viernes, marzo 16, 2007

El paquetito de galletas

Queridos amigos:

al pie del lago Ness y su inmensa negrura, el castillo de Urquhart es una ruina que, tras cientos de años de asedio, ha sido tomada al asalto por los turistas. Para invadir sus salas sin paredes, ocupadas por el viento y el frío, para escalar su torre de homenaje a otros tiempos y otear el lago en busca del monstruo, los visitantes han de donar parte de su hígado al National Trust of Scotland, la ONG que mantiene el patrimonio histórico escocés gracias a la aportación de sus socios y a las no pocas libras que cobra de entrada a los turistas, para los que dispone, en todas sus atracciones, de exposición chorra, pavo en faldas (con o sin calzoncillos, el verdadero misterio de Escocia), tienda y cafetería, siempre que queramos llamar café a ese líquido, negro como el mismo lago, que dan en todo el Reino Unido. ¡Dios salve a la Reina (del café británico)!

De todas formas, merece la pena pagar, intentar comprender las explicaciones del pavo de la falda, aunque no consigas ni entenderle ni averiguar si lleva o no calzoncillos; pasar por la tienda sin encontrar ningún regalo digno de Beatriz; tomarse un líquido negro llamado cofi con vistas al lago (que es impresionante), visitar la ruina, imaginar el castillo y guiñar mucho los ojos en busca del monstruo.

En el mostrador del autoservicio de Urquhart, vi un paquetito con dos galletas de mantequilla Walker's, en envoltorio de plástico con sus característicos cuadros rojos y negros, y recordé que a mi madre le encantan, así que lo compré. No eran para mí, su sabor intenso a mantequilla me da demasiada sed, por eso, cuando nos terminamos aquello a lo que me niego a llamar café, a mis compañeros, Cristóbal y Rodrigo, les extrañó que el paquetito permaneciera intacto entre los restos y me preguntaron si no me iba a comer las galletas.

-- No, no... No me gustan -dije, intentando evitar explicaciones.
-- ¿Y para qué lo compras, seto?- me dijo Rodrigo.
-- Se lo voy a regalar a mi madre -repondí, resignado a la burla que, irremediablemente, llegó.

En vano, porque no dejaban de reírse cruelmente, traté de explicar que esas galletas engordan mucho y que si llevaba una lata entera, que ya había visto en Edimburgo, seguramente mi madre me daría con ella en la cabeza. Además, está mi particular filosofía del regalo: los odio. Rodrigo se ha pasado todo el viaje buscando regalitos para su hermana, su hermano, su padre, su madre, su cuñado, su cuñada, el hijo de su cuñado, la hija de su cuñado, su compañero de trabajo simpaticote, su jefe (PELOTA), su ... La de Dios. ¡Menos mal que son poca familia!Cristóbal y yo nos meábamos de risa parándonos en los escaparates de las tiendas y picándole para que comprara más.

Yo no compro regalos, es mi norma, a no ser que vea algo que me recuerde a alguien. La única persona por la que estoy dispuesto a romper mi regla es Beatriz. En la cafetería de Urquhart Castle explique a los dos cabrones con los que me he recorrido Escocia esta filosofía. Una vez, mi amigo Pablo Sánchez me trajo un paquete de tabaco de Túnez, que aún conservo. El valor de ese regalo es que fue allí y se acordó de mí. Pablo Vivar me regaló, días después de explicarle esto mismo, un llavero de publicidad de Schweppes, en el que todavía llevo las llaves del coche. Jesús Arévalo me trajo de Las Vegas una camiseta de los Rolling Stones y no tenía por qué hacerlo, pero yo le agradezco, sobre todo, que tuviera un rato para mí en su viaje por Estados Unidos.
Así, según mi forma de verlo, esto es lo bonito de un regalo y no recorrerse diez tiendas en busca de algo, cualquier cosa, que, después, no sabes si va a gustar. De hecho, en Escocia he comprado sólo cuatro tonterías para cuatro personas. Lo importante no es cuántas galletas tiene el paquetito, sino que me acordé de alguien a quien quiero, mi madre, y por eso lo compré.

Rodrigo y Cristóbal asintieron. Lo habían comprendido perfectamente y dejaron de reírse. De hecho, Rodrigo cogió un sobrecito de Nescafé del bote y se lo guardó en el bolsillo:

-- Me acabo de acordar de mi madre... -dijo (el capullo).

X. Bea-Murguía (una excusa tan buena como cualquier otra para no comprar nada a nadie).

Por cierto, Thin Red Line, explica lo de las C....s de p....s que eso me ha costado una colleja bien dada (y, por Dios, que tu explicación coincida con la mía).

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3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Lo que es misterioso es Legan'es,bandas aguerridas de bakaletors que si recuerdan a Braveheart.

16 marzo, 2007 11:08  
Anonymous Anónimo said...

Hola. Nosostros volvimos anoche. Intenso viaje. No sé que he visto en ninguna ciudad.
Me parto con lo del sobrecito de café...
Besos a repartir.Martha

16 marzo, 2007 13:35  
Anonymous Anónimo said...

Estoy de acuerdo con tu filosofía de los regalos. Tienen que venir ellos a tí y cuando están ante tus ojos SABES para quien son. Eso de ir a tiendas, empeñándose en comprar algo insufrible.

17 marzo, 2007 21:30  

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