miércoles, octubre 01, 2008

El agujero seco de la lanza de Longinos


Pues sí, pues sí, amigos,

ya ven. Primero de Octubre, casi nada, y un mosquito me ha comido a besos esta noche. ¿Qué les parece? Cosas del cambio climático digo yo o, peor aún, que los mosquitos, con tanto antimosquito, se están convirtiendo en moscones de un cachas insufrible. Este de anoche, en concreto, era el puto mosquito Schwarzenegger (¿se escribirá así? No lo voy a buscar). Vas a matarlo de una palmada y se te rompen las muñecas.

Les voy a explicar mi convalecencia, que no quiero provocar alarmismo injustificado, aunque por el aluvión de llamadas recibidas interesándose por mi estado de salud, casi estoy por afirmar que no he causado alarmismo alguno... Es más, he generado un desinterés total. Excepto en mi madre, claro (gracias, mamá, estoy bien). He llegado a la conclusión de que la gente se toma demasiado a coña todo lo que digo en el blog. Está bien. Casi todo es coña, salvo que me operaron el lunes a vida o muerte de un abceso en el pecho.

Fui a una clínica de Corporación Dermoestética porque pensé que para una operación de reducción de pecho era el sitio indicado. Demasiados pechos, me han dicho siempre, pueden producir una lesión de espalda. En ese momento yo tenía tres: lo que son mis dos tetillas naturales, que cuando corro (pocas veces, lo confieso) suben y bajan y un bulto del tamaño de una bola de golf entre la izquierda y el sobaquillo.

No es por hacerme la víctima, pero me dolía todo desde el codo izquierdo hasta el huevo derecho. Encima, mi hija Ana, con esa puntería tan propia de los inocentes, me hacía ver las estrellas cada vez que la cogía en brazos. No iba a renunciar a abrazar a mi hija ni a que ella golpee su nombre sobre mi esternón como si fuera morse, Ana en tam tam sobre mi abceso. Así que me fui a Corporación Dermoestética y le dije a la doctora (casualidad, de nombre Ana):

-- Mira tu nombre tatuado en este trozo de mi piel- tirando de la camisa hasta arrancar los botones para mostrar a la doctora mi pecho turgente (me refiero al tercer pecho, los otros dos van, digamos, algo flojetes).

No por ella, evidentemente, pero Ana, al fin y al cabo, mi hija, con sus golpetazos sobre mi tercera teta, había dejado grabado en mi pecho su nombre en forma de recuerdo del dolor.

-- Túmbate en la camilla -me dijo. No quiero que piensen que la doctora fue seca o antipática. Todo lo contrario. Fui muy maja.

No sé por qué, será por mi optimismo natural, pensé que lo mío se solucionaría en un abrir y cerrar de pecho y entré soltando por la boca mis clásicas bromas médicas, pero cuando vi que uno de ellos me pintaba la zona de color cochinillo antes de asar, como en las películas, que me ponían un foco de luz mortecina sobre la chola y, sobre todo, que me cubrían con una sábana verde con agujero, se me pasaron las ganas por un momento.

Luego volvieron.

Me dejaron solo como a un condenado al que le permiten un instante de reflexión solitaria antes de la ejecución, y entonces, concentrado, sublime, lúcido, pensé: "Coño, coño". Y me hice caca (mental, eso sí, de la que no canta). Yo soy así: valiente y torero.

Cuando volvieron, le pregunté a la doctora si me iban a poner anestesia o a darme una botella de whisky, como cuando extraen flechas del pecho en las películas.

-- Aquí, como mucho, una cerveza -me contestó.
-- ¡Cómo está la sanidad pública!- me asombré.
-- Esto te va a molestar un poco- me advirtió.
-- Un poco... Ya... -me temí lo peor.
-- Escuece un poquito- me advirtió más la enfermera.
-- Un poquito... Es decir... Me va a doler- traduje yo.

Y sí que dolió, sí. Les iba a ahorrar los detalles, pero me metieron tres pinchazos (la anestesia local) que me provocaron un escozor interior bajo mi tercera teta equivalente a desollarte la cara afeitándonte y usar como after shave ácido sulfúrico. Un poquito, dice. Joder.

Al tercer pinchazo, temiéndome un cuarto, pedí sopitas a la doctora.

