lunes, septiembre 17, 2007

De Quitapesares

Queridos amigos,

Tengo un amigo, uno de los buenos, cuyo nombre no sé si decir aquí, porque, quizá, lo que voy a contar le perjudique, pero se llama Raúl García de Frutos y vive en Quitapesares, Segovia. Cuando leo este párrafo, me acuerdo de él:

En Tarento no se usa [el nudo púnico] porque es el obligado para los ahorcamientos. Esto de los nudos va por provincias. Lo que gusta aquí, no gusta allá. El amarrote tiene el verdugo que colocarlo sobre la nuca y, como desliza, hace sacar la lengua. En Tarento, ahorcado que no saca la lengua, no hace gracia”.
(Álvaro Cunqueiro. “Las mocedades de Ulises”).

Las costumbres, como los nudos marineros, van por pueblos, más que por provincias. En Bernardos, Segovia, por ejemplo, el que se ennovia con una chica del pueblo o se paga la costumbre a los amigos de la chica o va por el Puente de Piedra al río Eresma. Sin contemplaciones. Antes se hacía en el Abajo, una charca local que se secó, atando al pretendiente a un burro y dejándolo allí a su suerte, que no era otra que caer de bruces en el lodo y hacer compañía a los sapos.

Yo la pagué, como corresponde, porque las costumbres, centenarias o modernas, son parte del patrimonio cultural y hay que hacer por mantenerlas vivas: es responsabilidad de todos. En próximas fechas, Jose, el marido de la mayor de Abundia, se va a pagar una cena a base de ensaladas, tostón y ponche de los Reales Alcázares, como manda la tradición, y, así, pone el amarrote en la nuca de unos cuantos que aún no saben si rascarse el bolsillo o comprarse un paracaídas. El que mejor poner el amarrote sobre la nuca es Raúl, que vale tanto para eso como para cortar el pelo a dentelladas. Por eso, sólo por eso, ya merece la pena sacarlo de Quitapesares para que se airee de tanto electroshock y tanto Prozac. Además, así se inspira para acabar de escribir sus antimemorias apócrifas, que ha titulado “Psicopatía”.

En Carbonero el Mayor, Segovia, tienen fama de borricos. Luego no es para tanto, pero ellos hacen por mantener su prestigio en toda la provincia, en dura competencia con los nativos de Espirdo y los de Valsaín. En eso se les va mucha fuerza: en propagar que son más brutos que nadie. Dicen, y si no es verdad, está muy bien contado, que quisieron meter una viga atravesada por la puerta de la iglesia y que, viendo que no había manera, alguien propuso untar las jambas con manteca para que deslizara, como el nudo púnico.

Salió al baile Raúl, el nieto del Relojero de Bernardos, por las escaleras de Yagüe con un cubata en la mano y, como le faltaban manos para ajustarse el pañuelo, colocó el vaso en la cabeza a un chaval de Carbonero el Mayor, quien, como pueden imaginar, se revolvió y encaró al “Relojero”:

-- ¡Vete a vacilar a tu puta madre, chaval, que yo soy de Carbonero! ¿Tú sabes dónde está Carbonero? ¿Sabes dónde está? ¡Pues mucho cuidado!

Los de Carbonero, además, son demasiado susceptibles. ¡Tampoco era para tanto! Por un momento, pensé que iba a haber lío, pero Raúl tenía la situación bajo control. Había recuperado su vaso con gran destreza y, con el tacto propio de un diplomático, de alguien que maneja con templanza las situaciones difíciles, cuando el nativo de Carbonero acabó su perorata, recordándonos que en su pueblo le mastican la huevera a cualquiera por mucho menos, el Relojero le volvió a poner el vaso en la cabeza.

-- ¡Eh! –dijo el de Carbonero con un tono más agresivo, haciendo un ademán por liberarse del peso del cubata de Raúl-. ¡Chaval!

Y el Relojero, de nuevo, pum, vaso en la cabeza y, pum, vaso en la cabeza y, pum, vaso en la cabeza y, así, seis o siete veces consecutivas que el pobre chico de Carbonero acabo diciéndonos: “Yo os conozco. Los Bigardos, claro. Sois unos tíos muy majos. Venid, venid, que os presento a mi novia, por si la queréis meter mano”.

En esto, como en todo, hay opiniones, pero yo, en principio, sí sería partidario de que a este pobre chico lo destierren de Carbonero el Mayor y lo manden para Madrid, o para cualquier otro lugar habitado por blandengues urbanitas y pijos remilgados que no te destrozan todos los metacarpianos cuando te dan la mano.

X. Bea-Murguía (Sergio tenía pelo antes de que, como se puede ver en la foto, llegara el Relojero a cortárselo a dentelladas).

Esta mañana, mi ordenador estaba de nones, así que me la he enviado al curro y, ahora, en mi hora de comer (que conste), la he colgado.

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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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Si no fuera por estos ratos...
Ánimo relojero, a terminar psicopatía, que a lo mejor te dan un premio o inspiras a un asesino en serie.
Creo que el ruso ese de el ajedrez estaba el día de la abuela de hace dos años tomando un chato en los bigardos....con raúl, claro.

Gunter Prien.

17 septiembre, 2007 21:40  
Blogger Unknown said...

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