Madrid bizarre
Queridos amigos:
Madrid es una ciudad ya lo suficientemente grande, populosa y, aunque odio la palabra, cosmopolita como para proveer de entretenimiento gratuito cualquier larga espera en una esquina de la ciudad. Si en alguna ocasión les toca, que supongo que sí, hacer tiempo aguardando a que aparezca el clásico pesado al que hay que citar media hora antes para que sólo llegue con media hora de retraso (y porque es buena gente que, si no, se iba a tomar por culo) les recomiendo que, simplemente, miren el rebaño que pasa y se darán cuenta de que los raros son ustedes. Fíjense cómo es la cosa que el otro día, en una espera un poco larga (salvo a mi amigo, porque lo cierto es que, por circunstancias ajenas a mi guión, me presenté yo un cuarto de hora antes de la cita) conocí a Lucía Etxebarría. Por supuesto, no le dije lo de este blog por si está escribiendo otra novela. Nunca se sabe.
Este fin de semana he tenido la oportunidad de conocer por dentro un foro del friquismo más in, una feria comercial de la belleza en la que, para empezar mal, me dejaron entrar sin ponerme ninguna pega lo cual, así, a priori, me echó por tierra todas las esperanzas de ver algo que mereciera la pena. Después me vi en un espejo de uno de los stands, me di cuenta de que no me había peinado y lo entendí todo.
Sin embargo, la feria "Look", cita imprescindible de todas las estudiantes de peluquería de España, no me defraudó. Era como una reunión de tuneros, pero en lugar de añadir gadgets al coche hasta llegar al nivel máximo extrafalario "Cómo-molo-tío", son gente que dirime sus carencias afectivas instalándose spoilers traseros en el pelo, trazando imposibles rayos de colores llamativos en la piel y luciendo neones ultravioletas en el atuendo, hasta un bizarrismo rayano en lo nunca visto, en lo no va a más, en el "mira, mira, mira a ese".
En "Look" vi cosas de las que, en cualquier otra circunstancia de mi vida, habría huido aterrorizado. Presencié, se lo juro, la siguiente operación: unos desalmados cogen una señora de una edad cierta que llevaba como todo atavío un turbante de toalla en la cabeza y una especie de traje Jean Paul Gaultier, ajustado y translúcido, propio de una unidad hospitalaria de quemados, le untan la cara con un chapapote color verde inodoro y, sin que ella se resista lo más mínimo, la obligan a meterse en una especie de sandwichera. Tan dócilmente entró en el ingenio maléfico la pobre señora que deduje que, con toda probabilidad, aquellos malvados tendrían secuestrado a su pequeño yorkshire, esa chirriante bola de pelos lamecoños, y amenazaban con cruzarla con un San Bernardo.
-- "¡Mi pobre Poopey!".
Lo curioso es que, largo rato después, pasé por el mismo stand y allí seguía metida. Me dieron ganas de acercarme y preguntarle si ya se le había fundido el queso. Nunca pensé que los rigores de la belleza podían llegar a tal extremo, que la presión de una sociedad que rinde culto al cuerpo y a la eterna juventud, obligara a dedicar tanto tiempo a estas chorradas. Después de media hora en aquella sandwichera, para dar ánimos, lo suyo era haberle dicho a la señora:
-- "Realmente, funciona: parece usted sólo 25 minutos más vieja que cuando entró".
Mirar a la gente es un entretenimiento fetén y en "Look", como si el mismo nombre de la feria te empujara a ello, uno acaba con dolor de ojos... ¡Qué azafatas! El paraíso de Esteso y Pajares. Un lugar ideal para ejercer de landista y hacer comentarios imitando la voz temblorosa de López Vázquez. ¿Se imaginan ustedes a Jennifer López vestida de Gracita Morales en "Las que tiene que servir"? En "Look" lo habrían visto ustedes.
Si yo no fuera por la calle observando el comportamiento de mis conciudadanos, no habría visto lo que es, en verdad, objeto de la entrada de hoy. Todo esto de la feria no ha sido más que una enorme digresión. Estaba yo parado en la calle Azcona, justo al lado de la biblioteca municipal, cuando veo que un señor de unos sesenta años se choca contra la puerta de entrada varias veces, como una mosca que trata de salir a través de la ventana cerrada. La puerta, indudablemente atrancada, se negaba a darle paso pero el hombre insistía cerril. Acertó a pasar una chica joven a su lado y, aunque no oí la conversación, supuse que el señor le preguntó por el horario de la biblioteca. En la puerta, y así se lo señaló la joven, había un enorme cartel amarillo que, con grandes letras verdes, rezaba:
"ENTRADA A LA BIBLIOTECA POR LA PUERTA DE LA CALLE PEATONAL"
Señor: ¿usted a qué va a la biblioteca si no lee ni el cartel de la puerta? Pues a lo mismo que fui yo a Look. Landismo es tradición.
X. Bea-Murguía (a 11 días de irme a República Dominicana).
1 Comments:
Yo, que compartí esa maravillosa experiencia contigo y que por motivos de trabajo me tragué y acepté (sin involucrarme, claro)estoy de acuerdo 100% en todo lo que has dicho. Es más, por una vez te has quedado corto. Lo más bizarro que me he podido echar a la cara son las hordas (si, salvajes y violentas) de peluqueras tipo "paqui" o en posición de serlo en breve, que inundaban el recinto. Esas lorzas enfajadas para la ocasión en camisetas "pretas" de leopardo; esas botas de tacón alto de charol blanco; esos pelos enlacados, con mechas de colores y extensiones peinadas en bucles de cascada con purpurina dorada y flores de raso... ¡QUÉ GLAMOUR! Ya se por qué Lucía Etxebarría no va a la pelu a acicalarse, aunque a ella, según ha dicho públicamente, tampoco se le da muy bien lo del glamour y se compra el champú en los chinos. ¡Qué pais!. Menos mal que me doy un respiro y en breve me piro a ver otro tipo de horterada en el extranjero.
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