En fin... Vean, vean.



Jamás pensé que diría esto, y no es que yo sea un experto, pero Tita no ha agarrado un mango en su vida. Al menos, ni de pala ni de azadón. No busquen otros significados, no sean malos, que no estoy diciendo que Tita no haya trabajado nunca. Hay gente que curra en la vida y gente que se la curra y, para eso, existen distintas formas de agarrar el mango.

No me imagino a mi amigo David Bartolomé, que fue bachador de carreteras, echando aglomerado de esas trazas en la comarcal 313, entre Abades y Otero de Herreros. Tita no se ha leído las instrucciones del instrumento, aunque lo agarre como si lo hubiera hecho siempre. David, con el mono atado a la cintura, bajo el sol canicular de Castilla, usa el mango de la pala como mandan los cánones, como lo hacen los profesionales, es decir, lo coloca debajo del codo para sostener su redondo cuerpo. Claro que las formas de David son de otra redondez (60 90 60) y no es barón, aunque sea bastante más noble.

Tampoco es ya peón caminero. Ahora curra de sol a sol en sus dos trabajos para ganarse dos sueldos: el suyo y el que no se ha ganado Tita en su vida.

David está pagando su casa. A Tita, le estamos pagando su segundo museo.

X. Bea-Murguía (a paladas con la vida).

miércoles, abril 01, 2009

Regreso a Ítaca


Yo no he estado en el país de los lotófagos. No he cruzado el estrecho camino marino entre Escila y Caribdis. No le he clavado una banderilla ardiendo a Polifemo en el careto. No he escuchado el canto de las sirenas, más allá de Cristina Rosenvinge, ni me ha embrujado Circe. Ni siquiera Gerty, Nausicaa, me ha enseñado las bragas en la playa.

Cucu cucu cucu

He vuelto a casa con barba de diez días tras un viaje en el que, lo confieso, la mayor dificultad que he encontrado ha sido decidir cómo hacer menos en más tiempo. He llegado a casa con pinta de mendigo y mi hija no me ha reconocido.

Y esto es duro.

Tanto que tensé mis cuchillas y me arranqué el disfraz de mi cara.

O.Bea-Murguía (Ya he vuelto)