lunes, marzo 17, 2008

A quien madruga, Dios l'apoya

Queridos amigos,

me gusta tirar de acervo. A pesar de que "Hombre refranero, hombre majadero", prefiero a la quimera, la voz sensata, campechana y barriguda del prudente Sancho Panza, sin contar con que ha inspirado el nombre de unos puros de entregado ánimo, sobre todo el Belicoso. Estoy a favor del lugar común, del tópico, de esa sabiduría popular refranera que rompe hielos, ofrece salidas y vale lo mismo para un roto que para un descosido: "Tanto va el cántaro a la fuente que ya podría venir la fuente alguna vez al cántaro"; "Quien a buen árbol se arrima, mal rayo le parta"; aquél otro que recitábamos en el cole de "Dime con quien andas y si está buena me la mandas"; "A caballo regalado, ya tenemos caballo" y, cómo no, los referentes inevitables al calentamiento global, "Marzo soleado y abril caluroso, hacen un mayo frío y tormentoso", y al cambio climático, "Hasta el 40 de mayo, no te pongas el sayo".

Con el que consigo un mayor grado de identificación, por mi condición de madrugador, es "A quien madruga, Dios le ayuda", que siempre me insufla esperanza y ánimo pronto por la mañanita. Este refrán es mejor aún en su versión Llano Muriel "A quien madruga, Dios l'apoya".

Después de un 14 de marzo, digamos, agitado, oficiando de vigilante de unos 3.451 niños (aprox.) en la fiesta de cumpleaños de Rodrigo, el sábado me levanté a las cinco de la mañana para llevar a mis suegros al aeropuerto. En una ocasión, y sólo en una, en que me comprometí a acercarlos al aeropuerto, como estaba en la oficina currando como curro yo siempre, que es a modo, reconcentrado, intesivamente, produciendo sin descanso, los dejé tirados... Se me olvidó... Sólo fue aquella vez, pero, desde entonces, mi suegro no se fía de mí y no es un reproche que yo lo entiendo perfectamente: yo tampoco me fío un pelo del novio de mi hija Ana. Ya saben: "Mata a un suegro y te llamarán matasuegras".

Sin embargo, como a mí no me cuesta trabajo madrugar, que "Al que madruga, Dios l'apoya", fui puntual, como acostumbro, y a las 5.45 h, estaba en la puerta de su casa... La noche antes, no con poco retintín, mi suegro me había recordado el plantón que les pegué aquel vitando día, pero hete aquí que llego a su casa y, ¡oh!, el despertador les había hecho una mala jugada. Exonerado yo, dudé de si iban a contar o no con la apoyadura de Dios, que es una apoyadura de envergadura (como saben).

Llegamos tarde al aeropuerto, que, ya se sabe, "vale más que nunca", pero no para convencer a la chica del mostrador de que dejara pasar las maletas. La facturación de equipaje estaba ya cerrada y a mis suegros les quedaban dos opciones: o bien esperar al siguiente vuelo o bien, entrar con lo que les cupiese en la mochila y el trolley. Como "Más vale mochila en mano que maleta volando", allí mismo abrieron el maletón rojo de a 40 kilos (por rueda), metieron lo que pudieron en la mochila y el trolley, me dieron el maletón para que me lo trajera de vuelta a casa y entraron en el control de seguridad.

Al ver el contenido del trolley de mi suegra, sospeché que el llegar tarde no iba a ser el único problema de la mañana. "Pilar", le dije, "dame todo eso que no pasa ni de coña. Te lo van a quitar". Pero para que vean lo útil y lo seria que es la seguridad del aeropuerto, que no es más que una bambalina arbitraria que no sirve para nada, el tipo del scanner le preguntó a mi suegra "¿Lleva usted comida, señora?".

-- Noooo, qué va... Un choricito del pueblo para mi hijo... Nada más...

Y pasó, tranquilamente, porque mi suegra tiene una habilidad asombrosa para pasar el control del aeropuerto con un muestrario de viajante de carnicería, que parecía aquello el trolley del Descuartizador de Boston. Les aseguro que "el choricito" para mi cuñao no eran menos de 20 kilos de carne. A lo mejor es que el segurata del aeropuerto pensó "Choricito que no has de comer, déjalo correr". Con perdón. Son muy serios con la seguridad en el aeropuerto de Madrid. Mucho. Joden mucho al personal, pero son eficaces y eso nos permite viajar muy tranquilos. Muy tranquilos. Es por nuestra seguridad, ¿saben?

