lunes, marzo 16, 2009

Cinco satisfacciones

Queridos amigos,

en el esforzado y difícil juego del golf, voy haciendo mis pequeños progresos, poco a poco, pero con tremendas satisfacciones que, hace un año, ni hubiera pensado. Cada vez que en el campo de prácticas le meto un maderazo bacalao y la mando recta y elevada a 200 metros, se me olvida que antes, pero dos minutos antes, se me ha ido la bola a la derecha a tomar por saco. Le doy y, si vuela, se me hincha el pecho y las cinco o seis bolas malas anteriores se difuminan en la memoria, como un mal sueño, como si nunca hubieran salido de mi palo.

Primera satisfacción: tiré cinco malas, es verdad, pero una tan buena que todavía la veo volando.

Le conté a mi profesor, Diego San Román, que finalmente había ido a jugar al pitch & putt con Javier Marca.

-- No sabes dónde te estás metiendo- me dijo-. Esto es un vicio.
-- Ya, ya me voy dando cuenta.
-- ¿Qué tal te fue?
-- Muy bien -le contesté-. No hice ninguna pifia importante y di dos o tres golpes buenos, aunque el primer día se me fueron dos al lago, pero, bueno, yo me fui muy contento para casa. Me da tanto gusto cuando le doy bien, que los golpes malos se me olvidan.
-- Muy bien, Javier - me dijo Diego, sin exclamaciones-, tú ya le has cogido la esencia al golf. Otros están años jugando y no lo pillan. Tú, en dos meses, ya sabes de qué va. Ahora, incluso, puedes ir a jugar solo, que te lo pasarás igual de bien.

Segunda satisfacción: las palabras exactas dichas por la persona adecuada.

Los profesores de la Federación habían organizado un campeonato de putt para todos los alumnos: nueve hoyos en el putting green, dos golpes por hoyo, de forma que los que se lo hicieran en 18 ó 19 golpes pasarían el corte seguro para una ronda final, los de 20 ó 21, a lo mejor. De 22 para arriba, difícil o imposible. Aunque esto es un cálculo a priori, que después depende de lo que hagan todos los jugadores.

Empecé regular. Me hice los dos primeros en tres, con sonada cagada en el uno a medio metro del hoyo, lo que me ponía en un mínimo de 20 (a no ser que hiciera algún hoyo en uno, que no lo hice). Mis compañeros, sobre todo uno de ellos, bien vestido, elegante, con porte, que se le ve al hombre discreto y educado, en el par. Después, cuando me centré, fui el más regular: cinco hoyos en dos y dos en tres. Les gané a los dos. El elegante llegó a cagarse en la puta en voz bien alta cuando en el séptimo no embocó su cuarto putt. Yo me quedé en 22, ellos en 25 y 26. No paso el corte, probablemente, pero no llevo ni dos meses jugando. Es un buenísimo resultado. Al menos, eso pienso yo. Seguro que mi madre y mi tía Carmen están de acuerdo.

Tercera satisfacción: no paso el corte, pero me doy cuenta de que me da lo mismo, que estoy contento con mi resultado porque he sido regular y, sobre todo, porque he tenido el dominio de mí mismo. En el otro lado, el tío elegante, que lleva jugando tres meses más que yo, pierde la compostura, con palabras que no le pegan nada con los zapatos que gasta. No se da cuenta de que por eso, precisamente por eso, falló el cuarto putt en el hoyo siete.

El sábado fue el cumpleaños de Rodrigo, ocho años ya. Entre las montañas de regalos que le hicieron (demasiados, como siempre), mis suegros le compraron lo que él había pedido: una pequeña bolsa de golf con una madera, tres hierros y un putt...

Lo mejor de todo es que paramos en una gasolinera y me dice:

-- Cógeme un guante de plástico.

Después, ya en casa de mis suegros, veo al tío Isaías con el guante de plástico puesto en la mano izquierda. Rodrigo le está enseñando a jugar al golf.

Cuarta satisfacción: a Rodrigo le gusta venir conmigo al golf.

Tendrían que verlo. En mi caso, es todo un proceso mental que debo desenrollar de mi memoria, en el que un paso da pie al siguiente, como una lista de los Reyes Godos. Cojo el hierro 7, me pongo en la alfombra del campo de prácticas, pongo la bola, sitúo el palo, lo agarro con la mano izquierda, con cuidado, procurando poner los dedos como me han dicho que se debe hacer, apoyo la derecha en su postura, apunto con la cazoleta, centro la bola entre las piernas, relajo las manos, las muñecas y los brazos, meto las puntas de los pies para dentro, mido y corrijo la distancia entre la bola y yo, busco estar cómodo, relajado y con el brazo izquierdo recto, levanto el palo despacio, procurando trazar bien la subida, clavando la vista en la bola, sintiendo el palo en las manos libre, suelto, pero agarrado y, sin levantar los ojos de la bola, le atizo, con el brazo izquierdo recto y dejando que la propia inercia gire mi cuerpo. Escucho el zumbido de la cazoleta rozando la alfombra, ese sonido tan reconfortante, y el golpe a la bola seco, pero sigo mirando a la sombra que ha dejado la pelota sobre el suelo, y sólo cuando el palo ya está arriba de nuevo y el pie derecho se ha girado, apoyándose sobre las puntas de los dedos, busco la bola en el horizonte... Aunque, a veces, tengo que buscarla a ras de suelo. El golf es, para mí, un juego contra mí mismo, de fuerza mental, de dominio.

Pero...

Rodrigo llega, se coloca, le da y la bola sale volando. El cabrón.

Como si hubiera jugado toda la vida. Sin el esfuerzo que tengo que hacer yo. Con naturalidad. Con sencillez. Como si cualquier cosa.

Quinta satisfacción: mi hijo juega mucho mejor que yo. Sólo le falta mi fuerza. Me dan ganas de besarlo cada vez que le veo dar un golpe. Es impresionante.

Estoy enganchado a la pelotita, que decía mi abuela. ¿Qué le voy a hacer?

X. Bea-Murguía (the Threestones Tiger)

5 Comments:

Blogger QJones said...

¿Qué le vas a hacer? Sus divirtáis! Vamos a pasar unos martes descándalo. Y jueves y sábados y domingos. Y viernes por la tarde. Y te lo pasarás de escándalo en casa, repasando en la cabeza el green del 6, la calle de 12, viendo un backspin en el 3 (es que ese lo hago yo), saliendo de un bunker en el 4, rehaciendo el approach del 17... y con tu hijo buscando tus bolas.

Isaías volvía a la cocina arrancándose el guante de la gasolinera y diciendo: Es que me suda mucho la mano. Me suda mucho.

No te queda ná. Te lo vas a pasar teta.

16 marzo, 2009 08:19  
Anonymous Anónimo said...

Pensaba que no había nada más aburrido que ver el golf por la tele. Y resulta que es peor leer un post sobre el tema.

Qué bien vives.

18 marzo, 2009 16:02  
Anonymous Anónimo said...

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Javier

18 marzo, 2009 16:39  
Anonymous Anónimo said...

Y que no me pueda concentrar de lo bien que ha sonado ese golpe en el nueve...Zzzzzzummmmba... Y a medio metro del hoyo. Así.

Que divertido es el juego cortico.

Javier

18 marzo, 2009 17:55  
Blogger oakleyses said...

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05 noviembre, 2015 07:22  

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