Falocracia

Queridos amigos,

perdonen que les diga esto. No soy yo muy amigo de hacer chistes con los apellidos de nadie, pero es que los hay que parece que estén pidiendo a gritos unas carcajadas, que unas chanzas les vienen como anillo al falo. En mi colegio, por ejemplo, había una saga familiar que todos aquellos de ustedes que fueron compañeros míos de cole recordarán: los Rojo Conejo. Las chicas Rojo Conejo, imagino, labraron una paciencia de oro soportando a listillos que se pensaban originales haciendo chistes con sus apellidos, sobre todo llegada una edad. Supongo que llegarían a plantearse si valdría la pena mantenerlos.

Pero, ¿qué voy a decir yo que mis hijos se apellidan Blanco Chillón? Tiene su gracia también, hay que reconocerlo, e imagino que ellos también van a tener que soportar no pocas poesías y gracietas de personajes que se van a pensar que son los primeros en hacer la gracia.

A mí casi se me pasaron las ganas de hacer chistes con los apellidos cuando le hice la gracia a una tal Beatriz Chillón (¡¡¡YOOOOOOOOOOOOO!!) y resultó que la tal Beatriz Chillón era la rubia que adornaba el asiento de delante que, con toda su mala hostia, metía leches como panes.

Así me gustan a mí las mujeres: con carácter. ¡Coño!

Por eso, a pesar de que por reírme del apellido de mi mujer, ella cayó en mis redes (jeje), no me gusta reírme de los apellidos de nadie. Por solidaridad con todas las Rojo Conejo, con los Macías Pajas, con los Armando Guerra y los Blanco Chillón que hubo y habrá.

Pero lo de hoy es mucho...

Este señor...

Madrecita...

Este buen hombre, director general de Salud Pública del Gobierno de Aragón...

Se llama...

Francisco Javier Falo.

Sí. Falo. No Fanlo, que es un apellido muy aragonés. Ni Fago, como el pueblo famoso. No, no: Falo (como pene, cipote, miembro/a viril, prepucio, pucio y postpucio, verga, polla, pito, vengador calvo...). Y como Francisco Javier Falo manda mucho en la salud pública de los aragoneses, casi podríamos decir que en Aragón, en materia sanitaria, se está pasando por un época de falocracia.

Todas las odiadoras o envidiosas del falo tiene hoy, en Aragón, una razón para persistir en su lucha: en Zaragoza manda el falo y eso ya no se corresponde con los tiempos. Se puede sugerir que nombren codirectora, por ejemplo, se me ocurre ahora, a una de las hermanas Rojo Conejo, a ver si entre el Falo y el Rojo Conejo parimos buenas ideas, de la factoría Falo-Rojo, para mejorar la salud de los aragoneses.

Porque, de momento, las ideas del señor Falo, y por eso he hecho la excepción hoy, me tocan los cojones. Y hasta aquí me voy a meter con él, porque lo demás es profesional y esto sólo personal.

X. Pene-Murguía