Aunque esto se alargue un poco, debo contar algo que sucedió (hay que decirlo) antes de esta ley estúpida "Deje usted los líquidos que las tiendas del aeropuerto tienen que hacer caja" y que les dará un idea bastante próxima de la habilidad de Pilar: les juro, y que me muera ahora mismo si miento, que yo he ido a Holanda con ella en una ocasión en que pasó, y pasó porque el guardia civil no supo qué protocolo aplicarle (si el de terrorista internacional o el de ONG contra el hambre en el mundo), un cocido madrileño hecho, DENTRO DE SU OLLA, con su sopa, sus fideos, sus garbanzos, su berza y su momio. Completo. Pasó. Lo juro. Nos lo comimos en Rotterdam. Hay testigos. La olla iba en la maleta de mano...

-- Señora, por favor, tenga la bondad de abrir su bolsa- dijo el benemérito, serio, profesional y bien plantado... Hasta que vio el cocido y se echó la gorra para atrás con la mano, en claro gesto de perplejidad...
-- Es para mi niño-, dijo mi suegra.
-- Ah... Oh... Eh... -mano en boca, quizá para detener el aluvión de interjecciones-. Esto...- se rasca el flequillo que asoma por la visera de la gorra retirada, alucinado, indeciso, el porte tambaleante, porque cuando uno basa toda su seguridad en sí mismo en el convencimiento de que ya lo ha visto todo, aparece mi suegra con la olla del cocido para convertir su ego en fosfatina, en ropavieja.

Tengo para mí que el guardia civil se vio en el aprieto de explicarlo al acabar su turno. El pelota de Martínez iba a decir a su sargento que ellos habían aprehendido un alijo de coca.

-- ¿Y usted, Meléndez?
-- Hemos aprehendido un cocido madrileño, señor.

Y, adelantándose al ridículo, prefirió dejar que mi suegra pasara. El primer cocido de exportación de la historia estaba de muerte, hay que decirlo: a que mi suegra hace un cocido de primera, sumen que todo lo ilegal es más rico.

El sábado, por si acaso sucedía algo con el muestrario de carne, "más vale prevenir que perder el solomillo", me quedé esperando con el maletón rojo de 40 kilos...

¿40 kilos? ¿Para tres días? ¿Quieren saber qué contenía? Me van a echar una buena bronca por contarlo, pero soy periodista: diré la verdad aunque me la invente... Bueno, lo que recuerde... Había un jamón con su jamonera, dos botes de caldo congelado, dos cajas de salvia, un chorizo, hojaldre para empanada, un montón de latas, albóndigas cocinadas, una botella de anís "El mono", un conejo sin "sollar", una pareja de gallinas ponedoras vivas, una piara de cerdos y un par de boinas de repuesto (de las de rosca).

Les vi pasar el control de seguridad, aunque de mi suegra ya no me sorprende, pero iban apurados de tiempo (¿les he dicho que mi suegro se durmió?). Le mandé un mensaje a mi suegra diciéndole que esperaría en la terminal hasta que me contestaran embarcados que todo estaba ok. Por si acaso y, como "quien espera desespera", me decidí a comprar el periódico. Eran las seis y media pasadas, más o menos.

Entré en una de las tiendas de prensa y libros del aeropuerto remolcando el maletón de los 40 kilos y, como los pasillos entre estantes son tan estrechos, las gallinas ocupan tanto espacio y "al que madruga, Dios l'apoya", derribé toda una estantería llena de souvenirs, horteradas, toreros, toros, trajes de faralaes y gilipolleces variadas. Todo a tomar por culo.

Al principio, me quedé mirando mi obra cayendo en cascada como Peter Sellers el rollo de papel de water en "El guateque". Al cabo de unos segundos, reaccioné e intenté enmendar el destrozo. A veces parezco de vídeos de primera. La chica de la caja vino a echarme una mano (quiero decir a ayudar). Entre las ruinas del terremoto, un amasijo de recuerdos perfectamente olvidable, floreció un oso, con su madroño, con una amputación bien hispánica: le faltaban las dos orejas.

-- Una buena faena -le dije a la chica. Perdonen, pero el chiste estaba a huevo. Ese y el siguiente, claro, el que están pensando todos ustedes ahora mismo, en este instante, y que yo, como buen Alfredo Landa, hice. Ni que decir tiene que, como "El que rompe, paga", me ofrecí gentilmente a pagar los desperfectos. Lo hice por justicia, pero he de añadir que no descarté que la chica se enrollara bien y me soltara un "pelillos a la mar". Pero no. Debí de dar con la heredera del dueño de las tiendas del aeropuerto, porque aceptó a la primera y sin pensárselo mucho. 14'90 euros valía la mierda del oso. "Al que madruga, Dios l'apoya pero bien".

