viernes, enero 13, 2006

Estrellismo mediático


Queridos amigos:

si hay alguien en este mundo mundial que empieza a estar hasta los cojones, con perdón de los cojones, del tabaco, además del sufrido mandria que aguanta el humito de su compañero 4x4 en la cara todo el día y además de la secretaria trepa que tiene la coronilla sembrada con ceniza de puro, es el menda. Empiezo a soñar con la menestra Salgado y les aseguro que no me visitan súcubos ni íncubos ni me levanto confundido, engañado por mis sentidos, inundado por la duda metódica que se deriva de no saber distinguir la vigilia del sueño. No. Son pesadillas y creo que ya, a nuestra edad, no hace falta ahondar en la diferencia entre pesadilla y peladilla: son sueños secos como la misma menestra, que es enjuta de cara, enteca de culo y, sobre todo, caquéctica de ideas.
Este aluvión informativo sobre el tabaco, antaño símbolo de amistad hoy jinete del Apocalipsis, no se diferencia en nada de aquellas otras olas de noticias sobre perros peligrosos, los accidentes laborales o la lluvia de caca congelada que cae del cielo (¿se recuerdan?), temas trascendentales que generan gran debate social, patrocinado por Anis del Mono, y que nos hacen olvidarnos por unos días de lo mal que va el Atleti y del Estatut.
Nosotros, como adelantados que somos en esto de la generación de opiniones fundadas, estamos imbuidos en esta suerte de estrellismo mediático que empieza a ser más aburrido que leer "El código Da Vinci" al revés tratando de descifrar criptogramas satánicos. Sobre todo porque los periodistas, queridos compañeros, siempre preguntan la misma chorrada. Punto. Y como dicen Los Enemigos, "Yo digo sí y no se hable más"; y con la coletilla de Clappique termino con el tabaco: "¡Ni una palabra!" (es una cita culta para demostrar que son un tío cultural, pero no se fíen que siempre digo la misma).

(¡Pónganse los baberos de emergencia, que voy a hablar de mi hijo!)

La cosa del estrellismo mediático deriva en que el miércoles fui a CNN+ al programa de José Mari Calleja, a un debatillo relajado y civilizado sobre el monotema y, a la salida, como quiera que el Imperio se ha hecho en mi pueblo su Estrella de la Muerte, pues me dije: "Voy a acercarme al cole de mi niño, a espiarle un rato, a ver qué hace sin que él se dé cuenta".
Mi gozo en un pozo que cuando me acerco a la puerta, me encuentro de frente con mi hijo que se acaba de caer al suelo (la agilidad venía en el paquete genético de su madre) y lloraba desconsolado (y esto en el de su padre), rodeado de unos cuantos amigos suyos (Salva, José, Mauri, Irene, Mónica y alguno más que no conozco). Entre todos no sumaban mi edad, lo cual da para otra entrada ¿no creen?
Se montó un buen revuelo a mi alrededor y, mientras Mauri me preguntaba por los agujeros en mi cara, Salva por mi novia (desde luego no se puede hacer nada delante de estos niños, que luego se chotan de todo), yo trataba de consolar a mi Rodrigo quien, como comprenderéis, al verme, rompió a llorar con más sentimiento. Es tan buen actor como mi suegra, no hay que fiarse nunca, porque luego es un sinvergüenza. Ayer mismo, quiso el azar que la radio despertador se arrancara con una de los Rolling Stones y el tipo apareció en mi habitación haciendo que tocaba la guitarra como Keith Richards (pero en guapo, claro). Esto me lo ha contado Beatriz, porque yo estaba en Sevilla, pero son el tipo de cosas que le hacen a uno sentirse orgulloso: ¡Mi hijo tiene el feeling! ¿No es tierno?
Volviendo a la valla del cole, Salva insistía en que si me iba de viaje con mi novia (¡cállate niño, coño!) y José me preguntaba si trabajo en el mismo sitio que su papá y su mamá (este debe de pensar que cuando nos vamos los mayores al trabajo, es el mismo sitio y no le falta cierta razón: todo es la misma mierda) y Rodrigo llora que llora la zarzamora y Mónica me tiraba de la bufanda preguntándome si era el papá de Rodrigo (¿pero no se nota?) y, en esto, se hace un silencio y me dice Irene:

-- "Tú sales en la tele, ¿a que sí?".

Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja
Lo dijo con una naturalidad que, no sé por qué, me hizo ruborizar. Los niños son la leche. Espero volver pronto a la normalidad porque, además del mucho tiempo que me roba el estrellismo mediático, ambos lados de la tele me producen la misma desazón: unas ganas irrefrenables de ir al baño.

Besos Bego, bloguera.

X. Bea-Murguía