El Bulli, la Dokumenta de Kassel y otras cosas de meter (la pata)
Ferrán Adriá ha desvelado su gran sorpresa para la Dokumenta de Kassel, festival de arte que se celebra una vez cada cinco años, y que le había invitado como ejemplo de eximio vanguardista. Tras casi un año mareando la perdiz (con lo fácil que es escabecharla), la aportación del ínclito ha sido declarar que el pabellón G de la Dokumenta (el de los elegidos) se traslada a El Bulli, restaurante situado en la cala de Rosas, Gerona, a 2000 Km. de distancia, porque él cocina allí y no concibe cocinar en otra parte, con lo que los habitantes y visitantes de Kassel han tenido que conformarse con ver al ubérrimo y fecundo explicando que el que quiera arte que se coja un charter. Ante esto, me gustaría dejar unas pocas reflexiones:
Qué sea o qué no sea arte no es la cuestión, como muy bien dice el director de la Dokumenta. La cuestión es que existe el arte y cuanto más lo exploramos menos sabemos cómo surge, cómo cuantificarlo y cómo catalogarlo. Valga como ejemplo el de la mujer norteamericana, afectada por una parálisis cerebral y ciega, que envuelve objetos en lana y trapo. Son bellísimos, pero no hay en ellos intención, si acaso, contacto irracional. Es arte, pero la mujer no es, desde luego, una artista. Los más extravagantes y radicales creadores no han llegado a alejarse tanto como hubieran deseado de los preceptos aristotélicos; a día de hoy, seguimos percibiendo un objeto artístico como un simulacro de la realidad a la que sustituye, un simulacro desprovisto de utilidad inmediata, producto de una determinada reflexión estética, de un encuentro, cuyas razones no se nos alcanzan, entre la percepción y un momento determinado del espacio y el tiempo. Los ready made de Duchamp siguen siendo, aún hoy, el paradigma de una visión distinta del suceso artístico. La pala quitanieves o el urinario se convirtieron en obras de arte en el momento en que se prohibió su utilización. Los cuadros monocromos de Klein alcanzaron la maestría, que al menos yo les atribuyo, cuando el color dejó de ser un medio para la reproducción o un soporte de emociones, para ser una expresión tajante de ese mismo color. El señor Adriá no ha sabido llevar su simulacro a un lugar distinto de aquel en que lleva a cabo un mero intercambio comercial; no ha sabido transportar su modo de ver la realidad a un lugar real. Ni siquiera una mascletá de tallarines nitro, o una fiesta de espuma de zanahoria... nada. Las creaciones no se exhiben. Y digo que no exhiben porque no creo que vayan a abrir El Bulli al público como pabellón G (un punto de pabellón), que es lo mínimo que se le puede exigir al que se proclama artista: que exponga, que se exponga. El señor Adriá simplemente se ha reído de los visitantes que acudan a la Dokumenta. Le han nombrado artista y ha acudido a hacerse una foto con otros artistas. Se ha mofado de la expectación originada en torno a su visita. Si, como él mismo dice, se considera incapaz de realizar su cocina fuera de El Bulli, lo sensato hubiera sido agradecer la invitación y rechazarla. Después de esto, ya me explicarán ustedes cómo regaño a mi hijo cuando se vaya al colegio sin los deberes hechos y anuncie que declara su dormitorio único espacio de estudio. Los artistas hemos perdido todo el respeto (sí, me he incluido), y nos hemos ganado esa pérdida a pulso. Lo que no debiéramos consentir es que se pierda el respeto a aquellos que se interesan por el arte. La exhibición de soberbia que ha llevado a cabo Adriá en Kassel puede ser mucho más dañina de lo que pensamos. Para esto no hacía falta anunciar que estaba trabajando con Marta Arzak, que estaba trabajando en un concepto determinado, que estaba trabajando para presentar algo comestible... lo único que se ha trabajado es la excusa por no haber dado un palo al agua. Dijo que no iba a ser el cocinero de la Dokumenta, aunque como cocinero fue invitado. Pues si se niega a ser cocinero y como artista ya hemos visto lo que da de sí, ya me dirán lo que hace el escalfatrufas en su chiringuito.
La última memez de este memo asunto la ha proporcionado el director de la Dokumenta anunciando que, para justificar este des(a)guisado, cada día serán elegidas dos personas al azar, entre los visitantes, que irán a El Bulli con todos los gastos pagados. Para eso no hay que organizar un certamen de arte, basta con un concurso telefónico; ya saben, envíen ADRIA ESPACIO TIMO al 6969.
