jueves, octubre 16, 2008

El placer es ahora


Queridos amigos,

ayer conocí a un hombre que posee cien relojes de pulsera, todos buenos, que guarda en su casa expuestos en una vitrina. Me enseñó la foto de la vitrina que lleva en su móvil con la misma ilusión con que yo muestro las de mis criaturas.

-- Mira, mira -me espetó ilusionado por una respuesta llena de admiración.
-- ¡Qué guapos!- estuve a punto de decir-. Se parecen mucho a ti.

Pero me limité a asentir conforme, con la perplejidad que me producen las pasiones ajenas cuando no las comparto y, por tanto, tampoco las comprendo. Como soy persona educada, sí puse en mi respuesta un punto de admiración impostada. Tampoco pienso que él estuviera esperando a que yo le hiciera una fiesta a su vitrina de joyería casera. Él me pareció un tío muy majo y fumador, pero a mí no me interesan los relojes. Lo siento. No gasto.

David Torres, que estaba allí con nosotros, como es de San Blas, dijo que él colecciona calcetines negros.

Le pregunté a Javi, el coleccionista de relojes, si se los ponía todos y me dijo que sí y que, incluso, daba cuerda a no sé qué reloj de una marca muy buena y muy antigua y prestigiosa, cuyo nombre ha hecho ya tic tac en mi memoria (lo siento, no me da para más).

David Torres aseguró que él también se pone todos sus calcetines. El chico es aseado. No lo digo yo. Se le ve.

En apenas treinta segundos, la conversación sobre la relojería de Javi se situó en un lugar que sí despierta mi interés: el momento de elegir qué réloj va a ponerse.

A David Torres, medio inclinado sobre el cajón de su cómoda, le pasa lo mismo.

A mi amigo Rafael Bernardo, en jarras frente a su humidor de puros, le sucede igual.

A mi sobrina Amaia (la persona más lectora que conozco) en la biblioteca del cole, se le presenta la misma encrucijada.

A mi suegro, mirando por encima de las gafas el armario de las galletas, le asalta la misma pregunta...

¿Cuál me dará el placer que busco?

La respuesta es cada uno de ellos, pero en el momento de la decisión del placer, no sólo cuenta el que obtendremos gracias a nuestra elección: hay que descontar el placer que desechamos con los descartes. Es muy duro decantarse por un hijo cuando se tiene cien.

A Javi le cuesta un rato decidirse por su reloj. Dijo treinta segundos, tic tac, de ingeniería suiza, pero yo creo que será más, porque en ese instante de vitrina abierta, el tiempo no puede medirse. Todos los relojes sonríen a las diez y diez, como escolares que levantan el brazo tan alto como son capaces, esperando a oír su nombre salir de los labios del profesor, porque saben la respuesta. Me imagino a Javi señalando uno y optando por el de más allá, mientras su mirada está puesta en el de más acá. El placer es ahora, en ese tic tac, y se alarga en la víspera de la satisfacción, en el ansia del goloso ante una bandeja de pasteles.

David Torres confesó que a él le cuesta también decidir qué calcetines negros va a ponerse ese día.

El hecho en sí de ponerse el reloj sólo es la culminación. A Javi le maravilla sentir el peso frío y metálico del elegido en la muñeca. Rafa enciende su puro. Amaia percibe el olor de la primera página del libro. Mi suegro muerde la galleta. Torres siente la caricia limpia del hilo en el empeine.

¿Y yo qué? Yo colecciono tareas pendientes. Últimamente tengo tantas acumuladas que no acabo de decidir cuál de todas ellas emprender al comenzar mi jornada, tan estrecha es la línea que separa el placer del sufrimiento y el deseo del temor.

X. Bea-Murguía (tic tac, despierta mi niña, me voy a hacer un biberón).

Hoy es el cumpleaños de mi concuñada Wenneke. Por si no lo saben, en Holanda es costumbre felicitar a toda la familia cuando es el cumpleaños de uno de sus miembros, así que felicidades Diego, Milo... Gefelitiet Anneke, Ninke... A todos los Chillón-Hund y a los Douze. Felicidades a todos (espero no dejarme a nadie).

A mí no me feliciten porque, aunque me llevo francamente bien con mi concuñada, como saben ustedes, y ésta es una vieja discusión contra el "cerrajón", Wenneke y yo no somos exactamente familia. La persona que está casada con mi cuñado no es mi cuñada.

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14 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¿y quién limpia el polvo de los relojitos?...ya siento un comentario tan banal pero semejante colección es lo que me despierta.....

16 octubre, 2008 10:48  
Anonymous Anónimo said...

¿marcan todos la misma hora?. Besos a los cuatro. jmmv

16 octubre, 2008 10:59  
Anonymous Anónimo said...

Como dijo Tolkien en cierta ocasión: "las tareas que no se empiezan nunca son las que más tardan en concluirse".

Elige una y ponte a ella.

Sobre los relojes: ¿estaban todos en hora?
Sobre los calcetines: ¿los ordena por tonalidades de negro?
Sobre las galletas: ¿no se le reblandecen o enmohecen al tener tantas?
Sobre los libros: ¿a qué velocidad lee?

