Me tendí en la arena
Me acordé ayer, y me he acordado esta mañana, que tengo que repetir que siempre me ha gustado Lorca. Concretamente, esto:
"Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío".
Todo ese poema me encanta ("La casada infiel", del "Romancero gitano"), pero estos ocho versos me parecen maravillosos.
Este otro, que cito siempre...
"Mientras la gente busca silencios de almohada
tú lates para siempre definida en tu anillo
... que no desemboca"
Es agua que no desemboca, porque es "La niña ahogada en un pozo", de "Poeta en Nueva York". La imagen me parece tremenda. Visto desde arriba, la niña vive para siempre en mi memoria limitada por los bordes del brocal. Me entusiasma.
Del "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías", tuve durante años colgado delante de mí un recorte de ABC con "La sangre derramada":
"Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas".
(...)
"Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera".
En fin... Merece la pena leerlo entero y no hace falta entenderlo ni no entenderlo. Eso déjenlo para los eruditos. Hace falta que guste, que llegue.
Hay otros poetas que me gustan mucho, tanto como Lorca, como Álvaro Muñoz Robledano, que es más críptico, más difícil, pero que suelta versos como puñales, absolutamente demoledores, que me dejan, a menudo, absorto, sin nada que añadir a tanta belleza. De él, aunque tienen en su blog la oportunidad de leerlo todo, siempre cito lo mismo, que es lo que más me gusta, "Los años que no tuve":
"Quizás el tiempo se arregle con un manotazo, como el televisor cuando pierde la imagen; un manotazo seco y despiadado en la esquina del domingo, de madrugada, que haga preguntas circulares, que haga preguntas de alabastro, o que haga volver los años que no tuve, o que de nuevo te muestre hecha de piel, amarrada con tejados y palabras, con tanta insensatez, con tanta saliva, hecha de salmos secretos en las uñas".
No me alargo más... Ahora, más que Lorca, más que Muñoz Robledano, más que el propio Miguel Hernández, del que arranca el poema que voy a reproducir entero, tengo un poeta en mi corazón, que es el sitio de los buenos poetas, que los supera a todos:
"Me tendí en la arena
para que el mar me enterrara
y me fijé en Lorena
es encantadora.
Qué guapa es
qué mona está
y ella se fijó en mis pies
me dijo ven a jugar a la ruleta.
Me dije: ¿le gustará el bambú?
me dijo tal vez sí y tal vez no
pero me gusta el osito Lulú
pero tal vez al mono no.
Ella me tiró un coco
y me dijo estás bien
no sé pero me has pegado un moco
no serás guarro también".
¿Qué quieren que les diga? Los versos "Y ella se fijó en mis pies" y "Ella me tiró un coco y me dijo estás bien" me parecen obras maestras de la literatura universal contemporánea y encierran un significado oculto que les reto a desentrañar. En una ocasión, este poeta me mostró una cuartilla llena de olas de mar, ondas rojas que cruzaban de izquierda a derecha el vacío del cuaderno, trazadas en paralelo, de arriba a abajo, peinando el papel a raya, llenándolo de sentido.
-- ¿Te gusta? -me preguntó.
-- Me encanta -le dije-, pero ¿qué significa?
Y siguiendo el trazado con el dedo, como para no perder la línea, recitó despacio, casi sílaba a sílaba:
-- Un día... Yo... Me comí... Al cocodrilo.
Dicen que Paul Valéry era tan perfeccionista que no veía nunca terminado, redondo, "El cementerio marino", que prácticamente fue engañado por el director de la Nouvelle Revue Française, para publicarlo tal y como ahora lo conocemos, en 1920. Lo digo porque si, por casualidad, vieran por ahí a este poeta, por favor, no le cuenten que he aireado sus versos en Internet. Puede que no le guste. Los artistas son así.
X. Bea-Murguía
"Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío".
Todo ese poema me encanta ("La casada infiel", del "Romancero gitano"), pero estos ocho versos me parecen maravillosos.
Este otro, que cito siempre...
"Mientras la gente busca silencios de almohada
tú lates para siempre definida en tu anillo
... que no desemboca"
Es agua que no desemboca, porque es "La niña ahogada en un pozo", de "Poeta en Nueva York". La imagen me parece tremenda. Visto desde arriba, la niña vive para siempre en mi memoria limitada por los bordes del brocal. Me entusiasma.
