Por un amigo que ya no está
Queridos amigos:
Toda mi alegría, con la que he iniciado la semana, se ha ido a la mierda. A pesar de todo lo que les he dicho, tengo que confesarles que me enfrento a unos días tristes como no soy capaz de recordar por un acontecimiento, esperado pero no por eso menos desdichado, que sucedió ayer mismo.
Supongo que todos ustedes han pasado por un trance parecido y que tendrán sus propias sensaciones. En mi caso, la falta de un amigo tan querido me produce un enorme vacío que llega a transformarse en dolor físico. Empiezo notándolo en el estómago, no sé si serán los nervios o si será que la nada también duele, y se extiende a todo mi cuerpo y, como dijo Miguel Hernández, "me duele hasta el aliento". Y cuando, por fin, libero mi pensamiento de todos los asuntos que me ocupan, de toda responsabilidad, cuando llega el momento deseado y esperado de relajarme, de dejar mi mente en blanco, la estrenada ausencia del amigo llena la estancia y ya es imposible pensar en otra cosa. Puedes irte a la cama, pegar la boca a la almohada para acallar tu lamento; puedes concentrarte en ver la televisión (si eso fuera alguna vez posible) o en leer un libro o en buscar distracción insomne navegando por páginas webs, ésas que siempre visitas pero que, en estas circunstancias más que nunca, se te antojan vacías de significado.
Es muy duro.
Lo cierto es que nos conocimos hace muy poco. Me apasionó su beso rojo, la honra con que portaba su bandera extremeña haciendo de su pequeña patria su sentido, el frío tibio de su abrazo, el sabor de su conversación hecha de tripas, cruda, real, emocionada, sin nada que esconder. Hemos mantenido una amistad sincera de un par de meses, no más, porque al poco de conocernos yo me di cuenta, me lo contó su cuerpo menguante a ojos vista, que su desaparición era inevitable.
Comprendí que me iba a dejar huella, que por poco tiempo que fuera el que nos quedara de amistad, debía aprovechar cada instante de su compañía, rebañar hasta su roja saliva como si cada gota fuera la última, ésa que habría de dejar en mi memoria, perenne, el recuerdo de nuestras horas juntos.
Ahora que se ha ido, las lágrimas rebalan hasta mi boca, pero no consiguen inundarme del sabor de su compañía. Trato de recordarlo, relamiendo con avaricia cada una de ellas, porque me he dado cuenta de que no hace ni un día desde que se fuera y que, por desgracia, no consigo retenerlo en mi memoria.
Pedro... Isabel... Se me ha terminado el chorizo de la Tía Eugenia. Lo he estirado todo lo que he podido, partiéndolo en rodajas con precisión cirujana, pero ya sólo me queda llanto. He pensado en enmarcar su cordel tricolor y montarle un altar en casa, pero mi señora no me deja. ¿Qué puedo hacer?
Háganme un favor: por solidaridad, exhiban un crespón negro en señal de duelo por el chorizo de la Tía Eugenia, que ya no ha de volver y me ha dejado un vacío inabarcable en la nevera.
X. Bea-Murguía (espero su sentido pésame)
Toda mi alegría, con la que he iniciado la semana, se ha ido a la mierda. A pesar de todo lo que les he dicho, tengo que confesarles que me enfrento a unos días tristes como no soy capaz de recordar por un acontecimiento, esperado pero no por eso menos desdichado, que sucedió ayer mismo.
Supongo que todos ustedes han pasado por un trance parecido y que tendrán sus propias sensaciones. En mi caso, la falta de un amigo tan querido me produce un enorme vacío que llega a transformarse en dolor físico. Empiezo notándolo en el estómago, no sé si serán los nervios o si será que la nada también duele, y se extiende a todo mi cuerpo y, como dijo Miguel Hernández, "me duele hasta el aliento". Y cuando, por fin, libero mi pensamiento de todos los asuntos que me ocupan, de toda responsabilidad, cuando llega el momento deseado y esperado de relajarme, de dejar mi mente en blanco, la estrenada ausencia del amigo llena la estancia y ya es imposible pensar en otra cosa. Puedes irte a la cama, pegar la boca a la almohada para acallar tu lamento; puedes concentrarte en ver la televisión (si eso fuera alguna vez posible) o en leer un libro o en buscar distracción insomne navegando por páginas webs, ésas que siempre visitas pero que, en estas circunstancias más que nunca, se te antojan vacías de significado.
