It's getting better all the time

Queridos amigos,

yo no soy beatlemaníaco porque a mí edad, que estoy aún más cerca de los 20 que de los 50, es chungo tener manías (con las que tengo, voy servido). Ya se sabe que, con el tiempo, las manías medran en ascendencia proporcional a la mengua del apetetito y se convierten en obsesiones trasnochadas. Espero de mí un futuro mejor que ser un frikie melenudo de sesenta años obsesionado por los cuatro tipos más feos que han salido de Liverpool, que ya es decir hablando de un país que es una fábrica de feos (aprovecho para invitar a nuestro enviado especial a Newcastle upon Tyne, Alejandro Quiroga, a que nos mande una crónica que ha prometido). Me gustan los Beatles. Me gustan mucho los Beatles. Me gusta el "Getting better".

Se puede decir muchas cosas buenas del Reino Unido. Podemos hasta asegurar, y sería de justicia, que si los turcos son europeos porque tienen Estambul, los ingleses lo son porque tienen Gibraltar (y, por mí, que se lo queden); podemos consentir que llamen a su reina graciosa, aunque no tenga ni puta gracia (esto es humor inglés, que es lo mejor que tienen), pero feos lo son con avaricia. Son la primera potencia mundial en producción de feos y como durante la época victoriana inseminaron al mundo, lo han afeado todo irremediablemente y no resulta difícil encontrarte en Bangkok a un ladyboy que se parece a Michael Caine estornudando. O a Jagger cantando supercalifragilisticoespialidoso. O a Keith Richards sonriendo con esa cara que tiene de jamón de york pasado de fecha, como dijo Gaitero una vez en este blog.

Esto es, sin duda, lo peor del colonialismo británico.

Como todos ustedes saben, yo de inglés no tengo nada. Con falsa humildad puedo afirmar que soy el segundo tío más guapo de mi peña y que ya casi he cogido a Cristóbal, el chico mayor de Clemente. Así me lo dijeron el otro día al menos cuarenta mujeres (o, tal vez, fue sólo una mujer cuarenta veces... ¿O fueron dos veinte veces?). Mi éxito es apabullante. Es lo que tiene.

Así que estaba oyendo a los Malditos Mojarras cantando el "Getting better" (podía imaginar a Eclipsemountain con una sonrisilla sardónica) y viendo a mi alrededor a todos mis compañeros de colegio y de instituto entre 20 y 30 años después y entre 20 y 30 kilos después y me hacía gracia porque, como dice la canción, "Estamos mejorando todo el tiempo", sobre todo Manolo Míner, con esa barba de ovejero Brokeback Mountain del desierto pastún que te has dejado, machote... ¡Aféitate que vienen tiempos oscuros y te van a detener!

Metido en el rollo revival del M.R.P.G. (Movimiento Roba-Partes y la G la estamos investigando), escuchando a los Mojarras con mi hermana Uxía y mi cuñado Miguel a la espalda cuando, de pronto...

-- ¡Soy fea! -me dijo alguien al oído. Me había hablado a tres milímetros de la oreja por lo que deduje que se dirigía a mí. La miré. No era tan fea... Estaba todo muy oscuro y lleno de humo.
-- ¿Perdón? -contesté.
-- ¡QUE SOY BEA! -y me provocó un molesto pitido en el tímpano.

¡Ah, coño! Quería decir Bea, no fea... Bueno, estaba bastante oscuro. No puedo asegurarlo. Estuve a punto de decirle:

-- Tú no eres Bea ni de lejos. No lo serías ni en un local oscuro y lleno de humo.

Pero no me pareció correcto. Además, no sabía qué quería hasta que me pellizcó el culo la primera vez. Oía las risas de mi hermana detrás. A mí me hizo menos gracia. No entendí una palabra de lo que me dijo durante los diez minutos eternos que duró la conversación. Estas cosas no le suben la moral a uno, porque se aplica la máxima "No hay hombre feo sino copa de menos". En su estado, le habría entrado igual al esqueje genético de Isabel II y Keith Richards. Aunque siga siendo cierto que soy el segundo tío más guapo de mi peña, ella me miró, pero ni me vio. Simplemente, estaba en ese momento a su lado y me tocó... ¡Vaya si me tocó!

Huí como un hombre.

-- Que aburrido eres, ¿no? -me dijo.

Yo sí que soy Bea... X. Bea-Murguía