Un consejo a largo plazo
Queridos amigos,
cuando lo conocí, hace diez años o puede que fueran doce o tal vez nueve, me soltó un consejo perfectamente absurdo, así, de primeras, inmediatamente después de que me dijeran su nombre.
-- Este es Sergio... Javier...
-- Javier, hermano... Te voy a dar un consejo: que no se te olvide respirar. Es muy importante. Ya ves.
Me dejó loco. Él hace estas cosas. Le gusta poner barreras, pero, después, compartiendo un Ducados en la escalera de incendios de La Paz, el 15 o el 16 de marzo de 2001, uno se da cuenta de que debajo del caparazón, hay sopa de tortuga.
En otras ocasiones, insistió, porque cuando a Sergio Galindo le da por una, o piensas que está mal de lo suyo (que ya les digo yo que no) o te partes el espinazo de risa.
-- Javi, hermano, que no se te olvide respirar.
-- Estoy en ello, hermano. Estoy en ello.
Hace dos años, en Dominicana, me tiré al agua por primera vez. Estaba Jose y estaba él y había litros y litros de cerveza y un camarero, Margarito, con la muñeca dislocada de darle yesca al caño de cerveza Presidente. Al segundo día, todos los camareros y la guirigada del hotel conocían ya a Sergio, el calvo, y lo saludaban por doquier poniéndose el vaso, nunca lleno del todo, sobre la cabeza.
-- Es que en la calva se pega tó, ya ves - y si necesita las dos manos para algo, se planta la tarjeta de la habitación en el occipucio y ahí se queda, como si tuviera velcro. Y yo me lo imaginé bailando con la copa en la cabeza, al modo de las lecheras gallegas de las fotos antiguas.
-- ¿No os animáis? -les pregunté antes de la última cerveza.
José es de seco (por fuera) y ni se lo plantea. Sergio me miró y me dijo:
-- Me cuesta respirar fuera, como para respirar dentro del agua, ya ves.
Y cuando, después de estudiarme el libro, me iba al cursillo, añadió:
-- Javi, hermano, que no se te olvide respirar.
Que es un enorme consejo, a la larga, porque es la norma número uno del buceo: "nunca dejes de respirar". ¿Lo ven? Sergio, en el fondo, tenía razón. En aquella ocasión, cuando mis pies se salían de los raíles de arena que, durante tres o cuatro días, habían trazado nuestros pasos en peregrinación de la hamaca al chiringuito, ida y vuelta con fervor creyente, también me dijo:
-- Ten cuidado, no le quites el tapón a la isla, que después se va a poner el sumidero perdido de barrujo y de piñotes.
Ya ves.
El primer consejo, me sirvió, ¿quién lo iba a decir? Para el segundo, estaré alerta.
X. Bea-Murguía (que no se os olvide respirar, hermanos).
Todo esto, jeje, qué cabeza la mía, venía porque uno, al final, es de los que o masca chicle o sube la escalera, pero las dos cosas a la vez... Bastante tenía con seguir el consejo de Sergio, que no se me olvide respirar, como para encuadrar bien las fotos... Pero ahí van algunas... Las buenas, las hizo Beatriz (que sí que puede mascar chicle y subir la escalera al mismo tiempo).
Esto es un autorretrato submarino.
Beatriz, al final, compensa... Jojo.
Puede que ustedes no lo vean, pero ahí hay un angelote durmiendo.
No puedo, no puedo. Siete caballos vienen de Bonanza. Soy un finstro duodenal. Joer, qué estilo tengo. Comparen, comparen.
Bueno, no, no comparen que las comparaciones son odiosas. En fin, que ya me he aburrido de poner fotos. Ya pondré más (o no).
cuando lo conocí, hace diez años o puede que fueran doce o tal vez nueve, me soltó un consejo perfectamente absurdo, así, de primeras, inmediatamente después de que me dijeran su nombre.
-- Este es Sergio... Javier...
-- Javier, hermano... Te voy a dar un consejo: que no se te olvide respirar. Es muy importante. Ya ves.
