miércoles, abril 30, 2008

En la capacidad de asombrarse

Queridos amigos,

ayer me pasó una cosa que no me asombra, lo cual, según se dijo en la presentación de "Niños de tiza", de David Torres, me aleja aún más de mi infancia, ese paraíso perdido que, para mi gusto, tenemos demasiado idealizado: un político me dio plantón. ¿Qué les parece? ¿Un señor que dice que va a cenar contigo y no se presenta? ¿A que no es nada asombroso?

No quisiera ponerme serio hoy, joder, pero no lo voy a conseguir. ¿Vosotros os acordáis del día en que fuisteis conscientes de que teníais manos? ¿A que no? Pues no hay asombro en ese descubrimiento, que es mágico, pero fragil en la memoria: hay inmensa curiosidad.

Cierro esta minisemana dedicada a mis niños, dos días antes de sumergirme en el agüita calda del Mediterráneo, previo esperado atasco (menos asombroso que un político que dice que viene y, luego, resulta que no viene), con una disertación profunda, aguda, en mi línea de "intelectuás" de primer orden, sobre la capacidad de asombro de los niños. Es una chorrada, como todas las mías, pero para el que le interese...

Todo porque, según mi amigo David, lo que caracteriza a la infancia es la capacidad de asombro, con lo que podría estar algo de acuerdo, si no fuera porque, evidentemente, yo tengo mi infancia bastante más reciente que David, que Rafael Reig y que Abraham García y, además, vivo la de mis hijos con toda la intensidad que puedo (lo que no niego ni en Rafael ni en Abraham, pero sí en David que, gracias a Dios, aún no se ha reproducido y estamos a tiempo de evitarlo).

Quizá por eso, porque en ellos percibo ese deje demasiado adulto de "los niños de hoy no son como éramos nosotros", lo cual es una cantinela, una proclama atávica, cultivada por lo que ya dijeron nuestros padres de nosotros en la melancolía de la niñez, prefiero darle la vuelta a la tesis: lo que caracteriza a la infancia es la capacidad de asombrar. Por lo menos, mis hijos son así.

Por lo que comprenden, cuando tú estás convencido de que no comprenden.
Por lo que saben, cuando tú tienes la certeza de que no saben nada.
Por su agudeza, cuando tú les achacas solamente inocencia.
Porque tienen su pequeña vida aparte, en la que no participas para nada, cuando tú crees que dependen de ti en todo.

Los niños de hoy tienen exactamente lo mismo que los niños de los años 60, pero con tecnología, a la que seguimos mirando con miedo, pensamos que la Wii nos los va a idiotizar, a aislar, a convertir en una novela de Houllebeq, como cuando yo era un crío me decía mi madre "¡Deja ya la Sega Megadrive que llevas dos horas y te vas a quedar tonto!".

Y ya ven: mi madre tenía razón. Tonto del todo.

Lo que ha cambiado, y mucho, son los padres, salvo en el soniquete "¡Ay que ver los niños de hoy que no son como nosotros!", como si nuestra infancia fuera un ejemplo de algo, un paradigma del ideal de la felicidad bucólica y pastoril. Lo es, claro, pero sólo para nosotros, para los que ya la dejamos atrás.

Para mi gusto, y abro el debate que espero intenso, lo que define a la infancia es la capacidad de hacer de todo un juego, de comerse el chocolate de la vida a bocados, sin remordimiento, sin pesar, sin que les importe la consecuencia. En tanto mis amigos sean así, yo estaré de acuerdo en que son como niños.

Aquí, como ven, mi Ana asombrándose: eso que se ha descubierto se llama mano. Espero que un día vea la foto y lo recuerde.



A dos días de bucear, próspero atasco (esas horas de ejercicio zen y reflexión tan productivas para el alma), buen puente a todos y hasta el lunes.

X. Bea-Murguía (besos y abrazos a todos)

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9 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¡Cáspita! La definición de infancia que manejas parece sacada del manual del buen político chupóptero: todo es un juego, pilla a saco sin remordimientos, no te preocupes por las consecuencias (que no las habrá o serán mínimas en comparación con el lucrativo beneficio que te espera, etc.), no dejes de asombrar a la gente con tus vueltas y revueltas...

Pero los políticos son niños abusicas, cobardes y que sólo saben moverse dentro del grupo de matones (o pelotas).

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Por lo demás coincido contigo en casi todo salvo lo del atasco (yo, me quedo en Madrid) y lo de bucear (estoy demasiado lleno de gases y floto).

Pásalo bien y no te olvides de regresar, que tienes un blog que rellenar.

30 abril, 2008 09:45  
Anonymous Anónimo said...

