Toledo-Madrid
Queridos amigos:
Hoy, brevedad.
anoche, a las tres de la mañana, mis ojos hurgaban en ese amasijo de sombras que une Toledo con Madrid en busca de los límites de la carretera. Era algo así, si me permiten ustedes el sacrilegio, como el soldado enfermo de malaria del libro de Mutis, que Maqroll sabe que sigue vivo porque los temblores de la fiebre provocan un lacerante sonido de repicar de huesos contra la cubierta de la barcaza. Salvando las distancias, la carretera era una inexistente plataforma para poner a prueba la confianza en uno mismo. A ratos, con la espesa negrura pegada al parabrisas, me veía flotando sobre un vacío negro e impenetrable, un asfalto camuflado en las tinieblas, una autopista camaleónica, un suponer de líneas y fronteras, una duda permanente de cunetas sobre la fe en el misterio trinitario del ABS.
Sin embargo, la señal inequívoca de que mi coche permanecía vivo y recto sobre la carretera, era el temblor que provocaba en mis ejes el asalto constante de grupos emboscados de baches de lo más tercermundista.
Luego, hay muertos. Su puta madre. ¡Vaya carretera! Las he visto mejores entre el Lago Nakuru y Masai Mara.
Menos mal que yo, como la Veloz Sangüesina: Toledo-Madrid en dos horas y pico y sacudiéndome los caracoles de las ruedas.
X. Bea-Murguía (y no vi ni un control de alcoholemía... Frutero, por favor, confírmame que en época de elecciones, la gente no conduce borracha).
Hoy, brevedad.
anoche, a las tres de la mañana, mis ojos hurgaban en ese amasijo de sombras que une Toledo con Madrid en busca de los límites de la carretera. Era algo así, si me permiten ustedes el sacrilegio, como el soldado enfermo de malaria del libro de Mutis, que Maqroll sabe que sigue vivo porque los temblores de la fiebre provocan un lacerante sonido de repicar de huesos contra la cubierta de la barcaza. Salvando las distancias, la carretera era una inexistente plataforma para poner a prueba la confianza en uno mismo. A ratos, con la espesa negrura pegada al parabrisas, me veía flotando sobre un vacío negro e impenetrable, un asfalto camuflado en las tinieblas, una autopista camaleónica, un suponer de líneas y fronteras, una duda permanente de cunetas sobre la fe en el misterio trinitario del ABS.
Sin embargo, la señal inequívoca de que mi coche permanecía vivo y recto sobre la carretera, era el temblor que provocaba en mis ejes el asalto constante de grupos emboscados de baches de lo más tercermundista.
Luego, hay muertos. Su puta madre. ¡Vaya carretera! Las he visto mejores entre el Lago Nakuru y Masai Mara.
Menos mal que yo, como la Veloz Sangüesina: Toledo-Madrid en dos horas y pico y sacudiéndome los caracoles de las ruedas.
X. Bea-Murguía (y no vi ni un control de alcoholemía... Frutero, por favor, confírmame que en época de elecciones, la gente no conduce borracha).
Etiquetas: Tráfico
10 Comments:
Me alegro de que estes bien.
Yo también
Y yo
Y yo
Y yo
Y yo, y yo
Yo también me alegro
Y yo
Y yo el que más
Yo también me alegro
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