Sin importancia
Queridos amigos:
hay asuntos en esta vida que no parece que tengan importancia, que dejamos pasar bien porque no nos afectan bien porque no le concedemos relevancia, pero llega un momento en que uno se da cuenta de que la gran Libertad, ese genérico abstracto con mayúscula, se pierde por la concesión de pequeñas libertades.
Sinceramente opino que somos muy poco beligerantes con algunos asuntos, entre los que se encuentran, por supuesto, aquel del que yo vivo, pero no es el único. Un caso claro, sobre el que ya escribí en su día en este su blog y el nuestro, es el de los cacheos aeroportuarios. En una ocasión, que iba yo a Pamplona en avión por motivo de trabajo, me negué a que el guasas enguantado que me dijo, literalmente, “Le tocó el registro personal” (así de arbitrario me tocó que me tocara) me cacheara. Tras una discusión de cinco minutos con el guardia jurado y con un picoleto que ni me miró, el que manejaba la maquinita ésa de rayos X, que sólo sirve para borrar los carretes de alta sensibilidad y ver los aros de la lencería femenina, llegamos a la siguiente conclusión:
Si no me dejo cachear, no vuelo. Pero, la cuestión es: ¿por qué me tocó que me tocara el tocón? ¿Qué criterio se me aplicó?
1.- Definitivamente, mi musculado cuerpo encendió su lascivia homosexual.
2.- Se dio cuenta de que mi corbata no era de Hermés (por cierto, no llevaba corbata).
3.- Notó un bulto extraño en mi indumentaria y ya se sabe que los guindas de inseguridad están dotados de un sexto sentido aunque, en verdad, me había salido un enorme lobanillo en la entrepierna (aclaro).
4.- No le gustó mi cara (le recordé a su suegra).
5.- Atesoro un increíble parecido al olograma tridimensional ese al que llaman Bin-Laden.
Finalmente accedí porque no podía no volar y, por supuesto, no puse ninguna queja, pero nos iría mejor a todos y si todos nos negáramos a someternos al teatrillo del cacheo arbitrario. Mire usted, señor guardia, si me va a detener, que sea por una razón clara y procure no equivocarse. Me lleva usted al cuartito de los espejos con los guantecitos de látex y dirimimos nuestras diferencias como hombres. Esto es un atropello a la libertad al que no damos importancia, porque creemos en el 11-S, en el 11-M y en el 11-A (¡hundido!), pero la tiene, como pretendo demostrar hoy, aunque no lo consiga.
Ahora, ya en la parcela que me ocupa el día a día, resulta que la OMS y la UE no consideran que es discriminación la coletilla “fumadores abstenerse” en una oferta de empleo. Estamos relativizando el asunto, amigos y amigas, hermanos de la congregación, y es mucho más grave de lo que parece. Sólo es el principio de un camino sin retorno. Vale que el postulante siempre puede mentir en la entrevista de trabajo, pero ésa no es la solución sino el comienzo de otro problema: el del despido por ser descubierto.
Una empresa americana, de Michigan, Weyco, dedicada a servicios sanitarios, da un ultimátum a su plantilla: todo el mundo debe dejar de fumar. Terminado el plazo, cuatro trabajadores son despedidos por no querer someterse a las pruebas con que la empresa quería comprobar si, efectivamente, habían abandonado el tabaco. La noticia es muy alarmante. ¿Hasta qué punto puede su empresa decidir sobre sus costumbres privadas? Estos cuatro tíos no habían fumado en su puesto de trabajo, sino en su casa.
Existen empresas en España, MUY CONOCIDAS, que someten a sus trabajadores a análisis de sangre para saber si consumen estupefacientes en sus horas de ocio. Otra vuelta de tuerca. Ir a trabajar fumado es motivo de despido, pero que un tío fume costo en su casa en sus horas de relajo, mientras no afecte a su rendimiento y productividad, es legal. Estas revisiones, no deberían serlo.
Las pequeñas libertades sin importancia se pierden y no se pueden recuperar y estamos abriendo un camino diáfano y peligroso a la constante intervención del Estado y de la empresa en las costumbres privadas de cada uno. Quien dice ahora fumador, dice mañana gordo, quien dice ultimátum para dejar de fumar, dice dieta rigurosa para todos los empleados de una empresa. Quien dice cacheos, dice revisión rectal arbitraria (¡Te tocó! ¡Yupi!) y no es una coña, que estas cosas van paso a paso, pero van. Quien dice controles de policía rutinarios en la carretera, dice visita a la comisaría para identificación. Un Estado totalitario en pro de la seguridad nacional.
Concluyo con la famosa frase erróneamente atribuida a Bertolt Brecht y que es, en verdad, del reverendo Martin Niemöller, versionada para el caso: “Primero fueron a por los que tienen cara de suegra, pero como yo no la tengo, no hice nada. Después fueron a por los que no llevan corbata de Hermés, pero como la mía es buena, no me importó. Después fueron a por los impotentes, pero como yo padezco priapismo, lo dejé pasar. Ahora vienen a por mí, pero como no queda nadie para defenderme, ni siquiera yo mismo que creo firmemente en la Seguridad Nacional, en la Seguridad Vial, la Salud Pública, el Orden Público y todo esa ristra de abstractos insoslayables que han sustituido a Dios en mi credo, porque para eso me han estado machacando la moral durante años, me dejo cachear, revisar el recto y hago en mi casa lo que dice mi jefe que para eso él tiene un máster en administración de empresa".
X. Bea-Murguía (al tiempo)
1 Comments:
Pues no sé que problema puede haber: dentro de poco, será obligatorio insertarnos microchips como los de los perritos, debajo de la piel de la nuca. Todo por la seguridad. En un futuro, esos microchips emitirán una señal localizable por satélite cada minuto. Y no diremos nada, porque será por nuestra seguridad.
Ahora Blair dice que van a controlar a los niños "con riesgo de exclusión" antes incluso de que nazcan....
Lo próximo serán las películas y los libros (que por cierto ya se censuran y falsean para evitar que aparezca gente fumando en ellos...)
Besos
Luis
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