sábado, febrero 18, 2006

Lecciones magistrales



Queridos amigos:

en España, no sólo el más tonto es licenciado y sino que, además, el título no hace listo a nadie. En los países de nuestro alrededor la gente acaba los estudios secundarios y, bachilleres, buscan un curro donde medrar y en el que, a buen seguro, le darán la formación que necesita para desempeñar bien sus funciones.

Nosotros, no. En España se va de la guardería a la universidad de un tirón y ya somos todos, o casi todos, licenciados, ergo el más tonto, también. La universidad se ha transformado de cuna del saber a jardín de infancia y la peña, que debiera salir de sus aulas con inquietud, es exactamente el mismo rebaño borrego que era al entrar, pero con cinco años más, unas miles de borracheras que le han convertido el hígado en piedra pómez, su inclinación sexual desflorada y unas expectativas laborales de echarse a llorar. Ah, bueno... Y un título.

No voy a meterme en el tema (porque me comprometí a no darles la chapa con el tabaco), pero en una ocasión me invitaron a participar en una mesa redonda en la facultad de medicina (¡¡¡CON DOS COJONES!!!), en la que, por cierto, me sentí como en casa porque fumaba hasta el cadáver de la "Lección de anatomía del dr. Tulp" de Rembrandt. La inquietud por el conocimiento distingue a Ramón y Cajal del hechicero de la tribu y, por desgracia, la facultad de medicina fabrica mucho de lo segundo y poquito o casi nada de lo primero, pero no porque el plan de estudios sea malo o los profesores, sino porque la actitud de los estudiantes de carreras de ciencias, en general, es preocuparse mucho de la especialidad, ser muy bueno en eso, y despreciar cualquier área de conocimiento que tenga que ver con las humanidades. Como dice un amiguete mío ¡GRASO ERROR! (sic). En todo hay excepciones, por supuesto, pero el médico de antes era un intelectual formado, véase Andrés Hurtado del "Árbol de la ciencia", que era un capullo pero con formación, véase mi suegro.

Como contrapartida a mi manido discurso sobre la libertad de elección, que se puede ejercer sólo cuando es adulta e informada, una de las futuras Esculapias de la charla me increpó que cómo podía yo hablar de libre elección cuando vivíamos rodeados de publicidad de tabaco. Dios me libre, en el futuro, de enfermar y caer en manos de esta buena mujer, a la que recuerdo como una tipa flacucha, gafotas y con pinta de bibliotecaria que anda necesitando a un Toni Manero que la desfogue. Los diagnósticos, salvo que sea usted el dr. House, no pueden formularse mirando el manual aprendido por hipnopedia con unas cuantas anfetas para rendir, sino haciendo un análisis profundo y lógico de los síntomas que presenta el enfermo.

Cuando pude responder, traté de razonar con ella que yo no sé diferenciar entre una liposucción, una mamografía y un beso francés porque carezco de interés y mi mente desprecia, por defecto, una información que sólo consigue confundirme o que simplemente me rechina el occipucio. Lo mismo pasa con la publicidad. Ningún anuncio de Teka ha conseguido jamás que yo sepa diferenciar entre la opción de gratinado y la de asado de mi horno y cuando voy al Mercadona sin mi mujer, tengo que llevar bien escrito en un papelito aquellos bienes íntimamente femeninos que haya que comprar porque, a pesar del impresionante bombardeo mediático de las chicas tanga (ese anuncio lo recuerdo vagamente, no sé por qué, aunque no me quedé con la marca), no tengo interés y el mensaje no penetra. La zagala que saca el anuncio de la cirugía estética está de rechupete, pero no provoca en mí una pulsión irresistible por ponerme unas tetas como las suyas. Aparte de que empiezo yo a tener unos pechos, con mi tipo Venus de Milo redondeada, (90-90-90), que ya quisieran muchas.

-- "Nadie empieza a fumar por un anuncio, por muy bueno que sea", le dije, "y si, habiendo sido ambos sometidos a la misma emboscada publicitaria, usted no fuma y yo sí ¿qué tengo que pensar? ¿Que usted es más inteligente o está más armada para rechazar mensajes perniciosos o que es un problema de educación y, por tanto, de predisposición a aceptar un mensaje?".

((( APLAUSOS, OVACIONES, LLUVIA DE ROPA INTERIOR FEMENINA)))

Después llamé a Manuel Chaves demogogo y la moderadora nada moderada, que tenía acento andaluz y era un poco sectaria, me quitó el uso de la palabra.

No me han vuelto a llamar. Para mí que no les gustó lo que dije, pero, claro, ¿qué esperaban? ¿A George W. Bush hablando de Walt Whitman?

Como me enrollo últimamente. Me voy a tender la colada.

X. Bea-Murguía

PDT: Me descojono que la Rieju Coyote... Jajajajajaajajajajaajajajaja. Eres un monstruo.

3 Comments:

Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

Es una costumbre muy normal, entre nosotros, medir a Hércules por su pie y crear estereotipos, pero yo pienso, sinceramente, que hay un idea generalizada de que los estudios no se terminan hasta casi el doctorado, como si todo fuera obligatorio, lo que ha llenado la universidad de gente sin inquietud de ningún tipo. En las carreras de ciencias, al menos, se interesan por la ciencia; en las de humanidades, no tienen interés por nada. Al menos, en mi universidad era así.

Besos de parte del Abuelo

27 febrero, 2006 07:34  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

Eso mismo decía yo. Tiran, tiran, tiran y van de la guardería al doctorado... ¿Para qué? Si la mayoría de ellos sabe lo mismo cuando sale de la universidad que cuando estaba en la guardería... Pues porque somos una panda de clasistas y ahora parece que quien no tiene un título pues no es nada, pero no es así.

Envidia me das, emigrante

Ponme a los pies de tu señora

27 febrero, 2006 22:33  
Blogger Unknown said...

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