Estrategias globales
Queridos amigos,
en días como hoy, que me paso una hora dando vueltas por internet antes de enfrentarme a este vacío, y no precisamente por pereza, toca pisar el firme terreno del tabaco, donde me siento seguro.
Lo siento. No lo lean. Yo me voy a quedar tan a gusto.
La estrategia global antitabaco tiene tres patas, tres, fíjense bien:
1.- Limitar al máximo la comunicación comercial de la industria del tabaco con el consumidor.
De tal manera que, hoy por hoy, yo no puedo mandarle la revista a nadie que no se acredite como profesional del tabaco (y no, un menda que se fume dos paquetes diarios no es un profesional), ni siquiera a un adulto que firme su consentimiento explícito y por escrito, ni siquiera a su casa, a su buzón, en un sobre blanco y opaco.
Iba a pegar aquí el artículo 20 de la Constitución de 1978, Título I, "De los derechos y deberes fundamentales de los españoles", pero esto haría este texto aún más espeso. El que esté interesado, que lo mire en Google. Alguno diré que el artículo 43 también está en el Título I (derecho a la salud) y es cierto, pero los deberes se imponen mientras que de los derechos se dispone. Pequeño matiz que olvidan todos los dictadores.
Con esta pata, digamos, que se apañe la industria del tabaco. A los fumadores de cigarrillos (salvo por las promociones) les importa tres narices la comunicación comercial. A los editores de revistas (como yo) y a los fumadores de cigarros (puros) y de picadura de pipa, ya es otra historia.
2.- Reducir al máximo el acceso al tabaco.
No importa la edad. Lo disfrazan de política de prevención del tabaquismo entre los menores, pero lo cierto es que no hay modo más seguro de impedir el acceso de un menor al tabaco que la venta manual en, por ejemplo, gasolineras. ¿Por qué está prohibido vender tabaco en las gasolineras, ese lugar en el que (noten el tono irónico) pasan sus horas de ocio los menores?
La estrategia dicta que se debe reducir la oferta comercial de tabaco para que sea difícil comprarlo, independientemente de la edad. Mientras, el Estado rige en régimen de monopolio el mercado minorista de tabaco. Montar un estanco no es libre. Es una concesión del Estado.
Aquí la anécdota curiosa. Conocí a Fernando Lamata, ex consejero de Sanidad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y ex secretario general del Ministerio de Sanidad y Consumo, en la antesala de un programa de televisión cuyo presentador, un famoso muñeco diabólico, fumaba a escondidas y lo negaba ante la cámara... JAJAJA... Era en octubre o noviembre de 2005. Lamata, como exclusiva, apareció en el plató con el borrador de la Ley Antitabaco (con sus multas de hasta un millón de euros), que entraría en vigor el 1 de enero de 2006. Al acabar, yo le dije, ya en el tuteo, porque el hombre es simpático y abierto:
-- Fernando, con esta ley, tenéis a los estanqueros acojonados.
-- ¿A los estanqueros? ¿Por qué? Si a partir de esta ley los únicos que van a poder vender tabaco son ellos.
-- Fernando, eso ya es así. Los únicos que venden tabaco en España son los estanqueros.
-- Sí, hombre-, me dijo -, y los bares y los quioscos y las gasolineras y...
-- Fernando, según la Ley 13/98 de Ordenación del Mercado de Tabacos y Normativa Tributaria, los bares, los quioscos, las gasolineras... Tienen que comprar el tabaco a uno de los tres estancos más cercanos de su establecimiento.
Porque Fernando Lamata no había escrito la ley. Ni él ni su jefa de gabinete, que mantuvo la boca abierta durante unos segundos ante el patinazo. Ni ellos ni nadie de su departamento. Porque la ley ya estaba escrita cuando ellos llegaron al Ministerio, pero no en el Ministerio. Y quienes escribieron esa ley, ni saben cómo funciona el mercado de tabaco en España ni les importa.
3.- Reducir al máximo el espacio donde consumirlo.
