miércoles, marzo 08, 2006

Críticas en un día de playa


Queridos amigos,

Sé, porque me lo han dicho ustedes mismos, que se cortan a la hora de participar, que no quieren aportar nada al blog no porque los comentarios de Hormon Wells o de su seguro servidor no le sugieran ni decir "Estos dos son gilipollas", sino porque les da vergüenza. Sin embargo, yo les garantizo que escribir en un blog de coña y meterse con todo Dios es MUY FÁCIL. Creanme. Es chupado. Basta con fijarse en el principal defecto de los demás y atacar ahí sin piedad. Esto es algo que lo puede hacer cualquiera.

Para que entiendan ustedes bien lo que les quiero decir, por una vez, os voy a tutear.

Imagina que estás en una preciosa playa poco transitada holgando a placer en un maravilloso, azul, despejado y cálido día de verano. Cierras los ojos y puedes sentir cómo el sol va pintando tus mejillas de cobre, coloreándolas con delicadeza digna de restaurador, y oyes el murmullo del mar que, mezclado con los gritos de los niños que juegan alborozados (la auténtica libertad perdida que eran las eternas vacaciones de la infancia), forma un paisaje acústico de verdadera felicidad. Levantas la mirada y la fijas, sin saber por qué, en un niño rubio, de no más de seis años, que se afana en construir un castillo de arena. Dejas de lado la novela que estás leyendo porque su inconsistencia te causa desidia y porque, de pronto, te percatas de que la minuciosa tarea del chaval te ayuda a conseguir una sensación más plena de relajación. No hay nada en qué pensar ni hay nada qué hacer más importante, en ese preciso instante, que no sea seguir al detalle cómo maneja la fina arena de la playa un pequeño arquitecto rubio de seis años que viste un bañador de forzudo de circo. La postal te abstrae por completo. Colocas tu mano en la frente a modo de quitasol para seguir sus progresos con atención rayana en la indolencia. El chaval resulta ser extraordinariamente metódico: agarra su cubo, baja unos metros hasta la misma línea del mar, lo llena de agua que, después, vierte en un agujero donde hace la mezcla, deja que el líquido se filtre del todo a la tierra, rellena su cubo de arena húmeda, cubre la superficie con arena seca, lo alisa delicadamente con el tacto suave de su palma, vuelca el cubo, lo coloca en el lugar deseado, lo golpea como se acaricia a un caballo y, con sumo cuidado, levanta el molde. Comprendes, y no puedes evitar una media sonrisa complaciente ante su inocencia, que cada uno de los pasos tiene su pequeña razón, aunque tu mentalidad adulta apenas alcanza para entender su verdadero significado. El niño repite esta misma operación, calcada, usando distintos moldes, hasta construir un castillo pentagonal perfecto, con una torre por arista, una barragana y un edificio más alto en el centro, coronado por la torre del homenaje. Con el mismo mimo, el niño va dotando al castillo de su foso, sus puertas y sus ventanas, sin que tenga lugar un sólo desprendimiento que pudiera debilitar la esmerada estructura de arena. Terminada la primera fase de la construcción, cubo en mano, el niño se da una vuelta por la playa, sin alejarse mucho de su obra, para recoger conchas, palitos y piedras pequeñas con qué decorar los aún austeros muros de su frágil fortaleza. Hace un par de viajes, saludando a la que supones que es su madre, quien, a unos metros a tu izquierda, sonríe veladamente orgullosa y devuelve los saludos a su hijo con animados gestos mientras fuma un, sin duda, sosegado y placentero cigarrillo.

Desde el fondo de la idílica escena, un segundo chaval se acerca corriendo. Viste el mismo bañador de forzudo pero en color verde (el del pequeño Eupalinos es rojo). Es igualmente rubicundo, aunque de más edad, y llega corriendo desde el agua, devolviendo los saludos a su madre con la mano, obviando el hecho de que no van dirigidos a él. Se para ante la magnífica obra de su hermano pequeño y, durante unos minutos, observa con detenimiento, sonriente, cómo este va colocando las pequeñas conchas, los palos y las piedras formando adornos, yeserías, esgrafiados, puentes, marcos de ventana y puertas. Cuando considera que ha concluido, el más pequeño de los hermanos alza los brazos al cielo entusiasmado y grita algo en inglés, algo que tú no entiendes, pero que la madre recibe con enorme alegría porque, en ese mismo instante, rompe a aplaudir y a revolver en su bolsa de playa, probablemente en busca de una cámara de fotos, y tú no puedes dejar de abrir tu sonrisa a ese mundo ajeno y envidiado, con la dulce añoranza que se produce cuando se comparte, sin participar, la alegría de los demás.