Ibero, macho, tengo la malvada intención de estar aquí el lunes y seguir ahondando en mis gilipolleces. No te preocupes. Respecto a los gases, vacíate un poco y ponte el neopreno que te estás perdiendo una sensación inolvidable. Si quieres, te paso un contacto bueno, bueno para aprender a echar burbujitas.

Me debes un mail, por cierto, y una cita para comer (yo no tengo problemas de desplazamiento).

Tú dirás.

Un abrazo y hasta el lunes

Javier

30 abril, 2008 11:53  
Anonymous Anónimo said...

Es que estoy intentando obtener una foto en blanco y negro de hace unos 40 años en Murguia...

30 abril, 2008 12:53  
Blogger Martha Torres said...

Con mucha prisa y sin atascos, opino que los niños de ahora, no son como los de antes; ni los de antes, como los de mucho antes; ni los padres de ahora, como los de antes y los de antes... Y si tu dices: "lo que define a la infancia es la capacidad de hacer de todo un juego (SIN AYUDARSE DE LA WII O DEL COCHE TELEDIRIGIDO), de comerse el chocolate de la vida a bocados (MIENTRAS QUE SEA DE CACAO Y SEA LA VIDA Y NO EL MUNDO), sin remordimiento, sin pesar, sin que les importe la consecuencia.
Las cosas han cambiado para bien o para mal... y no hay infancias como "las de antes". Me piroooo a bucear en el cocido que me acaba de preparar mi mamá (y este si que es como los de antes, con su detodo, con los garbanzos en remojo y no de bote, con la carne de vaca de Goyo y no de vaca engordá con piensos,...).
BUEN PUENTE A TODOS!!

30 abril, 2008 13:35  
Anonymous Anónimo said...

Martha, los niños siguen jugando a matar. Lo que pasa es que antes lo hacíamos con el primer palo que nos encontrábamos por la calle.

Javier

30 abril, 2008 13:39  
Anonymous Anónimo said...

La megadrive? No querras decir comodore o spectrum de cinta da Casette? Anda macho no te quites años que la megadrive te pillo ya talludito eh!!!
Buen puente y cuidado con las coquinas asesinas.
I.G.

30 abril, 2008 14:33  
Anonymous Anónimo said...

Perdón por intervenir en tema tan lejano como el de la infancia, aunque alguien me ha dicho esta mañana que estoyu disfrutando de la tercera...¿De la tercera edad? -No, por Dios -saltó ella toda grana- de la tercera infancia... Hija, podías haber dicho de la segunda...
La infancia no existe, es una entelequia que se encarna a través de la memoria.Ha pasado y no existe. Lo que sucede es que tenemos una "tábula rasa" que es la memoria para fijar ese pretérico y hablamos de ella como algo personal y vivo. La técnica ha venido a echarnos una mano con la fotografía, el magnetófono, el video y demás artificios que nos ahorran el ejercicio de la memoria personal, cada vez más barrida por la sucesión de imágenes a que nos somete la forma de vida, tan rápida. Prueba de que no existe es que la memoria no nos acompaña -creo- más allá de la muerte, por mucho que se empeñe la liturgia cristiana -ayer estuve en un funeral- en decir que los muertos nos contemplan desde allá. No quiero meterme en esos berenjenales porque das en seguida con el misterio.
Es verdad que la suma de lo vivido -la infancia es una cifra más de esa suma- nos configura tal y como somos ahora mismo. El clásico nos puso el listón altísimo cuando nos dijo aquello del "Carpe diem",una paradoja entre lo que fluye y no regresa y el instinto de posesión, como si el día se pudiera agarrar con las manos cerradas. Los chicos de Paris de mayo del 68 afinaron y pusieron, definitivamente lejos de nuestro alcance, la paradoja: seamos realistas, pidamos lo imposible.
Esa es la infancia, un imposible, un agua que nunca será la misma, el "panta rei" de Heráclito en clave amocional.
Pero algunos ni siquiera hemos disfrutado de ese imposible, del sueño de bañarnos en el mismo río... Sencillamente, el tópico: nos robaron la infancia. Yangtse

30 abril, 2008 17:24  
Anonymous Anónimo said...

Hola Javier:
Creo que la capacidad de asombro de la infancia reside justamente en su presencia absoluta en el instante, sin ningun tipo de fugas.Mitad de la vida la pasamos intentando perder esa capacidad, para hacerla consciente, y la otra mitad intentando recuperarla ¡Que alegria!

Pigüi

01 mayo, 2008 13:16  
Blogger oakleyses said...

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05 noviembre, 2015 03:10  

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