No estamos hablando de bajo techo o al aire libre. El espacio se refiere al espacio en general. Aquí un pasaje esclarecedor de un documento interceptado al movimiento antitabaco:
"Sin duda, la mejor opción es la prohibición total de fumar en todos los locales públicos y lugares de trabajo cerrados o casi cerrados, además de las zonas exteriores que rodean a las entradas de los edificios y todos aquellos lugares al aire libre donde sea inevitable permanecer durante un periodo de tiempo (espectáculos, paradas de autobús, andenes de estaciones, colas a la entrada de establecimientos como, por ejemplo, cines, etc.)"
No se trata de proteger el derecho de nadie a no respirar el humo de tabaco de los demás. Se trata, sencillamente, de reducir el espacio de los fumadores.
Hay prohibiciones que se pueden entender. En un avión, por ejemplo, compartimos el mismo espacio reducido un montón de personas. En un tren... ¿A quién afecta que haya un vagón de fumadores? En el centro de trabajo... ¿A quién afecta que exista una sala de fumadores en los centros de trabajo?
La presión de los grupos antitabaco no se ha detenido en la ley de 2006, para desgracia de quienes fumamos. En los centros de trabajo ya no se puede fumar, así que ahora se han volcado en demostrar a los empresarios las enormes pérdidas que les ocasiona dejar que sus trabajadores fumen en la calle. Lo valoran, con muy poca vergüenza, en 1.500 euros por trabajador fumador. En el estudio, que han tenido el valor de publicarlo y algún medio de comunicación le ha dado vuelo, se computan: las bajas laborales por enfermedades relacionadas con el tabaco, el tiempo perdido por las salidas a fumar y, como lo leen, el gasto de limpieza por el uso del tabaco... Pero, ¿no hemos quedado en que la gente sale a fumar a la calle? ¿Qué limpieza? ¿Qué estudio es ese? ¿Quién lo ha hecho? ¿Con qué metodología?
La OMS, para colaborar en esta estrategia global, se arranca con que no contratará a más fumadores. ¿Por qué? Una cosa es que esté prohibido fumar en la sede de la OMS, que parece coherente, y otra muy distinta es que la OMS decida lo que pueden o no pueden hacer sus trabajadores en su tiempo libre.
La primera consecuencia de esta presión es, por supuesto, la discriminación laboral del fumador. Ya han empezado a preguntar, en las entrevistas de trabajo, si el postulante fuma o no. ¿Tiene la empresa derecho a hacer preguntas de este tipo sobre la vida privada de sus trabajadores? ¿Puede la empresa preguntar por su tendencia sexual, su credo o su estado civil? ¿Puede la empresa decidir sobre las costumbres privadas de sus trabajadores, mientras estas no afecten a su productividad?
La pregunta que debemos hacernos es, ¿qué y quién hay detrás de esta estrategia?
El qué, lo sabemos: el tabaco mueve en España al año alrededor de los 14.000 millones de euros (2.330.000.000.000 pesetas), de los que el Estado se lleva casi 10.000 millones. De hecho, el único impuesto que ha cubierto y sobrepasado las perspectivas de recaudación presupuestarias en 2008 ha sido el tabaco (ni el alcohol, ni los hidrocarburos, ni el IVA, ni el IRPF...). El mercado de la nicotina es, por tanto, muy sustancioso.
¿Quién? Pues la respuesta está en lo que defienden los grupos antitabaco, supuestamente independientes, autofinanciados y libres de influencias lobbísticas. Textualmente:
1.- Defender el derecho a vivir en un ambiente sin humo de tabaco.
2.- Conseguir la prohibición de fumar en todos los espacios públicos cerrados.
3.- Conseguir hacer cumplir de forma estricta la legislación sobre el tabaquismo.
4.- Sensibilizar a la sociedad sobre el problema del fumador pasivo.
5.- Se aumenten los impuestos del tabaco, con cuyos ingresos se subvencionen los tratamientos de deshabituación tabáquica de la Seguridad Social.
6.- Se excluya el tabaco del cálculo del IPC.
