martes, septiembre 22, 2009

Los hombres que odian a las mujeres (una agitada noche)


Desvelado, después de una larga y agitada noche, decido cerrar el primer tomo de la Trilogía Millenium, "Los hombres que no amaban a las mujeres", de Stieg Larsson, para siempre. De un portazo. Le he dado una oportunidad de cincuenta páginas y estoy aún mucho más sorprendido, no por el libro, que es exactamente lo que me esperaba, sino por su éxito.

"Los hombres que no amaban a las mujeres" es un libro robótico, correcto, con menos adornos que un mueble de IKEA, funcional, aburrido y tontuno. Es como la selección alemana de fútbol: sí, gana, es verdad, pero parece que se saben el partido de memoria, que no hacen nada que no esté escrito en un guión previo. Ni una bobada, ni un gesto cara a la galería, ni un adorno, ni un puto lazo. Por favor, ya no me den más la murga con Larsson. Yo soy de Diego Armando Maradona.

Para empezar, la traducción del título es sospechosa de cagarro municipal y bienpensante. "Män som hatar kvinnor" significa "Los hombres que odian a las mujeres", no "que no amaban". Es que no coincide ni el tiempo verbal y no es una casualidad. "Odiar" y "no amar" sólo son sinónimos en la estrecha mente encorsetada del dueño de la ocurrencia. Yo a ustedes, a la mayoría, no les amo, pero eso no significa que les odie. Por favor. Si aceptamos que odiar y amar son antónimos (que yo no lo creo tampoco), intentemos creer que hay una escala intermedia.

¿Qué tiene el libro este, además de un diluvio de adverbios estresante? Que plantea una intriga facilona desde el inicio, del tipo Cecilia, "cada 9 de noviembre, como siempre y sin tarjeta, le mandaba un ramito de violetas". Pero, no me digas que se pasa el hombre recibiendo flores 44 años y no lo pilla, no tiene ni idea de quién es ni por qué le manda flores, cuando todos los hombres sabemos que las flores se mandan para pedir perdón.

También sabemos que una flor es la representacion de una mujer.

Pero tienen que pasar 44 años para darse cuenta de algo. ¿De qué? ¡Ah! Si lo quieres saber, te lees todo el tocho este. Pues paso, la verdad, puedo vivir sin saberlo.

Lo que tienen estos libros tan gordos es que no se pueden leer en la cama. Ayer mismo hablábamos sobre la irrupción del libro electrónico, que yo creo que sí que va a tener éxito, aunque en ese momento no caí en que mucha gente, mucha, mucha, aprovecha ese ratito previo al sueño para leer.

"Los hombre que odian a las mujeres", con sus 665 páginas (una página más y hubiera aceptado como explicación el pacto con el demonio), volvió a caer al suelo a la dos de la mañana, haciendo un ruido de tambor o de derrumbe de edificio o de pisada de tiranosaurio. Así ha comenzado mi noche agitada, que ha dado con mis huesos delante de esta entrada.

Ahora pienso que a mí el libro electrónico me iba a durar una noche nada más, que tendría que poner almohadones (y divanes) al pie de la cama para salvaguardarlo del tedio. En esto no han pensado los fabricantes.

Me he desvelado. Así que lo he recogido y he empezado la historia de Mikael Blomkvist, que tiene un inicio aterrador:

"El juicio, inevitablemente, ya había terminado y todo lo que se había podido decir estaba ya dicho".

Vertiginoso.

Comparen: "Me lo recomendó su ginecólogo. Paradójico: el mejor urólogo de la ciudad es francés. Dr. Jean Claude Vigneron: CITAS CONCERTADAS. Concerté una". "Epopeya del bebedor de agua". John Irving.

Recuerdo que en quinto de EGB, en el cole, hacíamos un ejercicio que a mí me encantaba. Consistía en escribir historias que después leíamos en clase, siempre protagonizadas por nosotros y nuestros amigos. Contábamos aventurillas, épicas futbolísticas... Los asuntos que preocupan a los niños de 11 años. Me gustaría saber dónde andan esas historias. Me enternece recordarlo al leer el siguiente pasaje, con GLOSA JAVIERENSE.

