jueves, junio 12, 2008

La noche en que fui Darth Vader


Queridos amigos,

hoy quizá fuera un buen día para contarles aquella vez que me convertí en Darth Vader, pero buenrollista ¡eh!, nada chungo y sin apretarle el gañote a distancia a nadie. Una enfermera simpaticota, que me advirtió que tenía que dejar de fumar antes casi de decirme hola, me llenó de cables, pinzas y ventosas; me colgó del cuello un aparatejo lleno de luces y me mandó para casa así, robotizado, como si me acabarán de sacar de un río de lava; medio hombre, medio máquina.

Tuve que caminar por la calle exhibiendo aquel cableado azulón, de un tono cercano al de esa extremidad del mar que se balancea "definido en el anillo" de un inodoro. La gente me miraba, sin poder evitarlo, con una parte de extañeza y dos de compasión y algunos no podían, incluso, detener el alzamiento de belfo en deje de asco o, mejor, de aprensión. Yo no me escondía, en absoluto, no tanto por exhibicionismo de mi condición de Darth Vader como por resignación: había que cubrir la distancia entre el hospital y el coche y lo mejor era hacerlo rápido y con normalidad, sin hurtadillas, sin volar furtivo entre las sombras de portal en portal.

La caja colgaba de una cinta del cuello, como el pizarrín de un mudo, pero iba, al mismo tiempo, ajustada alrededor de mi tórax con unas cinchas. Tenía el mismo tamaño que una lata grande de bombones, pero sus luces intermitentes verdes y rojas le daba cierto aspecto sideral, como el de Darth Vader (por esto lo digo), pero con poco presupuesto. De sus clavijas y enchufes, partía una maraña de cables azules en todas las direcciones, como una miríada de enviados especiales a las diferentes partes de mi cuerpo, fijados a mi piel con esparadrapo en todo su recorrido, que habrían de recabar información de mis constantes: pulso, taquicardias, respiración, posición (lateral, decúbito prono, decúbito supino), volumen...

Uno de ellos me escalaba el hombro izquierdo para descender, en un viaje de tres golpes (hombro, codo, mano), hasta el dedo corazón, donde remataba en una pinza gorda que me apretaba la yema como el abrazo cariñoso del monstruo de Frankenstein y que, al poco, evolucionó de incómoda presión a dolor intenso y punzante, como un padrastro del que sabes que si tiras te desollas a lo San Bartolomé, en la cutícula de la uña.

Otra de las venas azules de mi corazón de Vader partía de la caja hacia el cuello, ascendía por el mordisco de Drácula y se revolvía alrededor de la nuca, como la serpiente en el Árbol de la Ciencia, donde se bifurcaba para colgarse de ambas orejas hacia la nariz. Este era uno de los puntos más llamativos del "disfraz": los dos tubitos que penetraban en sendos orificios nasales me otorgaban un aspecto de agonizante que ha huído de Cuidados Paliativos para echarse un último cigarrillo.

El resto de los brazos, no recuerdo cuántos más, remataban en ventosas como manos y se repartían por diversos puntos, visibles (cuello, brazo...), como tapados por la ropa (pecho). Para adherirlos a mi piel, previamente fue imprescindible una refriega de alcohol que me dotó de una fragancia absolutamente mareante: si me llego a cruzar con la motorista pechugona que buscaba a Jacks, seguro que lo daba por encontrado. Menudo pestazo a alcohol.

En esas condiciones, y ya era tardecito, con el cableado a la vista y la peste a alcohol, cogí el coche deseando que me pararan en el control de alcoholemia. Por favor, por favor, por favor que me paren, que me paren, que me paren. No fue así, porque estos nunca están cuando los necesitas. A la voz: "Documentación, los papeles del coche y licencia de conducir", habría sacado un canuto por la ventanilla para amplificar mi voz y hacerla profunda y con eco: "A que te estrujo los huevos sin tocarte".



Menudo susto.

Cuando llegué a casa, deseando quitarme el disfraz (pero lo tenía que llevar puesto hasta las seis de la mañana), el cuadro era de exposición: mi mujer con brazo a la virulé y yo con la máquina puesta. Nos entró la risa, claro.

