Ibarretxeren harakiria
Queridos amigos,
de existir, que no está muy claro, el derecho a decidir es bastante complicado porque no se sabe muy bien qué es lo que se puede decidir y lo que no; porque sus límites son tan artificiales como las fronteras y porque, al final, siempre hay una enorme masa de gente cuyo propio derecho a decidir resulta cercenado como si le hubieran aplicado una cura a base de katana samurai.
Cuando estos tipos abren la bocaza, siempre me recuerdan al Frente de Liberación de Judea de "La vida de Brian", genial crítica a la ideología del Partido Aldeanista Vasco y del derecho a decidir:
STAN: Quiero ser una mujer. Desde ahora, quiero que me llaméis Loreta.
REG: ¿Qué?
STAN: Es mi derecho como hombre.
JUDITH: ¿Por qué quieres ser Loreta, Stan?
STAN: Porque quiero tener hijos.
REG: ¿Quieres tener hijos?
STAN: Los hombres también tienen derecho a tener hijos si quieren.
REG: ¡Pero tu no puedes parir!
STAN: ¡No me oprimas!
Ese "¡No me oprimas!" es sencillamente genial. Los nacionalistas son el clásico ejemplo de derecho a decidir cortado en filetes. Ellos tienen derecho a decidir. Los demás, no.
Algo que con lluvia fina y mucho machacar han conseguido imponer como verdad inamovible es su simbología nacional (ésa que, por supuesto, es sagrada, no como las fotos de los reyes o la mierda de la bandera española). Sabino Arana Goiri, ese grandísimo racista, se inventó, además de la ikurriña, copia chunga de la bandera del Reino Unido, un montón de nombres, procurando saltarse la raíz castellana. Un siglo después, la gente ha asimilado que Koldo es Luis en euskera, pero Koldo no es más que un palabro elaborado por Arana a partir de Clodoveo o Clovis, que es el origen germánico de Luis. "El bucle melancólico", de Jon Juaristi, está lleno de estos y otros ejemplos, que desmontan totalmente la falsa mitología local que da pie a la ideología nacionalista. Juaristi es un rebotado, dirán ustedes, y profesa la fe del converso, y todo eso es cierto, seguramente, pero su verdad a mí me vale. Les recomiendo ese libro.
Koldo, todo sea dicho, es el apócope de Koldovika (entonces se escribía con uve, ahora no lo sé), que yo he usado millones de veces para llamar de forma cariñosa a mi hermano Luis. No cuestiono la legitimidad de llamar a un niño Koldo, incluso es un nombre que me gusta, pero la realidad es la que es: Koldo es una moto que nos ha vendido como tantas otras.
Arana decidió muchas cosas en nombre de los vascos: por ejemplo, decidió que la batalla de Arrigorriaga, entre vizcainos y astures, fíjense si está desfasadita la cosa, tuvo lugar el día de San Andrés del año 888. El mismo pueblo, Arrigorriaga, Piedras rojas, toma su nombre de la carnicería brutal que debió de ser la contienda, que tiñó las rocas del lugar de sangre para siempre en el imaginario nacionalista. De ahí, parte de la bandera. Este mismo recurso, porque la sangre de los mártires riega la semilla de la patria oprimida, lo usan los nacionalistas catalanes, que sitúan el nacimiento de su senyera en la muerte de Wilfredo el Piloso, héroe catalán con nombre de modelo de anuncio de Gillete, que, con la mano ensangrentada, arañó con sus cinco dedos la arena de la playa tatuando para siempre en la terra lliure catalana su bandera.
¿Se puede ser más fascista?
Pues sí: puedes tratar de decidir por los demás. Como quiere hacer Ibarretxe. Su consulta popular no me da ningún miedo, ni aún en el caso de que saliera a favor de la independencia, que es muy dudoso, como tampoco me importa mucho, o más bien nada, si el País Vasco se independiza o no.
Su apuesta es arriesgada, pero está bien medida. Casi parece pactada. Da una oportunidad al Gobierno de Españñña para despejar las dudas que ha sembrado el PP entre el electorado respecto a la españñññolidad de ZP y, por su parte, Jonjo Ibarretxe echa la caña en el caladero de votantes de HB-ETA, a quienes, ésta vez sí, sin excusas, sin listas dudosas, sin decisiones judiciales raras, con la Ley de Partidos en la mano, van a impedir presentarse a las elecciones generales de marzo.
Si no es por esto que yo me barrunto, sólo encuentro una explicación plausible. Ibarretxe no sabía cómo se dice "suicidio ritual" en euskera y buscó y buscó y buscó entre los clásicos de la literatura vasca del siglo X antes de Josu Kristo, hasta que dio con ello:
-- ¡Harakiri Laostia!.
X. Bea-Murguía (En virtud de mi derecho a decidir, he decidido que tengo 25 años y peso 70 kilos. Es mi derecho como hombre).
de existir, que no está muy claro, el derecho a decidir es bastante complicado porque no se sabe muy bien qué es lo que se puede decidir y lo que no; porque sus límites son tan artificiales como las fronteras y porque, al final, siempre hay una enorme masa de gente cuyo propio derecho a decidir resulta cercenado como si le hubieran aplicado una cura a base de katana samurai.
Cuando estos tipos abren la bocaza, siempre me recuerdan al Frente de Liberación de Judea de "La vida de Brian", genial crítica a la ideología del Partido Aldeanista Vasco y del derecho a decidir:
STAN: Quiero ser una mujer. Desde ahora, quiero que me llaméis Loreta.
REG: ¿Qué?