-- Casi que prefiero el whisky. Si eso, me acerco en un momento a comprarlo al chino y luego seguimos- por no decir, "mire, déjelo, que me quedo con la teta puesta y tan amigos".

-- Tranquilo, que ya está.

Tranquilo, lo que se dice tranquilo, no me quedé, pero es verdad que ya no me pinchó más veces, lo que hizo que me sosegara un poco. Al fin y al cabo, después de la anestesia, no iba a sentir dolor, ¿no?

Pues no. Estaba equivocado. Lo peor estaba por llegar. La extirpación de la tercera teta alargó el tiempo. Cuánto estuve allí tumbado, mientras me hurgaban en la herida, lo desconozco: entre una eternidad y dos. La doctora me decía:

-- Venga, que ya estoy acabando -para darme ánimos pero no acababa nunca.
-- Tómate tu... uh... tiempo... oh... No tengo prisa... ah...

Es curioso el tiempo. Con lo cortas que se me han hecho las vacaciones este año y lo largo que se me hizo el ratito eterno del quirófano.

-- Me dará... aah...s dos semana...ah...s de baja, ¿no?
-- Sí, claro -me contestó-, una baja con permiso para irte al Caribe.

"¡Qué bien!" -pensé, por eso no pongo las exclamaciones de dolor-. "Al Caribe dos semanas con permiso de mi mujer".

-- Pero...oh... ¿Me paga... ah...rá el viaje la Seguridad Socia... aaaaaaah...l?
-- Por supuesto. Ahora te doy la receta.

Para que luego nos quejemos de la Sanidad Pública. Dos semanas en el Caribe, para recuperarme. Todo incluido. Hasta el whisky.

Cuando por fin terminó de aplicarme "la guindilla picanta" (pero sin mucho cuidado, porque no es que me haya dejado "ninguno marca", es que tengo un boquete en el pecho al que sólo le falta ponerle el cartel del Canal de Isabel II), todavía temía que me cosieran, así, en vivo y en directo, como a un zapato viejo.

-- No, no te cosemos, no te preocupes. Te vamos a poner un drenaje.

¡Ah! Un drenaje, menos mal. Respiré aliviado, la tortura había acabado, y afirmé rotundo.

-- Hubiera preferido el whisky: al final, el dolor habría sido el mismo y eso que me llevo.

Apuesto a que, además, el mejor whisky es más barato que la peor anestesia. Di las gracias dos o tres veces, me dijeron que había sido muy valiente (¿cómo serán los cobardes?), me dieron unos nolotiles que no valen para nada, porque me duele de cojones, y me dijeron que tenía que ir a diario, al centro de salud, a que me curaran la herida.

Ayer fui a la primera cura. Ufano, optimista, contento, como soy yo. Enseguida se me pasó el buen humor. Menos mal que me puso un drenaje, pensaba. Pues me hizo más daño que en la operación. Tuve una sensación extraña cuando me vi la herida, abierta como está, sin sutura. Donde antes estaba mi tercera teta, hay ahora un agujero que si abro la boca, se hace corriente; si bebo, se me sale el líquido por ahí como al Pato Donald. Si alguien me susurrara en el culo, se le oiría perfectamente por el pecho.

-- ¡Hola! -incluso con un poco de eco, como quien grita en una cueva.

Es un agujero extraño, como he dicho, pero con un punto artístico, como la herida seca de la lanza de Longinos. Me recordó al Cristo de Mantegna, con esas laceraciones en las manos y en los pies que son como desgarrones en el cuero, agujeros dúctiles y ásperos en el cuerpo que ni sangran ni respiran porque son la muerte misma.



Hoy, tengo la segunda cura. A las siete. Me ha dicho la enfermera que procure tomarme un Nolotil media hora antes, más o menos.

-- Sí, sí. Vale, vale -le he dicho yo, pero lo pienso empujar para dentro con Caol Ila 12 años.

Tengo una botella en casa, que me regaló mi hermana Bego, y no he encontrado aún la ocasión. Puede ser ésta. Ya les contaré... Si es que me acuerdo de algo.

X. Bea-Murguía (estoy bien, mamá).

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7 Comments:

Blogger David Torres said...

Qué exagerao, coño. A mí el otro lunes me extirparon un nevus azul en la mano a vida o muerte y ni siquiera lo he puesto en el blog.

