Entre la mer et la terre
Queridos amigos,
los hoteles en Francia, muchos de ellos, al menos de los que nosotros vimos, tienen la toilette separada del baño, en una habitación aparte. ¡Qué palabra más fina tualet! ¿Verdad? La gente chic, en un acto social, se levanta de la mesa y dice:
-- Disculpen ustedes que voy a la tualet -y queda bien, coño. Bien, bien, fino y elegante. Aunque en el fondo no importe el eufemismo (voy al servicio, al baño, a empolvarme la nariz o ahora vengo) que es lo mismo que decir "Voy a mear". Lo suyo es no andar con anuncios ni pregones, pero si hay que vocearlo, de verdad, mucho mejor decir "Voy a cagar. Ahora vengo" que andarse con cursiladas.
Apostilla digresora aparte, cuando llegamos a Honfleur, a nuestra habitación del hotel "Entre la mer et la terre", le dije a Cristóbal:
-- Coññññño, que me meo -llevaba aguantando un rato y, ante la urgencia, y más en confianza, no hay finura.
Y cuando salí, Cristóbal entró discreto, educado, fino, pero no tuvo más remedio que delatarse:
-- ¿Cómo se enciende la luz de la tualet?
-- Tiene un sensor. No sé si de movimiento o de presencia, pero es muy listo. Tú entras y se enciende.
¡Un sensor de movimiento en la tualet! ¡Qué cosas se ven por el mundo! ¿Cuánta gente conocen ustedes que, al hacer uso del inodoro, baile un zapateado para que no se apague la luz?
De mi reciente viaje por Normandía y Bretaña, Honfleur (en la foto) es uno de los pueblos que más me ha gustado. Está justo en la desembocadura del Sena, frente a Le Havre, con vistas al imponente Pont de Normadie, que es enorme.
Honfleur tiene un puerto pequeño y recogido, que preside el edificio de la comandancia, además de una iglesia construida totalmente de madera, por los carpinteros de los astilleros, que es digna de verse. Saint Catherine llama la atención por sus dos naves paralelas, gemelas, y sus artesonados, así como por su decoración. En el coro, por ejemplo, se pueden observar figuras de músicos de corte clásico, como este que, sin duda, es el dios Pan.
La foto es oscura. Podría ser el Demoño Colorao, pero es Pan tocando una corneta (en vez de la siringa). Es curioso ver en un templo cristiano una figura pagana.
Honfleur merece la pena. Pero yo no sería yo y ésta no sería mi circunstancia si no contara lo mío. Es un poco desagradable y va contra mi buen nombre.... Contra lo poco de buen nombre que me queda... Pero...
Ese día comimos en Etretat, antes de visitar sus impresionantes acantilados, y como Cristóbal estaba casi ansioso por comer mulée frite, pues mulée frite para todos. Para quien no lo sepa, el mulée frite no es más que un cacerolón, el que ven en la foto de abajo, de minúsculos mejillones que se sirven con patatas fritas. Ya.
Acostumbrado como estoy al intenso sabor de los mejillones XXL de la ría de Arosa, que alimentan como un filete, pues el mulée frite está bueno, sí, pero me pareció algo así como rebañar el fondo de lo negro de las uñas de un gigante. No sé si me explico. Poca cosa. Digamos que los gallegos son mejillones de la mar y estos son de la mer. Cristóbal comió y cenó mulée frite, al menos, cuatro veces más en una semana.
Arrancamos de Etretat hacia Le Havre, a cruzar el Pont de Normandie, con destino final en Honfleur, pero yo notaba que, en venganza por mi poco aprecio, uno de aquellos mejilloncillos se me había quedado ahí, entre la mar y la tierra, enganchado en la glotis y que ni para dentro ni para fuera.
¡Coño con el mulée frite des oeufs!