"Mikael Blomkvist estaba pasando unos días con una amiga en la casa de campo que los padres de ella tenían cerca de Katrineholm. Ni siquiera cuando fue interrogado por la policía pudo explicar con exactitud por qué había relacionado los hechos (en verdad no quiso), pero en el mismo momento en que escuchó la noticia le vino a la mente un grupo de cuatro chicos instalados en una casa situada a unos doscientos metros de la suya. Un par de días antes, cuando él y su amiga iban camino del quiosco de helados, los había visto jugando al bádminton en el jardín. ¿Jugando al bádminton en el jardín? ¿Y eso es sospechoso? Menuda excusa... Pasar por delante del jardín cuatro veces en un día, con la excusa de que vas a comprar un helado (en Suecia). Eso sí que es sospechoso. Ya sé por qué no ama a las mujeres: porque ama a los hombres (sudorosos).

Lo único que vio fue a cuatro jóvenes rubios y atléticos, ¡Ah!, en pantalón corto y con el torso desnudo. ¡Ooooh! Resultaba evidente que eran culturistas, ¡Mmmm!, pero había algo más en aquellos jugadores de bádminton que llamó su atención, ¡Aaahhh!, quizá porque el partido se estaba jugando, a pesar del sofocante calor provocado por un sol abrasador, ¡Ooooohhhh!, con una energía tremendamente intensa. No parecía un simple pasatiempo. ¿Quieres saber lo que hacen estos jóvenes musculosos con el mango de la raqueta? Manda GAYSUECO al 4445 y recibe el tórrido final de la historia de los jugadores de bádminton.

No había ninguna razón objetiva para sospechar que se tratara de atracadores de bancos, salvo que uno de ellos hablaba como el Pato Donald, pero, aún así, Mikael cogió los prismáticos y el papel de wc, dio un paseo y se sentó en una colina con vistas a la casa, que en ese momento (lástima) parecía vacía. Llegaron al cabo de unos cuarenta minutos, cuando a Mikael ya se le había pasado el rollito, y aparcaron un Volvo en la entrada. Parecían tener prisa y cada uno llevaba una bolsa deportes, tal vez un indicio de que simplemente, habia estado nadando (y guardando la ropa). También llevaban máscaras de personajes de la Disney, un indicio de que habían estado en una fiesta haciendo un numerito como el del bádminton, pero Mikael, por puro instinto, sospecho algo raro. Sin embargo, uno de ellos volvió al coche y recogió un objeto que cubrió inmediatamente con una cazadora. Incluso desde el lugar en el que se encontraba, relativamente lejano, Mikael pudo ver que se trataba de un auténtico AK4, de los de toda la vida".

Tremendo.

A las cuatro se ha vuelto a caer el puto libro al suelo, con su resonancia de metal pesado, de plomo. Se ha despertado mi hija, mi mujer, el vecino... Bueno, bueno, bueno. Yo ya no me he vuelto a dormir. Tenían razón: Stieg Larsson es tan adverbial que estresa y arranca el sueño. Poner tanto adverbio con sufijo en -mente es perjudicial para la salud.

Me voy un rato a la cama.

X. Bea-Murguía ("Mikael Blomkvist, cuyo nombre completo daba la casualidad que era Carl Mikael Blomkvist".¿Daba la casualidad? Esto es terrible. ¡El mundo es un pañuelo! Aunque quizá sea otra intriga que se resuelva al final del libro. ¡A que me lo leo!).

11 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Sugerir, como Vd. lo hace, que la homosexualidad abunda en Suecia es una falacia de la que no se va a librar fácilmente, guapo.

Fdo: Vikie, el vikingo, presidente de la asociación de osotes escandinavos.

22 septiembre, 2009 08:42  
Anonymous Anónimo said...

