martes, enero 24, 2006

De indias y de vaqueros


Queridos amigos,

ustedes son listos y lo saben de sobra: para los niños, como para los políticos, la vida es en blanco y negro (ni siquiera escala de grises), un río que divide en dos un pueblo, en cuyas riberas habitan los opuestos. A esto se le llama maniqueísmo, una corriente cristiana predicada por un heresiarca de ese mismo nombre que creía en dos fuentes de creación: el mal y el bien. Vamos, la tensión entre contrarios como origen de la vida, ¿que el hombre es el bien? Pues la mujer es el... ¡No sabían nada los maniqueos! Cualquier cosa con tal de poder irse a jugar al mus con los amigotes. ¡Eso eran hombres y no lo de ahora! ¿A que sí, Vernia?

Para Maniqueo, como para los niños, no existen los grises, lo que proviene de una visión limitada del mundo causada por falta de madurez intelectual. Quiero decir que no hay que considerarlo un defecto, a no ser que tengas 45 años y vivas en Bruselas (o en Fuenlabrada), que es una concepción simplista de la vida que reduce el inmenso, ancho y diverso día a día a una capacidad de comprensión limitada. Por eso, por más que se empeñen los guionistas de los Lunnis, un niño de cuatro años jamás entenderá la homosexualidad. Personalmente me jode que el maniqueísmo correcto de una panda de gilipollas con moraleja preparada, de moralizantes predicadores sin sotana, se inmiscuya de esa manera tan traicionera en la educación de mi hijo. Si yo quiero convertirlo en un cafre del Atleti (o del Racing Culebras), ¿quién cojones son ellos para mostrar a mi hijo de forma tan rastrera lo que es bueno y lo que es malo según una escala de valores que puede no ser la mía? ¿Por qué se creen ellos que su moral es superior a la mía? En fin, perdonen que me vaya por las ramas, pero que los programas infantiles se metan a resolver problemática adulta me saca de quicio.

Mi hijo, pónganse la gabardina que voy a babear, es mi héroe desde que lo vi salir por el túnel de la vida... Tan pequeño, con los ojitos tan abiertos y los pies tan grandes. Pasó del seno materno a los brazos de su padre, que lo vio nacer, en el día en que cambiaron todas mis prioridades hasta un punto que ni yo mismo era capaz de imaginar en ese feliz minuto de mi existencia. Es mi puto héroe, mi Rodrigo. A los tres años, un día, le dijo mi madre:

-- "Rodrigo, ¿quieres un bocata de jamón para merender?"
-- "Vale, abuela. Un bocata de jamón y una cervecita".

¡No me digan que no se merecía una Heineken bien tirada! Esto, ¿lo habrá aprendido viendo los Lunnis?

Vuelvo al hilo del principio. Ayer, mi hijo jugaba con unos clicks de indios y vaqueros cuando me preguntó quiénes eran los buenos. Una pregunta jodida, más de lo que ustedes piensan. Si me pongo en "Tambores lejanos" y me afeito a cuchillo como Gary Cooper... Y si me pongo en "Bailando con lobos"... Al final resuelves que hay indios buenos y vaqueros malos y tratas de explicarle que pueden ser amiguitos. Sin embargo, todo esfuerzo es vano, amigos, porque el niño lo tiene cristalino:

-- "Los vaqueros son los niños", es decir, los buenos, "y los indios son las niñas", es decir... La cosa es así de rotunda y simple. El mundo se divide en tíos con pistola y tías con pluma y si viene un día a comer a casa Boris Izaguirre, mi hijo le dará un colt cromado del calibre 38, por más que él (y los Lunnis) se empeñe en ponerse las plumas de jefa india. Rodrigo ha aprendido en el cole que los niños tienen pene y las niñas, bulba (así de retorcida es la educación de hoy día que oculta a los ciudadanos y ciudadanas del mañana la realidad transexual) y explicar más es liar la madeja innecesariamente. Ya entenderá él la vida según se vaya haciendo mayor. No hay ninguna prisa.

Después le pregunté por el nombre de su vaquero:

-- "Claro de luna", me dijo y me rompió todos los esquemas.
-- "¡Vaya nombre más indio para un vaquero!"...

Jodidos niños.

X. Bea-Murguía

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Pues un revolver de "Claro de Luna" ha emigrado hasta el Pais de los Tulipanes.
A mí tampoco me gustan los lunnis: son unos guais. Pero como tu dices, los niños no entienden las moralinas en grises que les lanzan y sólo los padres recibimos. De todas formas, prefieron que no los vean.

24 enero, 2006 12:40  

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