Ihr habt nun Traurigkeit
ENCIENDE EL SONIDO DEL ORDENADOR
Y PON EN MARCHA EL VÍDEO
"Ahora estáis afligidos, pero yo os volveré a ver, vuestro corazón se regocijará y nada podrá privaros de vuestro gozo". (San Juan 16, 22-23)
Queridos amigos,
a la mayoría de las personas les gusta predecir el mal. Es como si, de alguna manera, te lo desearán. Entiendo que no es así, pero es que nadie te dice un "¡Qué bien! Una muñeca para el hermano mayor". Al contrario, todos te advierten de lo malo que será lo que suceda cuando los niños se encuentren, te ponen sobre aviso de los celos. Incluso aquellos que no tienen hijos, ni piensan tenerlos, te hablan de sus sobrinos, de los niños de otros... Es como si supieran que el que acaba de ser padre se enfrenta a una situación nueva y vertiginosa sin otra arma que el instinto, que se siente uno vulnerable, perdido y desconcertado, como si quisieran aprovechar toda esa incertidumbre para librarse de una parte de su carga de negatividad.
-- Ya verás -te dicen cuando yo les digo que Rodrigo babea con su hermana-. Eso es sólo al principio, después... Ya verás, ya...
Yo creo que se equivocan, pero no discuto. Se equivocan todos. Mi madre tuvo cinco hijos en nueve años (1969, 1971, 1972, 1975 y 1977) y nunca, nunca, nunca jamás se ha comentado en mi casa que el inmediato mayor curtiera al recién llegado por celos.
Y puede pasar (¡por supuesto!) porque, sin duda alguna, Rodrigo puede llegar a sentirse desplazado, pero yo creo que mi hijo es lo suficientemente mayor (casi siete años) como para comprender que él juega en otra división de mi cariño. Otra primera división.
Cuando Ana no puede dormirse, su padre se apresura a cogerla en brazos para mecerla. Me la llevo al despacho y pongo música de fondo. No sé qué dirán los tratados de puericultura, pero a mí me encanta hacerlo porque es un momento especial, ella y yo, de enorme recogimiento. Ana me clava su mirada de almendra y yo bajo la cabeza hasta que me crujen las cervicales para rozarle los dedos con los labios y la carita con la nariz. Creo, imagino, que me devuelve las caricias, rozándome con el aire de sus yemas, huellas de hormiga por mi rostro, con delicada torpeza; me gusta pensar que ella también siente que sumidos en la penumbra que se crea a dos palmos de la pantalla del ordenador, tenemos nuestro vacío, nuestra atmósfera aparte.
El otro día, "La gran pascua rusa" de Rimsky-Korsakov dio con su cuerpecito en tan profundo sueño, tan entregado a los brazos de su padre, que el calor de su peso me estremeció. No sé si yo, en alguna ocasión en mi vida, me he entregado tan confiadamente al abrazo de alguien. Es un momentazo.
Anoche, "Ihr habt nun Traurigkeit" del requiem alemán, de Brahms (eso que estará oyendo ahora mismo si ha puesto en marcha el "video"), durmió a Ana y despertó a Rodrigo, que vino al despacho, descalzo y despeinado:
-- No puedo dormir- me dijo.
-- ¿Quieres que papá te coja en brazos y te duerma como a Ana?- le pregunté con tono de burla cariñosa.
-- Sí, sí- me contestó fingidamente mimoso.
Le hice un hueco de pie entre mis piernas. Sujeté a Ana sobre mi brazo izquierdo. El codo me dolía pero ya no me dolía. Empujé a Rodrigo dentro de nuestro agujero, pasándole el brazo derecho por la espalda y, así, abrazados los tres, llenamos el vacío.
X. Bea-Murguía (y no son celos)
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"Ahora estáis afligidos, pero yo os volveré a ver, vuestro corazón se regocijará y nada podrá privaros de vuestro gozo". (San Juan 16, 22-23)
Queridos amigos,
a la mayoría de las personas les gusta predecir el mal. Es como si, de alguna manera, te lo desearán. Entiendo que no es así, pero es que nadie te dice un "¡Qué bien! Una muñeca para el hermano mayor". Al contrario, todos te advierten de lo malo que será lo que suceda cuando los niños se encuentren, te ponen sobre aviso de los celos. Incluso aquellos que no tienen hijos, ni piensan tenerlos, te hablan de sus sobrinos, de los niños de otros... Es como si supieran que el que acaba de ser padre se enfrenta a una situación nueva y vertiginosa sin otra arma que el instinto, que se siente uno vulnerable, perdido y desconcertado, como si quisieran aprovechar toda esa incertidumbre para librarse de una parte de su carga de negatividad.
-- Ya verás -te dicen cuando yo les digo que Rodrigo babea con su hermana-. Eso es sólo al principio, después... Ya verás, ya...
Yo creo que se equivocan, pero no discuto. Se equivocan todos. Mi madre tuvo cinco hijos en nueve años (1969, 1971, 1972, 1975 y 1977) y nunca, nunca, nunca jamás se ha comentado en mi casa que el inmediato mayor curtiera al recién llegado por celos.