Date tiempo Javitxu...no quiero desmotivarte pero hasta la página 350 (mas o menos) no pasa nada..es puera narrativa, chorreo de nombres dificiles de acordarse...pero luego sorprende..
yo estoy con el segundo por la página 150 y no ha pasado nada...pero cuando se mete en harina...así que le dejo margen..

EN el fondo agradezco cambiar de tema..los templarios consiguieron que me pasara casi un año sin leer un libro..."empacho templario"

No vuelvas a dejarlo caer que vas a joder el parqué y dale una oportunidad

Un abrazo
frich

22 septiembre, 2009 09:19  
Anonymous Anónimo said...

Se te va la pinza, y mucho. Le voy a pasar unas líneas de este blog a Peter, a ver que piensa de lo que dices de los suecos. ¡Seguro que se parte de risa!
No voy a entrar a discutir contigo sobre esto una vez más (cansino, que eres muy, muy cansino)Me alegro que lo hayas vomitado ya, y a otros asuntillos ¿vale? Pero tienes poca vista. Lo que te iba a agradecer Mariví que te llevases la trilogía completa de vacaciones para llenar su maletilla...
Besos, Bea

22 septiembre, 2009 10:42  
Anonymous Anónimo said...

Mira, Vikie, precisamente Vikie, es el primer andrógino con el que los niños tuvismo contacto. Él y el Baron Ashler, de Mazinger Z. Yo no sugiero nada. Manda un SMS con la palabra SUECOGAY al 4445 y verás cómo es cierto, piratón.

Tranqui, Frich, si no estoy motivado para nada, pero, vamos, 2000 páginas de Millenium también debe de empachar lo suyo.

Pensará, como yo, que en ese párrafo hay cuatro gays (suecos) poniendo posturistas. Yo no discuto sobre esto: el libro es malo y punto. Que gusta. Vale. Gran Hermano gusta también y es malo. Alejandro Sanz gusta y es malo. ¡Hay tantas cosas malas que gustan! Y no te preocupes por Mariví: le tengo reservado uno mejor.

Besos

Javier

22 septiembre, 2009 13:34  
Anonymous Ibero plumífero said...

Pero entonces, Vargas Llosa ¿es gay?

No lo entiendo.

22 septiembre, 2009 15:35  
Anonymous Anónimo said...

Nooooo. Vargas Llosa se hace el sueco.

Fdo: Alberto Fuji Mari, con de Perú

22 septiembre, 2009 16:29  
Anonymous Anónimo said...

Javier no pierdas el tiempo es un bodrio de supermercado.

Yo esas cosas no las leo.Dan grima.

Hormon

22 septiembre, 2009 16:51  
Anonymous Anónimo said...

Yo lo que no entiendo es porque hay que dar una oportunidad a un libro que no te engancha desde el principio...¿qué cojones te motiva a leerle hasta que se pone interesante?, yo le tengo en la mesilla, fue un regalo y me está costando. Y encima sale la película y piensas: "¿porqué voy a perder varias noches leyendo esto si en dos horitas puedo averigüar si merece la pena o no?" pero claro, te lo cargas.
El tema es que debo ser un poco bicho raro ya que nunca me gustan los libros que le gustan a todo el mundo (esas olas de libros que de repente se ven en el metro) pues a mí me dan igual, si no me gusta no lo leo. Y ya no viajo en metro.

Ana (me lo voy a hacer mirar).

22 septiembre, 2009 19:14  
Anonymous Anónimo said...

Íbero, estoy con Fuji Mari: se hace el sueco.

No pienso leerlo, Hormon. Lo que he leído ha sido sólo por el típico "¿Cómo puedes decir eso si no lo has leído?"... Como si la crítica literaria no sirviera para nada.

Ana, no lo leas. A mí me pasa lo mismo. Los libros que gustan muchísimo, y que se ven en el metro a todas horas, no suelen gustarme, así que ni los leo ni voy ya en metro (he dicho).

Javier

22 septiembre, 2009 20:17  
Blogger oakleyses said...

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05 noviembre, 2015 07:50  
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05 noviembre, 2015 07:59  

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