Cien días

Queridos amigos,

antaño, los cien días fueron un imperio: el tiempo que transcurrió desde que Napoleón se diera el piro de la isla de Elba hasta Waterloo y su destierro, definitivo, en Santa Elena. Cosas curiosas (otros con poco más escriben un best-seller, a mí, que soy lelo, me da para una frase más o menos brillante en el blog), Dimitri Merejkovsky, en su "Vida de Napoleón", cuenta que, de niño, el corso anotó en uno de sus cuadernos del colegio, junto a un perfil dibujado del islote, la frase: "Santa Elena, pequeña isla", como si ya barruntara su destino: el final de un genio es acabar encerrado en una espacio tan pequeño como un candil de aceite.



Por supuesto, no es más que una casualidad.

Esos son los primeros cien días y estos, los últimos, los que algunos quieren celebrar en España, aunque no haya nada que celebrar. Pepiño Blanco, ese maestro de la "dialética", se ha tenido que escurrir el coco para tener algo que decir, más allá de "el gobierno ha tomado muchas medidas para combatir la crisis", sin enumerarlas, claro.

Se han puesto a pensar y como no hacen más que salir datos feos económicos (tantos que ya empieza a oler un poco a campaña mediática), han echado mano de la cúpula etarra, detenida el 20 de mayo, como el gran logro de estos cien días de gobierno.

Porque atribuirse lo de Karadzic sería feo, pero, vamos, que si le dan tiempo a Pepiño, él lo consigue, no lo duden... Y echarle la culpa a Aznar o al petróleo de que haya andado doce años en paradero desconocido. Es un monstruo, Pepiño.

Yo pensaba que habíamos acordado que con ETA era feo hacer política. Perdónenme, pero no veo la diferencia entre echarse los muertos a la cara y meterse los detenidos en el saco de los éxitos. Que alguien me la explique, porque soy corto: cuando la política antiterrorista va mal, no se puede criticar al gobierno; cuando se hace algo bien, se puede celebrar en los 100 días, como si fuera fruto del trabajo de Zapatero. Todos sabemos que no es así.



Aparte, el mérito de la detención de la cúpula etarra ni es tal ni es del gobierno de turno, por más que Alfredo Pérez Rubalcaba, ese político honesto, tratara de anotarse el tanto. Lo que se detuvo el 20 de mayo en Burdeos no era la cúpula de ETA, a ver si nos enteramos, que nos tragamos todos los sapos que nos lanzan los políticos sin masticarlos. Estos pegan el golpetazo mediático y eso ya no hay quien lo borre, pero derivado de la inspección pormenorizada de todo el material aprehendido a la supuesta cúpula, se han intervenido unos pasquines propagandísticos y no se ha detenido más que a cuatro pelanas inconexos y exaltados.

La cúpula de ETA se llama Josu Ternera y este andara, digo yo, haciendo poesías por ahí y publicándolas, bajo seudónimo, en la misma editorial que Karadzic.

X. Bea-Murguía