Vamos, que me sentaron como un tiro, aunque yo, como siempre, no hice ni caso porque soy de los que prefiere esperar a que el mal se canse y desaparezca. De esta guisa, salimos Cristóbal, el mejillón y yo a dar una vuelta por Honfleur; nos sentamos en una terracita en el puerto; incluso cené, poco, un croque monsieur; nos tomamos un par de cervecitas; fuimos a un local de jazz a tomar un gintonic y, después, los tres al hotel "Entre la mer et la terre" a dormir, no muy tarde, que al día siguiente empezábamos el periplo por las playas del desembarco y queríamos llegar hasta Bayeux.
Pero, el mulée frite que no. Y miren que yo soy de los que se duerme rápido, pero el mulée frite que no y que no. Y lo malo que es obsesionarse con algo una vez acostado. Un ruidito, el tic tac de un reloj o una canción rayante te pueden arrancar el sueño. Pues yo con el mejilloncito ahí, clavado e insomne.
Dormí a ratos, en intensa duermevela, rozando el delirio postrero hasta las tres de la mañana, hora en que, como cabía esperar, me desperté con náuseas y bastante desorientado, lo normal cuando uno está durmiendo en un hotel. Me costó recordar que, en Francia, la toilette está separada del baño y de poco no va el mejilloncito al lavabo, porque entré atropelladamente al baño, como un marinero al lupanar del puerto, y alguien me había escamitado el inodoro.
-- ¡Voy a la tualet! -me dije a tiempo de rectificar mi trayectoria y aquí es donde entra el puto sensor de la luz.
¿Cuánta gente en Francia se pone a bailar un zapateado mientras pota el mulée frite de los cojones para que no se apague la luz? Pues ahí estaba yo, "Entre lamer et poter", con mis arcadas, y la luz apagándose sola cada dos segundos porque, tal vez por su colocación (o yo qué sé por qué), el sensor no estaba pensado para detectar a un hombre en la postura del penitente y, por tanto, no me tenía en cuenta.
A ratos, esos largos ratos interminables de vomitona en los que siempre parece que no acabas, decidía seguir a oscuras, para lo que tenía que meter bastante la cabeza dentro de un water francés que... En fin... Prefiero no dar detalles. Desde luego, no era el de mi casa. Al poco, me desembarazaba de mi resignación y movía un brazo para que se encendiera la luz, sin dejar de vomitar.
Yo no sé si hacen una idea de lo difícil que es arrojar a la mer al mejillón, mientras se mueve un brazo a ciegas para que el sensor de movimiento más tacaño que jamás he encontrado te perciba y no decida dejarte a oscuras.
Tan difícil es que, efectivamente, en uno de estos espasmos de brazo para encender la luz, que se había vuelto a apagar, golpeé las tapas del inodoro que fueron a caerme, unas décimas antes de que se hiciera la luz, en la cabeza.
En Francia, las tapas del inodoro van más rápidas que la luz. Y ya no digamos que el sensor de movimiento.
Quizá ese golpe en la coronilla fuera el definitivo para desalojar al mejilloncito. Eso sí, una vez solo en mi cuerpo, exorcizado de la posesión del mulée frite, dormimos de pute mere. Mi chichón y yo.
X. Bea-Murguía (perdonen si han leído esto a la hora de comer).
los hoteles en Francia, muchos de ellos, al menos de los que nosotros vimos, tienen la toilette separada del baño, en una habitación aparte. ¡Qué palabra más fina tualet! ¿Verdad? La gente chic, en un acto social, se levanta de la mesa y dice:
-- Disculpen ustedes que voy a la tualet -y queda bien, coño. Bien, bien, fino y elegante. Aunque en el fondo no importe el eufemismo (voy al servicio, al baño, a empolvarme la nariz o ahora vengo) que es lo mismo que decir "Voy a mear". Lo suyo es no andar con anuncios ni pregones, pero si hay que vocearlo, de verdad, mucho mejor decir "Voy a cagar. Ahora vengo" que andarse con cursiladas.
