martes, enero 29, 2008

Menos luces que en el corazón de las tinieblas


Queridos amigos,

ayer volví a dar pruebas de mi absoluta inutilidad para según qué cosas y es que me ordenaron penetrar en un espacio que me es tremendamente hostil; en un mundo salvaje, desconocido e inexplorado, lleno de amenazas y de misterios; un lugar en el que, cuando entro, pierdo de vista el horizonte y me siento como en el corazón de las tinieblas:

La ferretería, esa cueva que es propiedad del mal.

Soy un inútil. Lo confieso. Desarrollo todo mi potencial, en lo que a la habilidad se refiere, con muchas otras cosas, como por ejemplo mover las orejas, subir sólo una ceja (como Roger Moore), cortar un puro con la esquina de la uña y... ¿Qué más?... Bueno... Tres cosas. No está mal ¿no? Además, las puedo hacer a la vez: soy multitarea.

¡Ah! También sé beber un botellín de Mahou sin manos.

Eso sí, para cambiar una bombilla, soy de los que quita los plomos, que las carga el diablo y se electrocutan los gilipollas. Así que ayer me llama mi mujer a eso de las siete menos cuarto:

-- ¿Dónde andas?
-- Ahora no puedo hablar contigo, Beatriz. Estoy en un puticlub.
-- ¡Ah! ¡Vale! -a veces, me da la sensación de que ya no escucha mis tonterías-. Pues pásate por la ferretería antes de venir a casa, que se ha fundido la bombilla del cuarto del niño y no nos quedan de repuesto.

Con estos encargos, a mí se me viene el mundo encima, porque bombilla es una palabra trampa. Seguro que cuando llegue a la ferretería voy a decir:

-- Buenas tardes. Una bombilla por favor.
-- Buenas tardes. ¿De qué clase?
-- ¡Ah! Pues no sé. ¿Cuántas clases hay?
-- Trescientas cincuenta y ocho, aproximadamente.
-- Pues deme una bombilla redonda, que tenga un casquillo de este pelo, más o menos, y que dé luz.
-- ¿Las quiere usted de bajo consumo? -que debe de ser como preguntar a un tío si quiere que su coche chupe mucha o poca gasolina.
-- Sí, sí, claro -respondo como si yo supiera qué coño es eso del bajo consumo, pero como suena bien-. Deme cuatro.
-- Muy bien, aquí tiene -cuatro bombillas enroscadas como serpientes-. Son 32 euros.

¿No les he dicho que sé subir sólo una ceja y mover las orejas a la vez? Pues cuando el ferretero me dijo que cada bombillita valía ocho eurazos, se me activó el motor. ¡Su puta madre!

-- Joder con Solbes -dije anonadado-. ¡32 euros por cuatro luces! ¿No tendrá usted por ahí cuatro velas y un cándil y me lo hago de ecologista?
-- Es que las bombillas de bajo consumo son caras -me explica el hombre, que tampoco tiene la culpa de que yo sea un ignorante-, pero duran mucho más que las normales.
-- Vale, vale. Tome. ¡Será por dinero! Tengo más que Alemania. Como me lo hago yo en casa con la impresora de chorro de tinta...

Y, claro, cuando le llevo las bombillas a mi señora, tengo que vender mi adquisición:

-- Son de bajo consumo -explico, como si supiera qué significa eso-. Duran mucho más.
-- Ya, pero yo te he dicho de luz ambiente -¿me había dicho eso?- y no esta luz blanca que parece la de los neones del puticlub donde estabas -¡anda! Pues sí que me escucha. ¿A ver si el que no escucha soy yo? ¿Luces blancas en un puticlub?

No es culpa mía si soy incapaz de retener información que no me interesa. Para que se hagan a una idea, había vuelto a llamar a Beatriz desde la entrada misma de la ferretería, el corazón de las tinieblas, para que me repitiera el encargo. Colgué el teléfono, fui a entrar y, en lo que pensé en si la puerta era de empujar o de tirar, se me olvidó todo. Dante en el vestíbulo de los ignavos. No me había fijado en que, en la puerta, en lugar de "empujar" o "tirar", esa orden en indio arapahoe, alguien había colgado un cartel que rezaba: "Vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza". El resultado: 32 euros en bombillas.

-- Dame, anda, que voy yo a cambiarlas- mi mujer no se enfada conmigo por estas cosas porque de sobra sabe que en una ferretería soy carne de cañón, un peón sacrificado-. Encárgate tú de los baños de los niños -en mi favor diré que esto se me da muy bien.

Cuando volvió Beatriz de la ferretería, con cuatro bombillas y veintitantos euros, dijo: "Hágase la luz".

Y la luz se hizo.

X. Bea-Marlow (en el corazón de las tinieblas).

José Manuel Miner y Vélez... Muchas felicidades, hermano. Luego te llamo. Besos.

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8 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Javier me he reido un monton, busca una cancion de los Palacagüina, que se llama Clodomiro arteag, que iba cantando a la ferreteria " una libra de clavos y un formón" para que no se le olvidara, me has recordado a él. Gracias

I. G.

29 enero, 2008 10:26  
Anonymous Anónimo said...