Me dejó loco. Él hace estas cosas. Le gusta poner barreras, pero, después, compartiendo un Ducados en la escalera de incendios de La Paz, el 15 o el 16 de marzo de 2001, uno se da cuenta de que debajo del caparazón, hay sopa de tortuga.
En otras ocasiones, insistió, porque cuando a Sergio Galindo le da por una, o piensas que está mal de lo suyo (que ya les digo yo que no) o te partes el espinazo de risa.
-- Javi, hermano, que no se te olvide respirar.
-- Estoy en ello, hermano. Estoy en ello.
Hace dos años, en Dominicana, me tiré al agua por primera vez. Estaba Jose y estaba él y había litros y litros de cerveza y un camarero, Margarito, con la muñeca dislocada de darle yesca al caño de cerveza Presidente. Al segundo día, todos los camareros y la guirigada del hotel conocían ya a Sergio, el calvo, y lo saludaban por doquier poniéndose el vaso, nunca lleno del todo, sobre la cabeza.
-- Es que en la calva se pega tó, ya ves - y si necesita las dos manos para algo, se planta la tarjeta de la habitación en el occipucio y ahí se queda, como si tuviera velcro. Y yo me lo imaginé bailando con la copa en la cabeza, al modo de las lecheras gallegas de las fotos antiguas.
-- ¿No os animáis? -les pregunté antes de la última cerveza.
José es de seco (por fuera) y ni se lo plantea. Sergio me miró y me dijo:
-- Me cuesta respirar fuera, como para respirar dentro del agua, ya ves.
Y cuando, después de estudiarme el libro, me iba al cursillo, añadió:
-- Javi, hermano, que no se te olvide respirar.
Que es un enorme consejo, a la larga, porque es la norma número uno del buceo: "nunca dejes de respirar". ¿Lo ven? Sergio, en el fondo, tenía razón. En aquella ocasión, cuando mis pies se salían de los raíles de arena que, durante tres o cuatro días, habían trazado nuestros pasos en peregrinación de la hamaca al chiringuito, ida y vuelta con fervor creyente, también me dijo:
-- Ten cuidado, no le quites el tapón a la isla, que después se va a poner el sumidero perdido de barrujo y de piñotes.
Ya ves.
El primer consejo, me sirvió, ¿quién lo iba a decir? Para el segundo, estaré alerta.
X. Bea-Murguía (que no se os olvide respirar, hermanos).
Todo esto, jeje, qué cabeza la mía, venía porque uno, al final, es de los que o masca chicle o sube la escalera, pero las dos cosas a la vez... Bastante tenía con seguir el consejo de Sergio, que no se me olvide respirar, como para encuadrar bien las fotos... Pero ahí van algunas... Las buenas, las hizo Beatriz (que sí que puede mascar chicle y subir la escalera al mismo tiempo).
Esto es un autorretrato submarino.
Beatriz, al final, compensa... Jojo.
Puede que ustedes no lo vean, pero ahí hay un angelote durmiendo.
No puedo, no puedo. Siete caballos vienen de Bonanza. Soy un finstro duodenal. Joer, qué estilo tengo. Comparen, comparen.
Bueno, no, no comparen que las comparaciones son odiosas. En fin, que ya me he aburrido de poner fotos. Ya pondré más (o no).
5 Comments:
Fabulosa táctica: dos años sin limpiar la piscina para que las fotos parezcan hechas en el mar.
Felicidades por la idea.
Fdo.: Cuanto sol hace (007 contra el cambio climático)
¿No había tiburones u otras bestias marinas? Se nota que no es una película americana (y no lo digo porque no tengas abdominales y eso).
Cuanto sol hace, están hechas en el mar, hombre. Que nosotros somos pijos, pero muy limpios y tenemos la piscina que ni lavada con Mistol. Faltaría.
Ibero: tengo UN solo abdominal, grandecito y para qué más, Dios Mío. ¿Para qué?
Y mi dinero me ha costado, que no te creas que esto se cultiva con Biomanan. No.
Javier
Eso explica la facilidad para descender en esas procelosas aguas. Ni impulso ni nada. Puro peso muerto y arreando.
Joder, eso es sinónimo de salud, coñe.
:D
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