jueves, junio 21, 2007

Sangre de mi sangre


Queridos amigos:

me estoy haciendo algunas pruebas médicas, cosa de poca importancia, porque, en verdad, el problema no es exactamente mío, pero, en fin, ya hay quien lo valora por lo que vale. No temo ser demasiado críptico, es que estoy dando explicaciones de algo de lo que no quiero dar explicaciones, no por nada, pero por todo. Ustedes sabrán no entenderme casi nada ¿mentira?

Pues eso. Sin más explicaciones.

Me estoy haciendo unas pruebas médicas, entre las cuales, por desgracia, han incluido unos análisis de sangre...

Odio los análisis de sangre...

Los análisis de sangre son la representación de una tortura medieval, la peor de las sevicias médicas para los que somos aprensivos. Yo me paso un mes pensando en que voy a tener que ir a que me saquen sangre y, después, hasta que me dan los resultados, en cuanto despisto mi mente mirando una mosca (cosa que es frecuente en mí, sobre todo, en horas de trabajo) me encuentro a mí mismo barajando morbosamente con la posibilidad de que el médico encuentre algo extraño... Que... Bueno... Voy a estar con el runrún hasta el 4 de septiembre, así que prefiero no pensarlo (JAJAJA... Este es un chiste personal). A ver si esta entrada me sirve de catarsis. Soy un mandria. ¿Qué le voy a hacer?

Ayer fui a eso, al hospital, ese edificio grande y feo (no hay un puto hospital bonito, ¿se dan cuenta? Ni uno), y resultó que el hombre que manejaba la jeringa tenía una barba, así, muy solemne que le otorgaba cierto innegable parecido con el doctor Jiménez del Oso, un señor que sabía de vampiros mucho más y mucho antes que el tal Iker Jiménez (que se parece al pajero de la clase) y que el otro de gafitas (uno que escribió un libro sobre Napoleón en Egipto que yo me compré pensando que sería otra cosa y resultó que era una idiotez como la copa de un pino y todavía no me han devuelto el dinero).

Jiménez del Oso, con su conocimiento sobre los vampiros, parecía el tipo idóneo para sacarme sangre... Pero, ¿Jiménez del Oso no había muerto? Como no estaba seguro, saqué el móvil y disimulando como pude

-- Siempre que voy al médico, me hago una foto con el móvil -le expliqué sin que me hubiera pedido explicaciones.

Antes de que se pudiera negar, disparé y... ¡AGUA BENDITA! ¡No salía en la foto!.

Luego cai en la cuenta de que había una señora en la foto y volví a dudar, porque en los hospitales, los pacientes lo que hacemos siempre es dudar... ¿Me han dicho este pasillo? ¿Será aquí lo del tacto rectal? ¿Habrán usado ese palito con alguien más? ¿Llevará liguero con bordaditos esa enfermera? ¿Lo que le pasaba a los vampiros es que no salen en la foto o que salen travestidos? ¿Para hacer una foto con mi móvil se pone mirando a Cuenca o a San Petersburgo?

Sea como fuera, Jiménez del Oso me clavó la aguja como si yo no fuera el tío más pirado que ha atendido en su vida. Aunque normalmente yo no miro mientras me sacan sangre de mi sangre, ni digo nada de nada (como mucho, rezo por lo bajini), en esta ocasión, le di charleta sólo porque quería asegurarme de que no lo hacía con la boca... Nunca se sabe.

Casi cinco horas y media después, le dije:

-- Doctor...
-- Soy enfermero -me corrigió con humildad.
-- ¿Enfermero Jiménez del Oso? -que raro suena-. Que yo no he venido aquí a donar sangre.

Y es que me había sacado unos veinte litros de sangre. Y no exagero (ni'ná).

Llenó tantos botecitos (innumerables, de hecho) que me recordó a la historia, que si no es cierta me fue muy bien contada, del chaval que tenía poca sangre en el cuerpo. Siempre se ha dicho esto para alguien que tiene poca iniciativa o que es apocado, demasiado tímido o retraído. ¡Qué poca sangre tiene en las venas! (Mi abuela Mari decía "Este es un pescado sin sangre"). Pero, en este caso, era más que una forma de hablar, una cuestión fisiológicamente demostrable: el chaval tenía, en proporción con el volumen corporal, mucha menos cantidad de sangre de lo que resulta saludable, lo que, por desgracia, desembocó en un problema de índole sexual porque cada vez que "sufría" una erección, el hombre se ponía lívido y acababa desmayándose.

-- Normal -le dijo el médico-. Si se le llena a usted el pene de sangre, se le vacía la cabeza.

Y le recetó una pastilla de bromuro cada ocho horas.

X. Bea-Murguía (pescado con sangre)

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5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¡Qué susto! Al ver tu email y leer eso del Gore me pensaba que ibas a hacer un pequeño resumen de la última partida de mus...

Pero no, he visto que hoy trataba de Hacienda, de lo que te cobran en el taller, los apartamentos en agosto o algo así (lo he leído en diagonal, pero como se trata de chuparte la sangre me lo he imaginado..)

EL frutero

21 junio, 2007 09:43  
Anonymous Anónimo said...

A Rocco Sifredi le pasa lo mismo. Cada vez que tiene una escena difícil, tienen que ponerle una transfusión de sangre no vaya a ser que se le pase toda a la cabeza... de la polla.

Gaitero

21 junio, 2007 10:23  
Blogger QJones said...

O sea, que te has echo un análisis de sangre.

21 junio, 2007 13:31  
Anonymous Anónimo said...

juuauaaajuajjauuaaa.....muy bueno.


Hormon

21 junio, 2007 16:44  
Blogger raybanoutlet001 said...

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