De la verdadera comida basura
Queridos amigos,
confundir los términos a la gente es una estrategia comercial de primer orden. Si yo digo que hoy voy a escribir sobre la comida basura, a ustedes enseguida se les viene a la cabeza la imagen de las arcadas amarillas de patata que forman la famosa M amiga del McDonald's, un restaurante peleado con la intelectualidad. Pues a mi me encanta el McDonald's y no entiendo por qué lo llaman comida basura. La verdadera comida basura es otra cosa. Que no le confundan.
Ir al McDonald's todos los días tiene unas consecuencias en su cuerpo que no se diferencian mucho de las de comer fabada litoral a diario o sólo lechuga o sólo Danone con hidropollitas activas o sólo nouvelle cuisine sifonera. Hay que informar a la gente de las ventajas de una dieta sana y variada, por supuesto, pero no imponerla por ley, ni permitir que las multinacionales de la soja coman el coco a la peña con sus chorradas.
Un cuerpo naturalmente sano no necesita atiborrarse de porquerías ni de bichitos que lo único que hacen es confundir a la gente y lavar la cara al fabricante. Va a llegar el papá a comprar la merienda al niño y se siente a gusto y en paz consigo porque la Pantera Rosa tiene Omega Cinco-por el culo se la hinco. La bollería industrial es una guarrería repleta de aceites de palma, palmiste o coco que se venden como "aceites vegetales" porque son venenos inconfesables. La Pantera Rosa es mi bollo favorito. A mí me encanta, así que, por favor, no traten de engañarme. Ya sé que es una hez con colorante y que es mejor el bocata de jamón.
La verdadera comida basura comenzó en este país con los productos light. Alguien llegó y se dio cuenta de que la gente da su vida por un minuto más de vida y se sacó de la manga que beber leche desnatada es más saludable. Mentira. Recuerdo la leche de mi infancia en Murguía, que traía la lechera todas las noches y que mi madre y mis tías tenían que hervir antes de dárnosla. En la cazuela, al fuego, aquel delicioso líquido blanco borboteaba desplazando los goterones amarillos de grasa que no se diferenciaban de las balsas de aceite del chorizo en la sopa de cocido. Aún recuerdo su sabor cremoso y consistente. La leche de ahora no sabe a nada. Está totalmente desvirtuada. Es una basura. Lo otro no lo califico porque no es ni leche. Es agüillachirri con colorante. Fíjense el negocio: el líquido sobrante de hacer mantequilla, lo envaso, lo llamo "Leche desnatada" y lo vendo como una cosa de lo más sana. Doble rendimiento a un mismo producto.
En el colmo de la desnaturalización basura de los alimentos, a la leche le extraen el sabor y la nata y le añaden Omega Cinco (por el culo se la hinquen), calcio, vitaminas, semen de toro (que da vigor) y la vacuna de la gripe aviar y lo venden como "leche". Pues no señor. Si yo al chorizo le quito la tripa de cerdo, resultará un alimento sanísimo, pero no será chorizo. Además, creo que como estrategia de marketing, el rollo este tan sano está llegando a la saturación. Siempre sacan lo mismo: feliz familia vestida de blanco dando saltitos a cámara lenta por el parque y revolcándose por la hierba. Después, la misma familia va al McDonalds, pero eso ya no es salud ni aunque coman ensalada césar.
La obsesión por la salud es tal (ya comentada en la entrada "Mens sana in corpore insepulto") que ahora casi todos los anuncios hablan de estas cosas y ya sólo falta que nos vendan Bacardi-Cola con bífidus activo o la semana del Omega Cinco (por el culo se la hinco) del Corte Inglés. Yo, por mucho que me lo venda José Coronado, no tomo Bio de Danone ni así me maten, porque va contra mi religión comerme algo vivo, aunque sea microscópico. He odiado toda mi vida el yogur, porque me ha parecido siempre una porquería insípida, hasta que probé el de Armuña (Segovia), que seguramente será insalubre, pero tiene un sabor a oveja delicioso. El Bio ese se lo dejo a ustedes. Hagan más rico de mi parte al avaricioso del señor Danone pero cómanse también el envase de plástico, que deleita a sus sentidos con el mismo sabor petrolero que lo de dentro y, además, contiene Elecasitinareciclaminadelchowchowdesuviejina. Una cosa supersanisísima que le dejara la piel tersa. Dentro de poco, usted no sabrá si va a la farmacia o al super o a la droguería y tendrá que leerse las instrucciones de todo, porque no sabrá si comerse la crema antiarrugas pringando el pan o hacerse una mascarilla de noche con el yogur griego (con lo que da por el culo esto).
Les garantizo que todo aquello que ingieran que su cuerpo no necesite, irá por la cloaca. Es impepinable. Controlen sus desperdicios y si ven algo saltando, no lo duden, es el bichito del yogur que tampoco quiere morir y le está suplicando a gritos que no tire de la cadena.
X.Bea-Murguía
2 Comments:
Hola,
Estoy completamente de acuerdo con lo que dices. Cuando el tipo ese sacó el documental aquel en el que nos demostraba lo malo que era comer sólo hamburguesas durante un mes pensé lo mismo que tú: ¿Y si comiera sólo paella? ¿O ensalada? ¿Tendría mejor salud acaso?
Nos distraemos criticando y poniendo verde a un tipo de comida determinado mientras nos metemos por el cuerpo quién sabe qué. Las vacas se nos vuelven locas y los pollos no ganan para kleenex. Así nos luce el pelo (aunque a algunos ya no tanto, por desgracia).
No te preocupes, hombre, que con tanta alerta pandémica en cien años nos lucirá el pelo a todos que ni con brotes de soja.
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