Del "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías", tuve durante años colgado delante de mí un recorte de ABC con "La sangre derramada":
"Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas".
(...)
"Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera".
En fin... Merece la pena leerlo entero y no hace falta entenderlo ni no entenderlo. Eso déjenlo para los eruditos. Hace falta que guste, que llegue.
Hay otros poetas que me gustan mucho, tanto como Lorca, como Álvaro Muñoz Robledano, que es más críptico, más difícil, pero que suelta versos como puñales, absolutamente demoledores, que me dejan, a menudo, absorto, sin nada que añadir a tanta belleza. De él, aunque tienen en su blog la oportunidad de leerlo todo, siempre cito lo mismo, que es lo que más me gusta, "Los años que no tuve":
"Quizás el tiempo se arregle con un manotazo, como el televisor cuando pierde la imagen; un manotazo seco y despiadado en la esquina del domingo, de madrugada, que haga preguntas circulares, que haga preguntas de alabastro, o que haga volver los años que no tuve, o que de nuevo te muestre hecha de piel, amarrada con tejados y palabras, con tanta insensatez, con tanta saliva, hecha de salmos secretos en las uñas".
No me alargo más... Ahora, más que Lorca, más que Muñoz Robledano, más que el propio Miguel Hernández, del que arranca el poema que voy a reproducir entero, tengo un poeta en mi corazón, que es el sitio de los buenos poetas, que los supera a todos:
"Me tendí en la arena
para que el mar me enterrara
y me fijé en Lorena
es encantadora.
Qué guapa es
qué mona está
y ella se fijó en mis pies
me dijo ven a jugar a la ruleta.
Me dije: ¿le gustará el bambú?
me dijo tal vez sí y tal vez no
pero me gusta el osito Lulú
pero tal vez al mono no.
Ella me tiró un coco
y me dijo estás bien
no sé pero me has pegado un moco
no serás guarro también".
¿Qué quieren que les diga? Los versos "Y ella se fijó en mis pies" y "Ella me tiró un coco y me dijo estás bien" me parecen obras maestras de la literatura universal contemporánea y encierran un significado oculto que les reto a desentrañar. En una ocasión, este poeta me mostró una cuartilla llena de olas de mar, ondas rojas que cruzaban de izquierda a derecha el vacío del cuaderno, trazadas en paralelo, de arriba a abajo, peinando el papel a raya, llenándolo de sentido.
-- ¿Te gusta? -me preguntó.
-- Me encanta -le dije-, pero ¿qué significa?
Y siguiendo el trazado con el dedo, como para no perder la línea, recitó despacio, casi sílaba a sílaba:
-- Un día... Yo... Me comí... Al cocodrilo.
Dicen que Paul Valéry era tan perfeccionista que no veía nunca terminado, redondo, "El cementerio marino", que prácticamente fue engañado por el director de la Nouvelle Revue Française, para publicarlo tal y como ahora lo conocemos, en 1920. Lo digo porque si, por casualidad, vieran por ahí a este poeta, por favor, no le cuenten que he aireado sus versos en Internet. Puede que no le guste. Los artistas son así.
X. Bea-Murguía
5 Comments:
Divina la poesia. Lo del coco no me sorprende, las mujeres dan mucha caña hoy dia. Lo de los pies es otra cosa.Tiene mas bonita la cara.Dale muchos besos al artista.
Vigíleme al tercer poeta, que algún signo de psicopatía muestra en su escritura.
Y a los otros dos déjelos por imposibles.
Fdo.: Baltasar Cazón, juez en adobo
en el instituto siempre querían que entendiésemos qué quería decir el poeta. Como tú, nunca quise saberlo. ¿A quién le importa? lo hermoso es disfrutar de sus palabras y, si quieres, inventar una historia que pueda ser contada con ellas.
A mí me encanta este poema que encontré en la puerta de un wáter:
Y son los planetas
nuestros corazones
y yo te toco las tetas
y tú a mí los cojones.
Francisco Rico Rico: crítico al pil-pil.
A mí me encanta este poema que encontré en la puerta de un wáter:
Y son los planetas
nuestros corazones
y yo te toco las tetas
y tú a mí los cojones.
Francisco Rico Rico: crítico al pil-pil.
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