Sumada a los resultados de los distintos análisis, electros, radiografías y consultas que me hicieron, esta prueba, con su parafernalia postmoderna y su altísima tecnología debía determinar si el neumólogo habría de llevarme, o no, a un Congreso Internacional de Apnea de Sueño (como prueba documental 1).

El resultado fue aterrador: soy contaminación acústica. Supero en diez decibelios el límite aceptable de ruido nocturno y puedo alcanzar el umbral del dolor de tímpano. Satisfecho, orgulloso, llamé a mi madre:

-- Mamá, soy el número 1 -le dije.
-- ¡Qué bien, hijo! ¡Cuánto me alegro! ¿En qué eres el número 1?
-- En ronquido, mamá, en ronquido... ¿A que estás orgullosa?

¡Qué madre no iba a estarlo!

No volví a ver al neumólogo, pero la medicina moderna, ésa que se apoya en la última tecnología, tampoco precisa de muchas consultas. Todos mis datos, más la lectura del disfraz de Darth Vader, fueron procesados por supercomputadoras de última generación, que diagnosticaron, por medio de la enfermera simpaticota:

-- Tienes apnea de sueño postural- y añadió- Y tu mujer es una santa.
-- ¡Ah! ¿Y qué puedo hacer?
-- Tienes que aprender a dormir apoyado sobre el lateral izquierdo.
-- ¿Cómo?

Dos meses de pruebas, consultas, análisis, disfraz de Darth Vader supertecnológico, ordenador y toda la parafernalia y ¿cómo me han dicho que debo enseñar a mi cuerpo a dormir sobre el lateral izquierdo?

Una pista: si a través de una medium hubiera podido contactar con mi abuela Mari, me habría dicho lo mismo.

X. Darth-Vader (Yo soy tu padre)

4 Comments:

Blogger Último Íbero said...

JAJAJAJAJAJA

Tremendo. Pero, viendo el resultado ¿no te despiertas con tus propios bramidos nocturnos?

Yo a poco que empiezo a resoplar me despierto a mi mismo y no hay manera. Tengo que cambiar de postura sí o sí.

¿No tienes ninguna foto a lo Vader?

12 junio, 2008 09:31  
Anonymous Anónimo said...

Lamento que una persona de sus convicciones haya tenido que sufrir en su propia carne la constatación de que es la izquierda la que garantiza la paz y la calma en el seno familiar. Yo también duermo del lado izquierdo, pero por convicción personal. La revolución nos traerá, por fin, camas para dormir de lado, lo que supondrá la total emancipación de la clase obrera.
Fdo: Lev Angel Davidovitch Rouco Bronstein Varela, esquizofrénico

12 junio, 2008 09:48  
Anonymous Anónimo said...

No, Íbero, no me despierto. Yo duermo poco pero profundamente. Me despiertan los manotazos de mi mujer. Creo recordar que hay alguna foto por ahí, pero es mejor que lo imagines.

Lev Davidovitch, desé que cuenta de que yo duermo en el lado izquierdo del lecho conyugal, lo que significa que si me apoyo en la diestra, me topó con el cálido cuerpo de mi mujer; si lo hago sobre la siniestra, el vacío oscuro del borde de la cama, la soledad, el desasosiego.

Los médicos no saben lo que dicen.

Un abrazo

Javier

13 junio, 2008 06:40  
Blogger oakleyses said...

nike trainers, herve leger, ralph lauren, louboutin, instyler, longchamp, bottega veneta, s5 cases, chi flat iron, abercrombie and fitch, beats by dre, mcm handbags, iphone cases, p90x workout, iphone 6 plus cases, nike air max, soccer shoes, ipad cases, iphone 6s plus cases, celine handbags, oakley, soccer jerseys, ghd, nike huarache, lululemon, hollister, iphone 6s cases, babyliss, new balance, reebok shoes, baseball bats, timberland boots, birkin bag, nike roshe, iphone 5s cases, hollister, vans shoes, wedding dresses, valentino shoes, nfl jerseys, mont blanc, mac cosmetics, north face outlet, giuseppe zanotti, iphone 6 cases, asics running shoes, ferragamo shoes, jimmy choo shoes, north face outlet, insanity workout

05 noviembre, 2015 03:56  

Publicar un comentario

<< Home