sábado, febrero 25, 2006

Mary Popper (pero no la hija de Karl)


Queridos amigos,

quería poner un título largo a la entrada de hoy, en plan madrigal, pero se me descabala toda la página. Les ruego que asuman como título completo para la entrada de hoy el siguiente: "Pero... Pero... Pero... ¿Cómo no va a ser el niño un becerro con ESE COLOR EN LAS PAREDES DE SU CUARTO? ¡Lo extraño es que no tenga pesadillas!".
Anoche, nuevamente, con mi clásica pose de "escéptico predispuesto", me sometí al mensaje de Cuatro TV para ver un programa que, a buen seguro, me iba a reventar las narices. Sé que la mayoría de ustedes sufren del complejo de Peter Pan y que sólo están pensando en su carrera profesional para poder pagarse la juja e ir a resolver, por fin, el sudoku de la camarera del Cardamomo, pero espero me crean si les digo que si era difícil arrancar una expresión amable a esa tía borde (que ni Hormon Wells con todo su gracejo consiguió de ella más que arrebatadoras miradas como puñales), hacerse cargo de un niño salvaje de cuatro años es un sudoku killer megasamurai Sony Megadrive del mismísimo corazón de Kioto con vistas al monte Fuji,

Es normal que a ustedes, los Peter Pan, "Supernanny" les resbale totalmente o les recuerde a una versión autoayuda de Mary Poppins con traje de Pedro del Hierro y licenciada en psicología, pero yo tengo un sudoku de cuatro años que me tiene loco y, a priori, pensé que algo bueno y útil (¡¡¡ POR FIN !!!) podía obtener de la televisión.

Y he aquí la primicia: no me dormí.

El programa, como he dicho, parecía que me iba a calentar la sesera con los clásicos enunciado prochorras "razona con el niño que es una persona", que está bien para el tal y cual, pero razone usted con un ciervo epiléptico que berrea desencajado porque quiere, quiere, quiere... No sé si me expresiono con claridad.

Sin embargo, asistí atónito a cómo Mary Popper domaba a un potro de cuatro años que había que verlo para creerlo: insultos, tacos, patadas, saltos, lanzamiento de juguetes, fútbol pasillero, escapadas de casa, televisión a tope todos los días... Fijo que desayunaba Red Bull supermineralizado. ¡Un horror con pelo! Y ese Juan Antonio, autónomo de la construcción, y esa Sole, ama de casa, vivían en un puto infierno y, desde luego, queda confirmado que mi Rodrigo, con sus cositas, es un angelito del cielo.

La Supernanny llega a la casa en cuestión para educar a los padres, no se me engañen, que nunca más apropiado el nombre para un ama de casa: SOLEDAD. Mi Juanan llega del curro y se me tumba en el sillón, mando en mano, con los toros a tope y ahí le den, que estoy muy cansado de trabajar para mantener el hogar, mientras los dos críos, Alex (el potro) e Iker (el aspirante a potro) hacen saltos mortales desde el radiador a un colchón que han tirado en el suelo. Creanlo amigos. Ni exagero ni era un montaje.

Claro que... Esa foto de los novios abrazados ampliada a tamaño 100 X 100 que triunfaba en el amarillo chillón del salón... Esa cocina bicolor cromada de mármoles y aguas azules cobalto y redención, con cristaleras bohemias de colección promocional del Nuevo Plus... Ese gres lujoso, fantasía, puesto a capricho, en el suelo de toda la casa... ESE COLOR VERDE INODORO con el que perpetraron los artistas del gotelé los frescos muros del cuarto del niño... Pero ¿cómo no va a ser un becerro con ese color en las paredes de su habitación? Ese niño se levanta esparciendo ansiedad, no me jodas, si parecían las paredes de mi colegio.

El Juanan y la Sole, el pápa, la máma y el chache (esto se lo dedico a mis amigos pápamámachacheros, que les quiero mucho) venían completitos, con todos los complementos del kit "si mi hijo me tiene por modelo y yo soy un cazurro..." Blanco y en botella. La Mary Popper hizo un trabajo fino con ellos, lástima que no llevó con ella a un Boris que le diera un toque cálido a su hogar.

Un programa cojonudo, en serio, para padres desorientados. Y que conste que yo no quiero ser ejemplo de nada, que lo intento pero me temo que no soy un padre modelo (con ser cariñoso me vale, en verdad), que mi becerro de cuatro años, ahora mismo, me está saltando encima de la cabeza porque quiere ocupar él el ordenador.

Un jodido sudoku, se lo digo yo.

X. Bea-Murguía