Álvaro Muñoz Robledano
Qué sea o qué no sea arte no es la cuestión, como muy bien dice el director de la Dokumenta. La cuestión es que existe el arte y cuanto más lo exploramos menos sabemos cómo surge, cómo cuantificarlo y cómo catalogarlo. Valga como ejemplo el de la mujer norteamericana, afectada por una parálisis cerebral y ciega, que envuelve objetos en lana y trapo. Son bellísimos, pero no hay en ellos intención, si acaso, contacto irracional. Es arte, pero la mujer no es, desde luego, una artista. Los más extravagantes y radicales creadores no han llegado a alejarse tanto como hubieran deseado de los preceptos aristotélicos; a día de hoy, seguimos percibiendo un objeto artístico como un simulacro de la realidad a la que sustituye, un simulacro desprovisto de utilidad inmediata, producto de una determinada reflexión estética, de un encuentro, cuyas razones no se nos alcanzan, entre la percepción y un momento determinado del espacio y el tiempo. Los ready made de Duchamp siguen siendo, aún hoy, el paradigma de una visión distinta del suceso artístico. La pala quitanieves o el urinario se convirtieron en obras de arte en el momento en que se prohibió su utilización. Los cuadros monocromos de Klein alcanzaron la maestría, que al menos yo les atribuyo, cuando el color dejó de ser un medio para la reproducción o un soporte de emociones, para ser una expresión tajante de ese mismo color. El señor Adriá no ha sabido llevar su simulacro a un lugar distinto de aquel en que lleva a cabo un mero intercambio comercial; no ha sabido transportar su modo de ver la realidad a un lugar real. Ni siquiera una mascletá de tallarines nitro, o una fiesta de espuma de zanahoria... nada. Las creaciones no se exhiben. Y digo que no exhiben porque no creo que vayan a abrir El Bulli al público como pabellón G (un punto de pabellón), que es lo mínimo que se le puede exigir al que se proclama artista: que exponga, que se exponga. El señor Adriá simplemente se ha reído de los visitantes que acudan a la Dokumenta. Le han nombrado artista y ha acudido a hacerse una foto con otros artistas. Se ha mofado de la expectación originada en torno a su visita. Si, como él mismo dice, se considera incapaz de realizar su cocina fuera de El Bulli, lo sensato hubiera sido agradecer la invitación y rechazarla. Después de esto, ya me explicarán ustedes cómo regaño a mi hijo cuando se vaya al colegio sin los deberes hechos y anuncie que declara su dormitorio único espacio de estudio. Los artistas hemos perdido todo el respeto (sí, me he incluido), y nos hemos ganado esa pérdida a pulso. Lo que no debiéramos consentir es que se pierda el respeto a aquellos que se interesan por el arte. La exhibición de soberbia que ha llevado a cabo Adriá en Kassel puede ser mucho más dañina de lo que pensamos. Para esto no hacía falta anunciar que estaba trabajando con Marta Arzak, que estaba trabajando en un concepto determinado, que estaba trabajando para presentar algo comestible... lo único que se ha trabajado es la excusa por no haber dado un palo al agua. Dijo que no iba a ser el cocinero de la Dokumenta, aunque como cocinero fue invitado. Pues si se niega a ser cocinero y como artista ya hemos visto lo que da de sí, ya me dirán lo que hace el escalfatrufas en su chiringuito.
La última memez de este memo asunto la ha proporcionado el director de la Dokumenta anunciando que, para justificar este des(a)guisado, cada día serán elegidas dos personas al azar, entre los visitantes, que irán a El Bulli con todos los gastos pagados. Para eso no hay que organizar un certamen de arte, basta con un concurso telefónico; ya saben, envíen ADRIA ESPACIO TIMO al 6969.
Álvaro Muñoz Robledano
Etiquetas: Álvaro Muñoz Robledano, Ferrán Adriá
4 Comments:
Completamente de acuerdo contigo,este hombre es otro bluff "mass media", la culpa la tienen no obstante los organizadores de la Dokkassel,que son una pandilla finita.
Hormon Wells
Nahkfse euiersfk fkslleoiri fjjdksls tiroliliros sore snfsfjiepsee Els Segadors, fhewsresb sehsiiefkerr.
Mayormente.
Ferrán Adriá (escrito en nata tibia con un espumador de rotación aleatoria)
Jajajajajajajjaja (al anónimo Adriá este)
Mi no gustar Bulli. No obra arte. Timo mucho grande.
Danke.
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