Apostilla digresora aparte, cuando llegamos a Honfleur, a nuestra habitación del hotel "Entre la mer et la terre", le dije a Cristóbal:
-- Coññññño, que me meo -llevaba aguantando un rato y, ante la urgencia, y más en confianza, no hay finura.
Y cuando salí, Cristóbal entró discreto, educado, fino, pero no tuvo más remedio que delatarse:
-- ¿Cómo se enciende la luz de la tualet?
-- Tiene un sensor. No sé si de movimiento o de presencia, pero es muy listo. Tú entras y se enciende.
¡Un sensor de movimiento en la tualet! ¡Qué cosas se ven por el mundo! ¿Cuánta gente conocen ustedes que, al hacer uso del inodoro, baile un zapateado para que no se apague la luz?
De mi reciente viaje por Normandía y Bretaña, Honfleur (en la foto) es uno de los pueblos que más me ha gustado. Está justo en la desembocadura del Sena, frente a Le Havre, con vistas al imponente Pont de Normadie, que es enorme.
Honfleur tiene un puerto pequeño y recogido, que preside el edificio de la comandancia, además de una iglesia construida totalmente de madera, por los carpinteros de los astilleros, que es digna de verse. Saint Catherine llama la atención por sus dos naves paralelas, gemelas, y sus artesonados, así como por su decoración. En el coro, por ejemplo, se pueden observar figuras de músicos de corte clásico, como este que, sin duda, es el dios Pan.
La foto es oscura. Podría ser el Demoño Colorao, pero es Pan tocando una corneta (en vez de la siringa). Es curioso ver en un templo cristiano una figura pagana.
Honfleur merece la pena. Pero yo no sería yo y ésta no sería mi circunstancia si no contara lo mío. Es un poco desagradable y va contra mi buen nombre.... Contra lo poco de buen nombre que me queda... Pero...
Ese día comimos en Etretat, antes de visitar sus impresionantes acantilados, y como Cristóbal estaba casi ansioso por comer mulée frite, pues mulée frite para todos. Para quien no lo sepa, el mulée frite no es más que un cacerolón, el que ven en la foto de abajo, de minúsculos mejillones que se sirven con patatas fritas. Ya.
Acostumbrado como estoy al intenso sabor de los mejillones XXL de la ría de Arosa, que alimentan como un filete, pues el mulée frite está bueno, sí, pero me pareció algo así como rebañar el fondo de lo negro de las uñas de un gigante. No sé si me explico. Poca cosa. Digamos que los gallegos son mejillones de la mar y estos son de la mer. Cristóbal comió y cenó mulée frite, al menos, cuatro veces más en una semana.
Arrancamos de Etretat hacia Le Havre, a cruzar el Pont de Normandie, con destino final en Honfleur, pero yo notaba que, en venganza por mi poco aprecio, uno de aquellos mejilloncillos se me había quedado ahí, entre la mar y la tierra, enganchado en la glotis y que ni para dentro ni para fuera.
¡Coño con el mulée frite des oeufs!
Vamos, que me sentaron como un tiro, aunque yo, como siempre, no hice ni caso porque soy de los que prefiere esperar a que el mal se canse y desaparezca. De esta guisa, salimos Cristóbal, el mejillón y yo a dar una vuelta por Honfleur; nos sentamos en una terracita en el puerto; incluso cené, poco, un croque monsieur; nos tomamos un par de cervecitas; fuimos a un local de jazz a tomar un gintonic y, después, los tres al hotel "Entre la mer et la terre" a dormir, no muy tarde, que al día siguiente empezábamos el periplo por las playas del desembarco y queríamos llegar hasta Bayeux.
Pero, el mulée frite que no. Y miren que yo soy de los que se duerme rápido, pero el mulée frite que no y que no. Y lo malo que es obsesionarse con algo una vez acostado. Un ruidito, el tic tac de un reloj o una canción rayante te pueden arrancar el sueño. Pues yo con el mejilloncito ahí, clavado e insomne.