Yo colecciono juegos de tablero, mi mujer barbies, mi madre campanitas, mi padre sellos, mi hermana posavasos, mi hermano objetos relacionados con el grupo KISS... ¿estamos los humanos condenados a coleccionar cosas?

16 octubre, 2008 11:03  
Blogger Bárbara said...

Qué triste soy que no tengo una maldita afición coleccionista de la que presumir...bueno, sí, una vez me dio por coleccionar esas estampitas con marcas de agua... euros creo que las llaman. Pero me cansé pronto.
Lo de los calcetines negros no tiene ningún mérito, si al menos fueran rojos...

16 octubre, 2008 11:27  
Anonymous Anónimo said...

En el coleccionismo de relojes hay, sin duda, un Peter Pan subyacente, producto de la neurosis que nos genera la imposibilidad de vencer al tiempo.

Fdo: S. Freud, relojero austríaco

16 octubre, 2008 12:49  
Anonymous Anónimo said...

Freud, sin ir más lejos, coleccionaba deseos sexuales no satisfechos de sus pacientes y amigos.

Y así salió.

Se dejó barba... ¡golosoooooooo!

16 octubre, 2008 12:52  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

Ana, los limpiará él o su señora o señorita, digo yo. Esta preocupación por el polvo, exactamente, ¿por qué lado te sale? ¿Qué colecciona Aitor?

Manolo, no creo. Ya sería más que pasión, manía.

Juanjo, no lo pregunté, aunque empiezo a arrepentirme, porque veo que eso despierta interés. Lo de los calcetines fue una coña (muy graciosa) de David que yo no he hecho más que robarle. Sobre las galletas, la respuesta es no, no les da tiempo. Sobre mi sobrina, más rápido que la mayor parte de la gente que conozco, a la velocidad de Álvaro Muñoz Robledano, pero con ocho años.
En cuanto a las colecciones de tu familia, no sé si los humanos estamos condenados, pero los que no coleccionamos, en ocasiones, estamos condenados a escuchar demasiados detalles de las colecciones de otros. No sé si me entiendes... ¿Kiss?

Bárbara, yo tampoco colecciono nada. En su día, tuve muchos azucarillos, pero en álgún momento me dije ¿para qué? Y mi madre no compró azúcar en un par de meses. Tengo monedas de muchos países, pero no es colección, son recuerdos de viaje. Ahí están. En un bote.

S.Freud, ¿eh? Me repita.

Javier

16 octubre, 2008 13:04  
Anonymous Anónimo said...

Yo colecciono frustraciones.
Seguro que este comentario lo eliminan.
Fdo: Holden Caulfield, vivisector

16 octubre, 2008 16:19  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

JAJAJAJAJAJJAJAJAAJA

Holden, aquí no vengas a buscar apoyo para tus frustraciones.

No hay censura.

Javier

16 octubre, 2008 17:01  
Anonymous Anónimo said...

Quitese la boina pá que se airen las neuronas.Que chapas cascas majete
El Pescailla del Guadiana olvidado por unos sinvergüenzas que no quieren gastar en vino.

17 octubre, 2008 00:42  
Anonymous Anónimo said...

Hola Javier
Pues yo reloj, tampoco gasto. Sin embargo calcetines, gasto y desgasto que da gusto. Fácilmente podría haberme yo visto en las mismas que el pez gordo del FMI creo que era, ése que llevó sus tomates a las portadas, sacándolos a relucir en el control de seguridad del aeropuerto.
Yo, después de mis inicios prematuros con los tomates en los leotardos del colegio, me he ido afianzando con la edad en la versión más clásica de calcetín con talón ventilado, y ahí me he quedado, que no consigo apearme. A ver si para este invierno, aprovechando que he hecho esta declaración sacando a relucir las pequeñas miserias, le doy un giro al asunto (y no, no me refiero a un giro al calcetín para alargar su moribunda vida...)
Carlota

17 octubre, 2008 09:01  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

¡Ay Pescaílla! ¡Qué poquita vergüenza tenemos! Pues te voy a decir una cosa, que te he oído decir a tí muchas veces: esta noche no, cariño. Estoy comprometido.

Carlota, el tomate es una cosa muy bonita, sobre todo para ir al médico. Eso y unas uñas del pie demasiado largas, pueden arruinar una buena honra que, no lo olvides, en España se lleva a la tumba. Confío en que esta salida tuya del armario pueda ayudarte a superarlo.

Javier

17 octubre, 2008 09:39  
Blogger David Torres said...

Ya que lo preguntan por ahí, ordenar los calcetines es un auténtico coñazo. Entonces es cuando entiendo por qué la gente se los compra a cuadros.

En cuanto al placer, el mayor gustirrinín es cuando te los quitas después de todo un día de planchar el cemento. Es como cuando una señora más bien flaquita se acuesta con un señor muy gordo. Obtiene dos orgasmos: uno cuando se pone, otro cuando se quita.

17 octubre, 2008 11:04  
Blogger oakleyses said...

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05 noviembre, 2015 04:39  

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