Hola.
Tengo un amigo de unos 60 años, que siempre me dice que le encantan los escaparates de las ferreterías, y echar un vistazo por dentro, le parece un mundo insólito, fascinante, tanto clavo y tornillo, tanta cosa grande y pequeña… dice, que cuando su mujer le dice vamos a dar un paseo hasta Lopez de Hoyos, él solo piensa en llegar hasta la ferretería que hace esquina con Arturo Soria… ah, el paraíso, hay de todo.
Lo mismo le sucede al ir por Bravo Murillo, no puede remediarlo, la ferretería España, siempre le pilla de paso; para, entra, lo mira todo, los cajoncitos con esos tornillos o clavos fuera, para identificar las piezas de dentro, lo mira, lo mira, y se va tan contento. Es como visitar un museo… tantas cosas le llaman la atención; la pena no saber para que se utiliza nada…. le sigue fascinando. Martha

29 enero, 2008 10:58  
Anonymous Anónimo said...

Otro escalofriante testimonio de los peligros del javierismo extremo.

Dr. Rosado Pinky Blue (ginecólogo amateur)

29 enero, 2008 11:28  
Anonymous Anónimo said...

A mí md pasa como a ese conocido de Martha; tambien me fascinan las "ferres". A treinta metros de mi portal comienza una, la de Tucho, que tiene, por lo menos, otros treinta -y más, y más- de fachada, con un fondo que ni se sabe. A veces entro y me paseo, y pregunto, y hasta compro bombillas de consumo normal, cuantos más watios mejor (que soy muy amigo de todos los de Fenosa, empezando por su presidente Perico y su vicetodo Honorato (¡que no me invento los hombres!) y del patrón Florentino. Sí, sí, Perez...Es una maravilla lo de Tucho. Cuando mi mujer desaparece de casa, una de dos: o se ha ido al golf o está fumando en el café con las amigas. Cuando soy yo el que se pierde, una de dos, o estoy currando en el estudio o curioseando en Tucho. Me queda curiosidad, por lo menos hasta el año en que España consiga los Juegos Olímpicos. Bueno, menos, hasta que Esperanza sea presidenta del Gobierno, después de Zapatero, naturalmente. Yangtse.

29 enero, 2008 12:03  
Anonymous Anónimo said...

Javier, igualito que yo. Melenudo, como dice mi padre, coronel de caballería retirado, que no va a Andorra por no robar a la Patria. Y entonces, le digo yo, - ¿Papá si eso de la Patria ya no existe y en unos años ni se le espera?- Algo tetontece gracias al sofing y tripa cervecera-cocidera a mucha honra. Sí, somos nulos, inanes e inertes en la bricomanía de los cojones y de quién la inventó. Supongo que sería alguno que iba futut para llegar a final de mes y el pobre chaval se lo tuvo que currar con mucho esfuerzo pero con mucha mala leche. Nosotros también tenemos apuros para terminar la calenda pero somos solidarios y llamamos al electricista, al fontanero, al carpintero o cualquier tipo de bicho chapuzas que te pega la gran clavada (salida 20 euros, material 38,45 euros, una hora y media de trabajo 60 euros. - ¿Con factura o sin factura? Sin, por favor. Entonces no le incremento el IVA. Hombre, muchas gracias por el detalle y por venir a casa.-
Yo estaba virgen, me enorgullecía de ello, puedo decir que excluyendo un tacto rectal hace años para controlar la próstata, me mantenía virgen. Pero... me fui a vivir al monte, qué bonito, sin móvil, sin Internet, diez habitantes, las ovejitas, los buitres y... empiezan a ser necesarios los servicios profesionales de los del gotelé, el taladro, el martillo o el alicate. ¿Y dónde estaban?
Ja! Hubo un antes y un después, amigo. Aquí me tienes, he desertado del minúsculo grupo elitista de vagos y torpes para las reparaciones. Lo siento, la ferretería se ha convertido en mi segunda casa y mis bellas manos de pianista, en extremidades para el trabajo físico. Perdón, abuelo, te prometí que nunca trabajaría con ellas, pero la situación obliga.
No me mires así, el mal está allí y en cualquier momento te puede tocar a ti. Es cuestión de supervivencia.
A quién no entiendo es a los que disfrutan con "elo", con lo bien que se está en casa leyendo, con la música o una peli.
El error es hacerlo una primera vez y que te vea tu mujer. Ahí, estás perdido majo.
¡Ánimo! y perdona la extensión, ya sabes, hoy es el patrón de Zirigoza y voy sobrao de tiempo.
Besos, G. of Lyon y Cía(tlf. urgencias 666 666 666 llámame)

29 enero, 2008 12:35  
Anonymous Anónimo said...

¿Qué es una ferretería? Si queréis clavo o limas, venid a mi frutería, ya sabéis, trato familiar y ambiente agradable. Y las luces para Solbes, que nos hace falta. Yo, por si acaso, utilizo monederos de "bajo consumo", que nunca se sabe.

Frutero

29 enero, 2008 20:58  
Blogger Último Íbero said...

No hay nada más fascinante y aleccionador que escuchar una discusión entre un ferretero y un cliente experto sobre cualquier cosa.

Bueno, también es peligroso.

29 enero, 2008 22:41  
Blogger oakleyses said...

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05 noviembre, 2015 01:42  

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