En ese momento, el hermano mayor le da una patada al castillo y lo manda todo, fortaleza, estampa, foto, felicidad... A tomar por el culo.

Ese soy yo: el que le ahorra el trabajo a la mar. Se acabó el tuteo. Hagan el favor de comentar.

X. Bea-Murguía (contrario a la inconsistencia del arte)

9 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No me entero de nada. ¿eres el malo que le rompe el castillo a su rubio hermanito? o te sientes como si te hubieran mandado a tomar por culo con perdon el castillito. A ver si nos aclaramos.

08 marzo, 2006 09:34  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

Jajajaajaja... A ver si es que me he pasado con la alegoría. Tú haz un castillito de arena delante de mí y quédate esperando, que enseguida te enterarás a qué me refiero.

Javier

08 marzo, 2006 10:16  
Anonymous Anónimo said...

Muy bonita la foto, sobre todos los modelos.
Acabo de leer también lo de ayer y le recomiendo a cualquiera que compruebe que no exageras leyendo (no vale con hojear) cualquier página de revistas de moda como "Elle" o "Vogue", que se supone tiene cierto prestigio. En primer lugar los famosos ahora se llaman "celebrities" y no puedes dejar de comprar los "must" de la temporada cuyos precios llevan siempre un montón de ceros. Pero lo peor que he leído yo, fue un consejo sobre cómo conseguir que los pies no se escurran hacia delante en las sandalias de tacón y que así los dedos queden perfectamente estirados y "monísimos": te decían que era tan fácil como inyectarse botox en las almohadillas de las plantas de los pies!!!

08 marzo, 2006 11:22  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

¿Y no vale ponerse unos neumáticos? ¿Botox? ¿Eso qué es lo que es? ¿Un virus mortal nuevo? ¿Y cómo se inyecta? ¿Qué dolor?

Javier

08 marzo, 2006 11:51  
Anonymous Anónimo said...

Por favor las cervezas sin alcohol que alcanzo los 80 y mi curva ha pasado a ser de infidelidad. Escribes muy bien Javier y no es pasión.

08 marzo, 2006 13:00  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

Querido anónimo, las cervezas como tú las quieras, en tubo o en caña, con alcohol, sin alcohol, con aceitunas o con patatas. Supongo que lo de la curva de la "infidelidad" es un lapsus que te mantendrá en el anonimato. Si no lo fuera, te corrijo. Si eres mujer, debes referirte a laS curvaS de la infidelidad, pero si eres hombre, la infidelidad es una línea recta... O erecta

Muchas gracias por tu pasión (basada en algo que ahora se me escapa, pero a buen seguro justificada JAJAJAJAJAJA), besos

Javier

08 marzo, 2006 13:34  
Anonymous Anónimo said...

Mandame la foto en JPG medio mega o más y la saco en el boletín de abril....

08 marzo, 2006 14:53  
Anonymous Anónimo said...

Habrá que pedir permiso a los protagonistas de la foto o en su defecto a sus padres, no? (es que eso de los anónimos en internet siempre asusta un poco)

El botox no es un virus si no la abreviatura que se da a la toxina botulinica, usease, al veneno que produce una bacteria y que da lugar al botulismo. Ahora se usa en cirugía estética para eliminar arrugas porque inflama la zona donde se inyecta y las arrugas desaparecen. El efecto desaparece pasado un tiempo. Bonito, verdad?

08 marzo, 2006 15:07  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

¿El botulismo, eso que deja seco al que se come una lata vieja de mejillones, sirve para rejuvenecer?

Que paradoja

Javier

08 marzo, 2006 16:26  

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