martes, abril 27, 2010

No lo repito, para que no se repita

Para que no parezca un castigo, lo digo por ustedes, hoy no voy a acabar la entrada. Es sano reírse de uno mismo, siempre lo he pensado, pero me gustaría que quedara alguien en el mundo que, después de leerse una entrada de las mías, no pensara que soy un gilipollas redomado. Digo alguien, aparte de mi madre. A mi mujer no la meto aquí, porque ya lo piensa sin necesidad de leerme.

El viernes me fui a Galicia, a la boda mi primo Luis que, al parecer, finalmente se casó. Eso sí, como él mismo me dijo, "a la edad de divorciarse". El alcalde del pueblo, que es del Bloque, ofició la ceremonia ante las banderas de Europa, el Estado y Galicia, haciendo referencia a "nosa" Constitución, lo cual está muy bien, porque habla de aceptación de las reglas del juego, sin menoscabo de la legítima aspiración a cambiarlas. Yo, me van a perdonar la maldad, situado como estoy en tierra de nadie, vasco en Madrid, gallego en Euskadi y madrileño en Galicia, no pude evitar pensar en que, en el fondo, al alcalde del Bloque le pone un poco esto de hacer de cura.

Antes de salir, en coche, hacia Galicia, había quedado en LaLatina con una reportera de Antena 3 para hacer una entrevista cruzada con una persona no fumadora, a quien, además, tenía ganas de conocer personalmente. Todo fue bastante bien, en lo que a mí respecta, aunque me urgía mucho salir escopetado, carretera y manta, porque a las 21:45 tenía que personarme en el aeropuerto de Santiago para recoger a mi hermano Mitxu y a mi hijo y llevármelos al pueblo.

Con un poco de retranca gallega diré que cuando llegó esta persona a la que me interesaba conocer, cuarenta minutos tarde, ambos estuvimos de acuerdo en que la buena educación es fundamental en la cuestión de fumar o no fumar.

Con el tiempo pegado al culo, terminé la entrevista y me lancé en una carrera loca, sorteando radares por la M-30, porque aún no había hecho siquiera el equipaje. El retraso de la entrevista me había tirado por tierra todos mis cálculos. Llegué tarde a casa, hice la maleta como pude y supe, agarré todo lo que tenía que llevarme a Galicia, cogí la carretera y tiré, tiré, tiré, sin intención ninguna de matarme y, efectivamente, al final entre en Lavacolla justo cuarenta minutos tarde: mi hermano y mi hijo llevaban casi media hora esperándome.

Ya era de noche en Galicia, lo cual no impide que, en absoluto, recrearse uno en la belleza del paisaje, sobre todo de las vistas sobre la ría de Arosa desde el viaducto de Cespón (¿se llama así?) que es una postal sobrecogedora. Condujo Mitxu, porque yo estaba ya de coche hasta las narices. Rodrigo estaba cansado. Conseguimos, entre todos un poco, que se comiera una tajada de merluza (impresionante, mamá, impresionante) y, a pesar de que no había ni percebes ni nécoras, rodeado de mis hermanos y mis padres, me sentí un poco en mi casa.

Mi madre acostó a Rodrigo (mal acostado) y, con todo hecho ya, deshice la maleta...

¡Ay Dios mío!

Lo dejo aquí. Es una especie de hechizo anti hechizos (o algo así, comprendan que yo no leo Harry Potter). Me concentro mucho y pienso que, si no lo repito, no se repetirá. Fin de la tautología. Los listos, lo entenderán.

X. Bea-Murguía (cabezón)