La vida es problemas
Queridos amigos,
llevo siete días de vacaciones en Galicia aislado del invierno veraniego que asola el resto de España, como si a este pequeña esquinita del mapa no hubiera llegado aún el cambio climático, que parece una de esas modas modernas de la gente de ciudad. Han hecho falta ocho amaneceres para que haga acto de presencia el cielo bajo gallego, hoy se ha levantado gris como una amenaza, dispuesto a chafarnos la buena racha de sol y playa que hemos conseguido.
Y, aún así, creo que abrirá, tengo bastantes esperanzas en que, en cosa de una hora, podamos estar de nuevo en la playa. Esto me hace creer que, de alguna manera, estamos aislados de los problemas. Como no uso reloj, ni calendario, he perdido el sentido del tiempo; como no me suena el móvil, sobre todo porque no lo llevo encima, no me llegan llamadas; no pienso en nada, salvo en tener un ratito para leer bajo la sombrilla, hacer fotos, tomarme una cañita antes de la comida, zampar a destajo y dar un paseíto por la noche con la criatura ya acostada, no muy rápido, pero con paso firme, por si nos siguieran los problemas que queden bien atrás, en Madrid, donde los he dejado aparcados a merced del vigilante de la hora. Ya iré a por ellos. No tengo prisa.
Si la frase de Zorba, el griego "La vida es problemas. La muerte es la solución" fuera cierta, y miren que yo le doy vueltas a las cosas, entonces es que esto no es vida. No es vida, no.
¡Qué va a ser!
En la foto, como pueden observar, mi sobrino Iñigo constata que esto no es vida.
X. Bea-Murguía (y los percebes son los dedos negros de la muerte)
llevo siete días de vacaciones en Galicia aislado del invierno veraniego que asola el resto de España, como si a este pequeña esquinita del mapa no hubiera llegado aún el cambio climático, que parece una de esas modas modernas de la gente de ciudad. Han hecho falta ocho amaneceres para que haga acto de presencia el cielo bajo gallego, hoy se ha levantado gris como una amenaza, dispuesto a chafarnos la buena racha de sol y playa que hemos conseguido.
Y, aún así, creo que abrirá, tengo bastantes esperanzas en que, en cosa de una hora, podamos estar de nuevo en la playa. Esto me hace creer que, de alguna manera, estamos aislados de los problemas. Como no uso reloj, ni calendario, he perdido el sentido del tiempo; como no me suena el móvil, sobre todo porque no lo llevo encima, no me llegan llamadas; no pienso en nada, salvo en tener un ratito para leer bajo la sombrilla, hacer fotos, tomarme una cañita antes de la comida, zampar a destajo y dar un paseíto por la noche con la criatura ya acostada, no muy rápido, pero con paso firme, por si nos siguieran los problemas que queden bien atrás, en Madrid, donde los he dejado aparcados a merced del vigilante de la hora. Ya iré a por ellos. No tengo prisa.
Si la frase de Zorba, el griego "La vida es problemas. La muerte es la solución" fuera cierta, y miren que yo le doy vueltas a las cosas, entonces es que esto no es vida. No es vida, no.
¡Qué va a ser!
En la foto, como pueden observar, mi sobrino Iñigo constata que esto no es vida.
X. Bea-Murguía (y los percebes son los dedos negros de la muerte)
Etiquetas: Galicia, Iñigo, vacaciones
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