viernes, septiembre 05, 2008

Cuando leía




Queridos amigos,

prometí volver en septiembre y vuelvo, aunque está siendo durillo. No quiero pensar que escribir el blog por la mañana es una más de mis obligaciones. Yo esto lo he hecho, durante estos casi tres años, porque me ha divertido, pero si veo que me pesa, le dan por el saco y tan amigos. Así es.

Yo no tengo síndrome postvacacional ni la madre que lo parió. No creo en esto, que es una "enfermedad" que se ha transmitido por la muy infecciosa acción de los medios de comunicación. Antes, volver al trabajo era sólo un putadón. Hoy, es una excusa para la desidia y cada vez dura más. Estar con el síndrome parece que justifica que la gente se pase dos o tres días mirando al techo en la oficina o vagando por la oficina de la fuente de agua a la mesa (ida y vuelta cinco veces por hora) o revolviendo papeles en la mesa con hastío o emprendiendo lecturas atrasadas y dando latigazos al pasar las páginas...

El síndrome postvacacional es, en un opinión, una excusa muy triste para la vagancia. Pero está siendo duro, muy duro, volver y meter a los niños en la rutina y madrugar para escribir el blog y, además, leer. Es más, en toda esta semana, no he tocado un libro y esto sí que me disgusta: no he tenido tiempo y, cuando sí he dispuesto de tiempo, no he tenido fuerzas.

Cuando leía, en las tres semanas que he estado de vacaciones, me hice con dos libros y medio que pretendo recomendar... Si es que los encuentran, claro. El primero, bestial, redondo, alucinante, lleno de escenas maravillosas y de sabiduría portentosamente cierta y terrosa, que me han dado ganas de pirarme a Creta, es "Alexis Zorba, el griego", de Nikos Kazantzakis. No lo van a encontrar en ningún sitio, pero búsquenlo, leanlo y lloren de placer.

El segundo, aunque me ha gustado menos, me ha abierto una espita en un autor que conocía sólo de oídas, que es Yukio Mishima, al que creo que voy a dedicar mucho más tiempo. "Confesiones de una máscara" es una historia
absolutamente cruda y descarnadamente sincera sobre cómo un joven extraordinariamente inteligente va descubriendo, desde niño, su homosexualidad (y más). Lo más cercano al André Gide de los "Diarios" o de "Si la semilla no muere" que he leído nunca. Me descojono de escritores y cineastas españoles que pretenden hoy ser rompedores con el tema de la homosexualidad, pero son incapaces de prescindir de los eufemismos. Mishima escribió "Confesiones de una máscara" en 1949, en Japón. Gide, bueno, no digamos Gide, que fue Nobel en 1947 y ya lo había contado todo en los años 20. Sombrerazo para Mishima. Muy bueno. Cuando lea algo más de él, espero contarlo entusiasmado. Si usted ha leído alguna otra novela suya y me la quiere recomendar, soy todo oídos.

Por el medio, comencé a leer "Historia de Cristo" de Papini, pero no, amigos, no estoy yo para dar rienda suelta a la fe del converso, aquel que quiere demostrar que cree tanto o más como los cristianos viejos. Eso se lo vamos a dejar a la xarnegada de ERC.

El medio libro, con el que sigo mientras frío patatas (ese tiempo muerto aprovechable), es simplemente "Stalin", biografía pura y dura (no novelada), escrita por un historiador, Ian Grey, perdonen mi total desconocimiento. Comienza bien, porque pretende decirte que todo lo que se ha escrito sobre José Stalin está condicionado por la visión que tenemos de él en Occidente: "Iosif Vissaronovich Diugashvili, genocida georgiano nacido en Gori el 21 de diciembre de 1879...".

Creo que con Grey voy a llegar exactamente a la misma conclusión, es decir, Stalin es el mayor asesino de la historia, un tipo más ambicioso que Gallardón y con la misma escasez de entrañas, a través de una biografía completa, muy bien documentada y que recoge información de fuentes tan distantes y tan distintas como Lorenzo Beria o León Trotsky. Ya les diré, si encuentro tiempo, entre biberones y dientes, para terminarlo.

Aunque estas recomendaciones están hechas desde el cariño que les profeso, pueden ustedes llamarme cretino, si es lo que les sugiero. Lo de la musiquita es un puntito, que debo agradecer a mi compañero Hormon Wells.

X. Bea-Creta (y fin de semana ya, que no llegaba y no llegaba)