miércoles, diciembre 10, 2008

ETA se mea en los pantalones

Queridos amigos,

les voy a decir dos cosas. O tres. La primera, que flipo con mi amigo Javier Marca, que tiene una pasión tal por la panadería que me da una lección o dos cada vez que hablo con él. Y eso que se supone que el profesional del pan soy yo. Sí, sí. Que no sólo de tabaco vive el Hombre. Soy profesional de la panadería. He chupado obrador de pan desde 1998. Anoche, de nuevo, Marca me abrió los ojos. Gracias, Javier.

Segunda cosa, menos importante. La noticia impactante de ayer no es la destitución de Schuster sino que Aitzol Iriondo, el supuesto número uno de ETA detenido el lunes, se hizo pis encima cuando lo detuvieron? Es que alucino con los periódicos. Ahí, en ese detalle, hay una medida humana: la del asesino despiadado, la bestia que, sin embargo, se mea en los pantalones.

"BILBAO.- El dirigente etarra Aitzol Iriondo Yarza, alias 'Gurbitz', intentó sacar su pistola durante la detención, pero al tener las manos en los bolsillos su movimiento se retrasó y sólo llegó a poner una de las manos sobre el arma. Además, al proceder a cachearle y a ponerle las esposas, los agentes comprobaron que Iriondo se había orinado en los pantalones".

También los culpables se orinan encima. O Rubalcaba miente (cosa normal en él) y este Iriondo no es el número uno que nos han dicho (pero ni el número uno de su promoción de punto de cruz) o esos pantalones huelen a orina final: ETA se mea y cuando el miedo se convierte en lástima, el odio se hace desprecio.

Tercera cosa. Con toda mi mala intención iba a hacer una glosa javierense con Almudena Grandes, pero, ¿saben qué? Que he sido incapaz. Aparte de las salidas de tono, que muchos le perdonan con una condescendencia que no aplican a otros, de fusilamientos al amanecer y milicianos sudorosos violando a monjas, resulta que "Te llamaré viernes" y "Los aires difíciles" (libros que yo no he leído, pero mi mujer sí) están bien escritos. En el hojeo previo a las glosas ha resultado que no he encontrado, ni en uno ni en el otro, un solo hueco donde meter mi mala leche a cucharadas. Las cosas como son.

No son ni las siete y media de la mañana. Oigo a mi hijo toser al borde del vómito a través del tabique que separa este ordenador de su cama. Ayer me llamaron del colegio: había devuelto dos veces. Hoy no va. Yo, tampoco. Mi mujer sigue en Alemania. La niña oye a su hermano y rompe a llorar. Ya voy. Con esta letanía empiezan mis días desde hace un año, con llanto que es como comienza la vida misma.

X. Bea-Murguía