Es muy duro.
Lo cierto es que nos conocimos hace muy poco. Me apasionó su beso rojo, la honra con que portaba su bandera extremeña haciendo de su pequeña patria su sentido, el frío tibio de su abrazo, el sabor de su conversación hecha de tripas, cruda, real, emocionada, sin nada que esconder. Hemos mantenido una amistad sincera de un par de meses, no más, porque al poco de conocernos yo me di cuenta, me lo contó su cuerpo menguante a ojos vista, que su desaparición era inevitable.
Comprendí que me iba a dejar huella, que por poco tiempo que fuera el que nos quedara de amistad, debía aprovechar cada instante de su compañía, rebañar hasta su roja saliva como si cada gota fuera la última, ésa que habría de dejar en mi memoria, perenne, el recuerdo de nuestras horas juntos.
Ahora que se ha ido, las lágrimas rebalan hasta mi boca, pero no consiguen inundarme del sabor de su compañía. Trato de recordarlo, relamiendo con avaricia cada una de ellas, porque me he dado cuenta de que no hace ni un día desde que se fuera y que, por desgracia, no consigo retenerlo en mi memoria.
Pedro... Isabel... Se me ha terminado el chorizo de la Tía Eugenia. Lo he estirado todo lo que he podido, partiéndolo en rodajas con precisión cirujana, pero ya sólo me queda llanto. He pensado en enmarcar su cordel tricolor y montarle un altar en casa, pero mi señora no me deja. ¿Qué puedo hacer?
Háganme un favor: por solidaridad, exhiban un crespón negro en señal de duelo por el chorizo de la Tía Eugenia, que ya no ha de volver y me ha dejado un vacío inabarcable en la nevera.
X. Bea-Murguía (espero su sentido pésame)
11 Comments:
Joder javi, qué susto me has dado, capullo!! (perdón por los palabros, pero es que esto no se hace).
Entiendo que esto es un pésame
Lo acepto
Besos
Javier
Javi, de veras que lo siento yo comparto tu sentimiento de dolor a mi me paso algo parecido con algo que me regalo alguien especial con el nacimiento de mi segundo hijo y que todavía recuerdo su sabor inconfundible y que me gustaría volver a recordar.. Beatriz haz feliz este sueño que llevo tanto tiempo esperando....
Besos
Javier
¿Besos Javier?
No seas tan discreta, que tu marido no va a sospechar.
Besos
Marga
No pienso darte el pésame ni nada que se le parezca. Tu no eres un amigo, tu lo que eres es un cabrón. Mira que tener durante dos meses un chorizo buenísimo en casa y no invitar…
Nada, nada.
Un abrazo,
PABLO
¡Qué rencoroso!
Prácticamente no lo sabía ni Beatriz. Lo tenía escondidito, en un rinconcito donde no llamaba la atención.
Javier
Amigo mío, dan ganas de morirse para que le escribas a uno cosa parecida. Nos tienes a los demás, sin chorizo pero con guitarra.
Besos
¡Hombre!
Muchas gracias, amigo, pero es obvio que preferiría no tener que escribir sobre eso en mucho, mucho tiempo. Ni bien ni mal ni regular.
A ver si nos vemos pronto.
Besos
Javier
Yo ya sabes que de chorizo nada pero que me molan las citas a ciegas.Me la emborrachas vamos.
Hormon
Sorprendente, desternillante...
Qué derroche de pasión por unos trozos de carne y tocino envueltos en tripa.
Por esta entrada te mereces un bocata. Cuando quieras pásate a cobrar tu recompensa.
Isa.
¡Olé! ¡Olé! ¡Vida Cedillo! ¡Vota al Boti!
Javier
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