Dormí a ratos, en intensa duermevela, rozando el delirio postrero hasta las tres de la mañana, hora en que, como cabía esperar, me desperté con náuseas y bastante desorientado, lo normal cuando uno está durmiendo en un hotel. Me costó recordar que, en Francia, la toilette está separada del baño y de poco no va el mejilloncito al lavabo, porque entré atropelladamente al baño, como un marinero al lupanar del puerto, y alguien me había escamitado el inodoro.
-- ¡Voy a la tualet! -me dije a tiempo de rectificar mi trayectoria y aquí es donde entra el puto sensor de la luz.
¿Cuánta gente en Francia se pone a bailar un zapateado mientras pota el mulée frite de los cojones para que no se apague la luz? Pues ahí estaba yo, "Entre lamer et poter", con mis arcadas, y la luz apagándose sola cada dos segundos porque, tal vez por su colocación (o yo qué sé por qué), el sensor no estaba pensado para detectar a un hombre en la postura del penitente y, por tanto, no me tenía en cuenta.
A ratos, esos largos ratos interminables de vomitona en los que siempre parece que no acabas, decidía seguir a oscuras, para lo que tenía que meter bastante la cabeza dentro de un water francés que... En fin... Prefiero no dar detalles. Desde luego, no era el de mi casa. Al poco, me desembarazaba de mi resignación y movía un brazo para que se encendiera la luz, sin dejar de vomitar.
Yo no sé si hacen una idea de lo difícil que es arrojar a la mer al mejillón, mientras se mueve un brazo a ciegas para que el sensor de movimiento más tacaño que jamás he encontrado te perciba y no decida dejarte a oscuras.
Tan difícil es que, efectivamente, en uno de estos espasmos de brazo para encender la luz, que se había vuelto a apagar, golpeé las tapas del inodoro que fueron a caerme, unas décimas antes de que se hiciera la luz, en la cabeza.
En Francia, las tapas del inodoro van más rápidas que la luz. Y ya no digamos que el sensor de movimiento.
Quizá ese golpe en la coronilla fuera el definitivo para desalojar al mejilloncito. Eso sí, una vez solo en mi cuerpo, exorcizado de la posesión del mulée frite, dormimos de pute mere. Mi chichón y yo.
X. Bea-Murguía (perdonen si han leído esto a la hora de comer).
9 Comments:
Lo de Pan es una flauta, alma de cántaro.... XD
Anda, que el plato nacional belga sea mejillones con patatas fritas.... en fin.....
Claro, Juan, la flauta de Pan se llama Siringa, por la ninfa Siringa, a la que Pan persiguió con la trompeta en la mano y aullando (y no era para devolverle el bañador). El río Peneo (creo recordar), para salvarla, la convirtió en juncos y Pan, desesperado, se puso a besarlo arrancando de ellos las notas de su flauta.
Es una flauta, pero como las de los Andes.
He dicho.
Javier
No teneis ni idea.
Lo que tocaba Pan era una baguete de dos pistones con colines adjuntos.
Fdo.: Ata Hualpa Yu Punki, musicólogo andino y ex manager de los Six Pistols.
¡¡ Picón !! Que eres un picón... XD
... me voy a la tualet, y ahora vuelvo.
JRL
JAJAJAJAJA
Una duda, ¿Cristóbal no tuvo similares problemas con su ración de mulée frite?¿Mala suerte o predisposición intestinal contra las mieles normandas?
En cualquier caso, repito JAJAJAJAJAJA
Honfleur dice. Maricuchili, que es lo que eres. Al lado del santuario machote, de sudor y sangre de Omaha, y tú comentando que lo mejor que has visto es un pueblecín donde el deporte nacional es amanecer, barquietos de pesca, cuadros de amapolas y dar de comer mejillones caducaos a los turistas. Diossssss. Tienes que volver (Ahí lo dejo).
Gral. Patrón (con permiso de mi señora)
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