STAN: Es mi derecho como hombre.
JUDITH: ¿Por qué quieres ser Loreta, Stan?
STAN: Porque quiero tener hijos.
REG: ¿Quieres tener hijos?
STAN: Los hombres también tienen derecho a tener hijos si quieren.
REG: ¡Pero tu no puedes parir!
STAN: ¡No me oprimas!
Ese "¡No me oprimas!" es sencillamente genial. Los nacionalistas son el clásico ejemplo de derecho a decidir cortado en filetes. Ellos tienen derecho a decidir. Los demás, no.
Algo que con lluvia fina y mucho machacar han conseguido imponer como verdad inamovible es su simbología nacional (ésa que, por supuesto, es sagrada, no como las fotos de los reyes o la mierda de la bandera española). Sabino Arana Goiri, ese grandísimo racista, se inventó, además de la ikurriña, copia chunga de la bandera del Reino Unido, un montón de nombres, procurando saltarse la raíz castellana. Un siglo después, la gente ha asimilado que Koldo es Luis en euskera, pero Koldo no es más que un palabro elaborado por Arana a partir de Clodoveo o Clovis, que es el origen germánico de Luis. "El bucle melancólico", de Jon Juaristi, está lleno de estos y otros ejemplos, que desmontan totalmente la falsa mitología local que da pie a la ideología nacionalista. Juaristi es un rebotado, dirán ustedes, y profesa la fe del converso, y todo eso es cierto, seguramente, pero su verdad a mí me vale. Les recomiendo ese libro.
Koldo, todo sea dicho, es el apócope de Koldovika (entonces se escribía con uve, ahora no lo sé), que yo he usado millones de veces para llamar de forma cariñosa a mi hermano Luis. No cuestiono la legitimidad de llamar a un niño Koldo, incluso es un nombre que me gusta, pero la realidad es la que es: Koldo es una moto que nos ha vendido como tantas otras.
Arana decidió muchas cosas en nombre de los vascos: por ejemplo, decidió que la batalla de Arrigorriaga, entre vizcainos y astures, fíjense si está desfasadita la cosa, tuvo lugar el día de San Andrés del año 888. El mismo pueblo, Arrigorriaga, Piedras rojas, toma su nombre de la carnicería brutal que debió de ser la contienda, que tiñó las rocas del lugar de sangre para siempre en el imaginario nacionalista. De ahí, parte de la bandera. Este mismo recurso, porque la sangre de los mártires riega la semilla de la patria oprimida, lo usan los nacionalistas catalanes, que sitúan el nacimiento de su senyera en la muerte de Wilfredo el Piloso, héroe catalán con nombre de modelo de anuncio de Gillete, que, con la mano ensangrentada, arañó con sus cinco dedos la arena de la playa tatuando para siempre en la terra lliure catalana su bandera.
¿Se puede ser más fascista?
Pues sí: puedes tratar de decidir por los demás. Como quiere hacer Ibarretxe. Su consulta popular no me da ningún miedo, ni aún en el caso de que saliera a favor de la independencia, que es muy dudoso, como tampoco me importa mucho, o más bien nada, si el País Vasco se independiza o no.
Su apuesta es arriesgada, pero está bien medida. Casi parece pactada. Da una oportunidad al Gobierno de Españñña para despejar las dudas que ha sembrado el PP entre el electorado respecto a la españñññolidad de ZP y, por su parte, Jonjo Ibarretxe echa la caña en el caladero de votantes de HB-ETA, a quienes, ésta vez sí, sin excusas, sin listas dudosas, sin decisiones judiciales raras, con la Ley de Partidos en la mano, van a impedir presentarse a las elecciones generales de marzo.
Si no es por esto que yo me barrunto, sólo encuentro una explicación plausible. Ibarretxe no sabía cómo se dice "suicidio ritual" en euskera y buscó y buscó y buscó entre los clásicos de la literatura vasca del siglo X antes de Josu Kristo, hasta que dio con ello:
-- ¡Harakiri Laostia!.
X. Bea-Murguía (En virtud de mi derecho a decidir, he decidido que tengo 25 años y peso 70 kilos. Es mi derecho como hombre).
Etiquetas: Juan José Ibarretxe, Política, Sabino Arana, ZP
5 Comments:
Ahívalaostia. ¿Que los vascos no somos vascos? Tú te apellidarás Urgoiti pero mira que suena maqueta tu entrada, Patxi. Cagondios.
Bingen Eparritarrekena Cebollaín (filólogo gudari)
Chaval, Urgoiti Izarzugaza, mi abuelo; Fernández de Viana Zurbitu mi abuela. Tengo Gorrotxategis, Osabas, Barrenetxeas y Martínez de la Hidalga.
Aquí hay RH para dar y tomar.
Javier Laos Tia
Usted y yo sabemos, señor Urgoiti, que naciones, banderas y patrias, se van como el humo. Y que, por el contrario, el humo, las palabras y, quizás, algo de alcohol forman la patria que hemos elegido. Esas pqueñas cosas y nuestras familias. Lo demás, banderita tú eres roja, banderita tú eres rayada o banderita tu eres a triángulos,me lo cuente Ibarretxe o Rosa Díez... en fin, que sabes por donde voy, y que cuando a Rick le preguntaron su nacionalidad respondió: "soy borracho"
Hay que joderse que serio me pongo de vez en cuando
Ex-ciudadano anónimo
Las naciones vas y vienen y todo eso, pero mientras tanto, oye, como va muriendo gente por la tontería.
Pero pelillos a la mar, si en cien años todos calvos.
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