Y puede pasar (¡por supuesto!) porque, sin duda alguna, Rodrigo puede llegar a sentirse desplazado, pero yo creo que mi hijo es lo suficientemente mayor (casi siete años) como para comprender que él juega en otra división de mi cariño. Otra primera división.
Cuando Ana no puede dormirse, su padre se apresura a cogerla en brazos para mecerla. Me la llevo al despacho y pongo música de fondo. No sé qué dirán los tratados de puericultura, pero a mí me encanta hacerlo porque es un momento especial, ella y yo, de enorme recogimiento. Ana me clava su mirada de almendra y yo bajo la cabeza hasta que me crujen las cervicales para rozarle los dedos con los labios y la carita con la nariz. Creo, imagino, que me devuelve las caricias, rozándome con el aire de sus yemas, huellas de hormiga por mi rostro, con delicada torpeza; me gusta pensar que ella también siente que sumidos en la penumbra que se crea a dos palmos de la pantalla del ordenador, tenemos nuestro vacío, nuestra atmósfera aparte.
El otro día, "La gran pascua rusa" de Rimsky-Korsakov dio con su cuerpecito en tan profundo sueño, tan entregado a los brazos de su padre, que el calor de su peso me estremeció. No sé si yo, en alguna ocasión en mi vida, me he entregado tan confiadamente al abrazo de alguien. Es un momentazo.
Anoche, "Ihr habt nun Traurigkeit" del requiem alemán, de Brahms (eso que estará oyendo ahora mismo si ha puesto en marcha el "video"), durmió a Ana y despertó a Rodrigo, que vino al despacho, descalzo y despeinado:
-- No puedo dormir- me dijo.
-- ¿Quieres que papá te coja en brazos y te duerma como a Ana?- le pregunté con tono de burla cariñosa.
-- Sí, sí- me contestó fingidamente mimoso.
Le hice un hueco de pie entre mis piernas. Sujeté a Ana sobre mi brazo izquierdo. El codo me dolía pero ya no me dolía. Empujé a Rodrigo dentro de nuestro agujero, pasándole el brazo derecho por la espalda y, así, abrazados los tres, llenamos el vacío.
X. Bea-Murguía (y no son celos)
7 Comments:
Mateo acaba de dormirse en brazos con el Ichhatrterlkjsdfkjlkj de Brahms. Por cierto, la traducción es: 'Yo soy más de camisa que de camiseta'. Que en alemán se dice en una palabra.
Pero, por Dios, un niño de siete años besando a un bebé!! Esto es pederastia y encima con música de misa.
Que llamen a Rouco Varela Sifredi y al obispo de Tenerife para poner orden.
Gaitero
Enorme relato de amor el que has construido, amigo Javier. Hace poco, y con perdón, vi una foto parecida de dos monos en un zoo y me conmovió porque, en el fondo, a todos nos hace falta que alguien nos acune y nos tape cuando no alcanzamos el sueño. Dormir a un niño es como acompañarlo hasta la puerta del colegio para que luego él solito entre en él. No hay otra verdad que el sueño, (recuerda a Hölderlin: "el hombre es un Dios cuando sueña, pero un mendigo cuando refelxiona").
A ojos de tu hija recién nacida debe ser como si a tí te coge King-Kong en sus manos para que duermas la siesta.
Lo de menos era la música, se hubiera dormido también con un concierto de los Scorpions. Lo bueno, y de ahí la grandeza de tu relato, es que ella te hizo un príncipe sin tener que expresar una palabra. De esa emoción no te despiertes nunca, amigo.
Rafael
Hay veces que me emociono y se me saltan las lágrimas, como ahora al leer tu relato. Tengo un sobrino que vale oro en barras.
La Tiíta
Es que es bonito de kjhyodknjsen ¿verdad? Y Mateo tiene buen gusto. Yo también soy partidario de exportar unas cuantas vocales a Alemania, a ver si, a los pobrecicos, se les pasan las agujetas en la lengua que deben de tener de pronunciar ese idioma tan enrevesado.
Gaitero, hombre, que el pecado está más en el ojo que en la mano. Noooo... El obispo de Tenerife que ni se acerque. Rouco cuando quiera está invitado a comer. Sería interesante.
Gracias, Rafa. Sé que mis hijos son muy monos. Un abrazo.
Gracias, tía. Besos
Javier
blog, bloque, bloquear...¿no será un invento para que los que deben escribir se cubrar y satisfagan con blogear? Tú, Bea-Murgia, te haces reconocible cuando dejas de blogear para escribir. En fn, ya sabes mi opinión sobre este carajo de invento que estimula, sólo, vuestra veta de ingenio, tan escasamente productivo. Ciertamente hermoso lo de Ana y Rodrigo, pero no entiendo por qué quieres privar al guaje de un sentimiento tan cabrón, pero tan creativo, como son los celos.
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