martes, febrero 02, 2010

De un optimismo arrollador

Normalmente, soy el típico charlas que le da conversación al taxista. No me sale merendarme media hora de silencio, aliñado con bocinazos e insultos, con un señor con el que, bien mirado, en el fondo comparto un mismo destino. Así que si no ando meditabundo, si no hay algo que me rebota en la cabeza como una bola de goma, tiro de tópico para desengrasar.

-- ¡Qfríoconiiio!

O, al pasar por unas obras (cosa rara en Madrid)

-- ¡Ay si alguien le hubiera regalado al alcalde, de niño, un cubito y una pala!

Porque a todo lo irremediable se le puede encontrar una explicación en la infancia.

Suele coincidir que el taxista, curtido en mil atascos, tiene ganas de marcha y me sigue el rollo. El tema Ruín Gallardón es infalible. Será casualidad pero yo no encuentro un sólo taxista que hable bien de él y casi todos en la línea esperancista.

DIGRESIÓN: Esperanza... Educada en los mejores colegios... MBE... ¡Qué lenguaje de carretero es ese, tan burdo, tan crudo, tan cierto!

El otro día me tocó un taxista que echaba la culpa de todo a la inmigración, estaba a favor de la cadena perpetua, de la pena de muerte y de más lindezas de esa laya y, encima, estaba indignado porque en su pueblo tenían el descaro de llamarle facha... "¡Facha yo! Con Franco esto no pasaba, oiga". Durante el largo trayecto, materializado a irritantes acelerones pero sin pasar de 70 en la M-40, permanecí en un atemorizado silencio. Hay gente a la que es mejor dejar hablar que ya se desacreditan solos (es verdad, Luis).

Al día siguiente del 1-6 del Barcelona en el Bernabeu, había quedado yo en el mismo estadio para comer (en un sitio de cuyo nombre prefiero no acordarme). Entré al taxi y sólo dije:

-- Lléveme a la Zona Cero.

El taxista, que era del Atleti, ni lo dudó... Aquella charla sí que fue grata...

Pero, últimamente, ZP y la ley omnibus (que ningún taxista de Madrid ha conseguido explicarme de manera inteligible) dan más juego que Xavi e Iniesta. Ayer mismo, me tocó un taxista de optimismo arrollador, de estos que cuando entras en el taxi casi te dan ganas de darle el pésame nada más verle la cara... De los de "Señor, Dios mío, llévame de este valle de lágrimas".

-- Voy a ese sitio en el que vamos a acabar todos, como siga la cosa así -le dije.
-- Al tanatorio de la M30.

No me lo preguntó. Me lo dijo así, serio, toda la frase de un sólo golpe de voz grave y monocorde.

-- Eh... Bueno... Yo no sé usted, pero en ese sitio infecto hace mucho que decidí que no me iban a ver el pelo, al menos hasta dentro de unos cuantos años... Digamos... Cien -afirmé con las cejas arqueadas.
-- Como ha dicho usted que le lleve a un sitio donde vamos a acabar todos...
-- Sí, claro... Claro que lo he dicho, pero me refería al INEM... Ya sabe... Condesa de Venadito... Zapatero.
-- ¿Zapatero? No me hable, no me hable...

Y, entonces, sí. Caña, caña, caña. Paro, paro, paro.

X.Bea-Murguía (paro, paro y más paro)

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

El taxista cenizo tenía más razón que un santo.

Fdo: Casandra Pajín, agorera.

03 febrero, 2010 09:58  
Anonymous Anónimo said...

Joder con el tufillo de este blog. Hagamos un trato, gastemos en vino y así justificaremos el puesto de trabajo del payo-pini(es decir, panchito pero en calé).
El pescailla del Guadiana.

03 febrero, 2010 22:23  

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