Un nevus azul suena a pájaro de los Monty Python, pero se trata de un vulgar lunar. Me metieron canasta de tres puntos. Eso sí, entre tu pecho y mi mano podemos hacer un buen modelo de Cristo budista (por los kilos de más).

Abrazos

01 octubre, 2008 09:50  
Anonymous Anónimo said...

Bueno, lo importante es que esté mejor la cosa.

Lo tuyo con los hospitales, las enfermeras y las doctoras empieza a ser llamativo. Casi picante.

¿Te dieron el trozo de carne que te quitaron? (como una muela, o la fimosis o el apéndice) ¿o se lo quedaron allí?

En cualquier caso, a cuidarse.

01 octubre, 2008 10:45  
Anonymous Anónimo said...

A ver, como sólo escribo chorradas en esto comentarios, a lo mejor no se me toma en serio, pero esta vez va sin chufla ni ironía: Estás escribiendo a una altura que cuesta encontrar en la blogosfera, en la prensa de papel o en libros impresos. Esta entrada, sobre ser una cachondada, es una demostración de lo que el estilo es capaz de lograr cuando se tiene dentro, y tú lo tienes, jodío.
Extraordinario, de verdad.
Y para que conste, firmo con mi verdadero nombre:
..., anónimo ma non troppo

01 octubre, 2008 11:22  
Blogger Bárbara said...

Con lo sexy que resultan los hombres con 3 tetas, cachis la mar...
Suscribo lo que dice el arriba firmante, ma non troppo. (ma non troppo su anonimato, yo lo suscribo totalmente, quiero decir)

01 octubre, 2008 12:15  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

David, exagerao, no, más bien apasionao en el relato. No sabes cómo se me puso el pecho. El domingo estaba que parecía que se me había atragantado Piolín.

Juanjo, la doctora me pidió que se lo firmara porque lo quería para un regalo. La gente que colecciona cosas raras. Me cuido, me cuido.

Anónimo, má assolutamente caro, muchas gracias por tus elogios pero no te voy a pagar más de lo que no te pago todavía (o sí). Tú sí que me encantas. Todo tú.

Bárbara, te aseguro que no puede haber nada más antierótico que mi tercera teta. Era un bulto rojo como un tomate bastante grande. De hecho, si me hubiera disfrazado de ambulancia me habrían dado el premio fijo.

Gracias a todos,

Javier

01 octubre, 2008 14:26  
Anonymous Anónimo said...

Hola Javier. Suena terrible. Espero que estés bien, pero para mí que te tangaron con la anestesia, igual por el recorte de costes o lo que sea pero eso no tenía pinta de ser ni prima en tercer grado de la verdadera anestesia. Recuerda, como el Butterfly pillow, rechaza imitaciones.

Por otro lado, como Bárbara, estoy de acuerdo con el anónimo. Hacías un comentario el otro día que me gustó sobre metáforas y frases redondas que justificaran a un escritor. Para mi que en este texto la parte redonda, dejando el bolón extirpado, está en el trozo que comparas con el Cristo de Mantegna:

“con esas laceraciones en las manos y en los pies que son como desgarrones en el cuero, agujeros dúctiles y ásperos en el cuerpo que ni sangran ni respiran porque son la muerte misma.”

Y para la próxima revisión, ya que el nolotil no te hace nada, podías probar con la fabada inhumana que comentaba ayer tu amigo, un par de raciones y te quedas que ni sientes ni padeces. Como decía Tip, mano de Santo Luiiiiissssssss!!

Carlota

01 octubre, 2008 14:36  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

Hola Carlota, suena terrible y es terrible. Tanto, que si me vuelve a salir un bulto de estos, cohabitaremos en paz y tan amigos, nos iremos juntos al cine (aunque me cobren dos entradas), mantendremos charlas sobre cosas intranscendentes, jugaremos a mirarnos fijamente a los ojos y esas cosas que hacemos los enamorados. Pero no me lo vuelvo a extirpar ni de coña. Es más, voy a ponerle nombre.

Gracias, pero créeme que el anónimo no es nada anónimo. Es más: es de casa. El mérito, en cualquier caso, es de Mantegna. Me flipa ese cuadro.

Un beso

Javier

02 octubre, 2008 06:18  

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