¡Despeja, Tarzán!
Queridos amigos,
El sábado me estrené de defensa central en el Racing Culebras, la “Mandarina mecánica”, más que nada porque mi estado de forma tampoco me permite, de momento, grandes carreras por la banda ni alegrías ni mariconadas por el estilo. Estuve un rato arriba, pero a la décima patada recibida, y después de marcar un golazo con la espinilla y de rebote, me retiré a mis cuarteles de invierno, en el centro de la defensa.
Ustedes se lo perdieron por no venir a animar al Racing Culebras, su equipo y el nuestro: ¡Qué porte! ¡Qué trote cochinero por las inmediaciones del área! ¡Era para sacarme en el "As"! Me vi, de pronto, substanciado en un Fernando Hierro, pero listo; en un Koeman con cintura; en un Cholo Simeone sin navaja; en un Tarzán Migueli sin bigote... Con seguridad, tajante, dando órdenes a mis compañeros, contemporizando, despejando el peligro... Fiel a mi función, marco al 21 suyo por detrás, cuando veo que viene hacia mí un balón alto... Muy alto... Muy, muy alto... y yo, firme, en mi papel, pienso: con la cabeza, Tarzán... Y la bola que baja hacia mí... ¡Despeja con la cabeza, Tarzán!... Y baja, baja, baja... ¡DESPEJA TARZÁN!...
Tengo un aplastamiento de vértebras cervicales que me tiene más tieso que el recluta José Ramón Carrillo en la mili cuando le dijo su sargento: “Tú, con ese apellido, lo vas a pasar mal aquí”. Menos mal que mi señora me da friegas y refriegas en el cuello (Mamá, que estoy bien, que el blog no es la vida real). Por cierto que el domingo fuimos al monte con unos amigos y no se imaginan ustedes el sufrimiento inhumano que se padece al intentar beber vino de la bota con dolor en las cervicales o al tratar de diferenciar entre pinos albares y negrales y estas cosas que hacemos los amantes de la naturaleza.
En el momento del despeje sentí un pequeño mareo y el dolor fue inmediato e intenso. Pensé que, con semejante testarazo, habría mandado seguramente el balón al segundo anfiteatro. En mi delirio, no descarté la posibilidad de que, desde mi área, con la potencia impelida al esférico, pudiera, en un fallo catastrófico de su portero, marcar mi segundo gol del día, pero resultó que no, que el pelotazo me incrustó la cabeza en el cuerpo como a un dibujo animado, me transformó en un bandoneón al puro estilo de la Pantera Rosa y la bola quedó muerta para que el 21 suyo chutara... Falló, que conste, que no fue tan grave.
Sé que muchos creerán que lo que voy a decir ahora, que es el pensamiento que me sobrevino mientras conducía dolorido a los brazos de mi mujer, es un poco duro, pero, amigos, la aprensión es así. Pensé en sección de médula a la altura del cuello, mientras recordaba, una y otra vez, paranoico, el balón cayendo de las alturas como un castigo, como un martillo de infieles. Al igual que el tipo de la novela de Paul Auster (aquel que da un giro a su vida tras salvarse, por centímetros, de ser aplastado por una viga) yo me lo he replanteado todo: que le den morcilla a Tarzán Migueli... A la que vea que me viene el balón con cara de mala leche, yo me aparto como Michel en el Mundial de Italia.
X. Bea-Murguía
1 Comments:
Maaaadrecita. Me estoy empezando a preocupar. En serio, Javier, o eres el pupas o a ti las cosas te duelen más que a los demás o eres el "alter ego" de Woody Allen, insisto. Solución: deja de hacerte el machote, que ya no tienes 18 tacos; deja el deporte, aunque a pesar de los achaques te viene bien para "esculpir tu figura" (modera tus acciones) o deja de quejarte porque te voy a terminar llamando "La Dolorosa", hermoso.
PD- Nos estás arruinando el presupuesto familiar con tanto betadine, tantum, inacid, vendas... (la cuesta de enero no tiene fin contigo). Aunque te hace interesante la mirada de medio lado que te gastas, tipo robocop ;-)
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