-- ¿Te lo envuelvo? -me preguntó con un poco de cachondeíto.
-- No. Quédatelo de recuerdo.

Para eso sirve, ¿no?

X. Bea-Murguía (y no vuelvo por aquí hasta el lunes 24 de marzo. Buena Semana Santa a todos. Besos).

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7 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Jajajajajajajaja.... tengo dos anécdotas parecidas, pero sólo puedo contar una en público.

Nos fuimos a visitar en Navidad a mi hermano, que a la sazón vivía en Berkeley, San Francisco.

Mis padres no tuvieron otra idea que llevarle UN JAMON pata negra de regalo....

Eso sí, le cortaron la pata para que "no cantara tanto"... sic...

Esto fue hace unos cuantos años, así que no tuvimos mucho problema en meter la maleta con el jamón en el avión.... pero claro... había que pasar la maleta por la aduana en Nueva York.

Por aquel entonces, el único trámite con tu equipaje consistía en pasar delante de un tipo que, en función de su aburrimieno y/o lo que le molara tu careto, te hacía pasar la maleta por rayos X no.

Nos dividimos en dos grupos: primero ivan mi madre y mi hermana, y luego mi padre y yo, siendo yo mismo el que cargaba la maleta con el jamón. Supongo que mi familia decidió elegirme por eso de que era el más pequeño (de edad), y por lo tanto más inocente.

No obstante el armario empotrado de la aduana se debía de saber el truco, porque dejó pasar tranquilamente a todos..... menos a mi.

Tras intentar hacerme el loco, y que no funcionara, el tipo me hace señas de que ponga la maleta en la máquina de los rayos X, cosa que yo hice mientras me preparaba mentalmente para volverme a españa en avion.....

¿Habeis visto alguna vez la radiografía de un Jamón?

No hay NADA con lo que pueda confundirse; ni un violín, ni una pala de paddle, ni un banjo, ni nada... es UN JAMON.

Cual fue mi sorpresa cuando el armario empotrado me miró, y en vez de dispararme me hizo el gesto de "pase, pase", a lo que yo respondí recogiendo ráudamente la maleta, y perdiéndome en la multitud.

Nunca supe si el tío lo hizo porque era Navidad, porque le caí bien, o porque hay algún objeto típico norteamericano que se parece a un jamón, y yo no lo se.

Alucinante

17 marzo, 2008 12:49  
Anonymous Anónimo said...

Juan, también cabe la posibilidad de que el aduanero no hubiera visto un jamón en su vida y no supiera lo que es...

Tuviste suerte.

Un abrazo

Javier

17 marzo, 2008 13:15  
Anonymous Anónimo said...

JAJAJAJJAJAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Doy fe de ambas cosas. Pero lo más flipante que se le ha ocurrido a mi madre en envío de cosas por aeropuerto (por seur ya envió unas albóndigas en taper a inglaterra, pero esa es otra historia) fue una pistola. Si, si ¡una pistola! de petardos, pero pistolita. Mi hermano de ocho años se marchaba solo a París invitado por un amiguito y mi madre que es muy cumplidora le mandó con un regalito para Carlos. Joder, el regalito era una pistola de petardos que, por supuesto, se quedó en Madrid-Barajas.
Lo de viajar con mis padres en avión es ir con los Paquitos, ya os lo hemos comentado muchas veces. Además de morirte de vergüenza, hay que reconocer que luego te echas unas risas.
Lo de Javier y sus payasadas, también, en su línea. Si es que me ha tocado una familia que... vamos... vamos...

17 marzo, 2008 13:59  
Blogger Último Íbero said...

Tened mucho cuidado que ahora Antena 3 amenaza con poner un presentador (el mega soso Juan y Medio) en un aeropuerto, armado con un equipo de televisión, en busca de "historias que sucedan en el aeropuerto".

Y visto lo visto, tenéis MUCHAS papeletas para que toda España descubra las maravillosas e increíbles aventuras que se narran en este blog.

Avisados quedáis.

:)

17 marzo, 2008 20:30  
Anonymous Anónimo said...

hmmmm y que ricas estan las lentejas que si me han llegadoooooooooo.

Si es que uno cuando vive en el extranjero mucho tiempo se vuelve paco martinez soria...

En fin, casi todo se puede comprar aqui, pero a Holanda no llega ni el chorizo ni las morcillas de canyas. Gracias mama!!!

18 marzo, 2008 17:11  
Anonymous Anónimo said...

Agustina de Aragón a su lado, una bendita.
!Con dos cocidos, sí señor!

19 marzo, 2008 09:42  
Blogger oakleyses said...

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05 noviembre, 2015 02:24  

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