7.- Más publicidad sobre los riesgos del tabaco y en defensa de los no fumadores.
El punto interesante es el quinto. ¿Por qué una asociación de defensa del fumador pasivo exige el aumento de los impuestos del tabaco y la subvención de los tratamientos de deshabituación? ¿Qué gana un no fumador con eso? Aunque el sexto... ¿En qué se beneficia un no fumador si sacan el tabaco del cálculo del IPC?
El negociete, amigos, es el negociete.
Alguien me ha preguntado si no he exagerado cuando he dicho que la futura prohibición de la calefacción exterior (las famosas setas) por sus emisiones a la atmósfera es parte de la estrategia antitabaco.
Confirmo que no estoy paranoico. Entren aqui (CLIC), vayan a "Colaboradores" y pregúntense quién paga esto y por qué.
X. Bea-Murguía (se admite todo tipo de pregunta, sobre todo porque yo no tengo respuestas, sólo más preguntas)
en días como hoy, que me paso una hora dando vueltas por internet antes de enfrentarme a este vacío, y no precisamente por pereza, toca pisar el firme terreno del tabaco, donde me siento seguro.
Lo siento. No lo lean. Yo me voy a quedar tan a gusto.
La estrategia global antitabaco tiene tres patas, tres, fíjense bien:
1.- Limitar al máximo la comunicación comercial de la industria del tabaco con el consumidor.
De tal manera que, hoy por hoy, yo no puedo mandarle la revista a nadie que no se acredite como profesional del tabaco (y no, un menda que se fume dos paquetes diarios no es un profesional), ni siquiera a un adulto que firme su consentimiento explícito y por escrito, ni siquiera a su casa, a su buzón, en un sobre blanco y opaco.
Iba a pegar aquí el artículo 20 de la Constitución de 1978, Título I, "De los derechos y deberes fundamentales de los españoles", pero esto haría este texto aún más espeso. El que esté interesado, que lo mire en Google. Alguno diré que el artículo 43 también está en el Título I (derecho a la salud) y es cierto, pero los deberes se imponen mientras que de los derechos se dispone. Pequeño matiz que olvidan todos los dictadores.
Con esta pata, digamos, que se apañe la industria del tabaco. A los fumadores de cigarrillos (salvo por las promociones) les importa tres narices la comunicación comercial. A los editores de revistas (como yo) y a los fumadores de cigarros (puros) y de picadura de pipa, ya es otra historia.
2.- Reducir al máximo el acceso al tabaco.
No importa la edad. Lo disfrazan de política de prevención del tabaquismo entre los menores, pero lo cierto es que no hay modo más seguro de impedir el acceso de un menor al tabaco que la venta manual en, por ejemplo, gasolineras. ¿Por qué está prohibido vender tabaco en las gasolineras, ese lugar en el que (noten el tono irónico) pasan sus horas de ocio los menores?
La estrategia dicta que se debe reducir la oferta comercial de tabaco para que sea difícil comprarlo, independientemente de la edad. Mientras, el Estado rige en régimen de monopolio el mercado minorista de tabaco. Montar un estanco no es libre. Es una concesión del Estado.
Aquí la anécdota curiosa. Conocí a Fernando Lamata, ex consejero de Sanidad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y ex secretario general del Ministerio de Sanidad y Consumo, en la antesala de un programa de televisión cuyo presentador, un famoso muñeco diabólico, fumaba a escondidas y lo negaba ante la cámara... JAJAJA... Era en octubre o noviembre de 2005. Lamata, como exclusiva, apareció en el plató con el borrador de la Ley Antitabaco (con sus multas de hasta un millón de euros), que entraría en vigor el 1 de enero de 2006. Al acabar, yo le dije, ya en el tuteo, porque el hombre es simpático y abierto:
-- Fernando, con esta ley, tenéis a los estanqueros acojonados.
-- ¿A los estanqueros? ¿Por qué? Si a partir de esta ley los únicos que van a poder vender tabaco son ellos.
-- Fernando, eso ya es así. Los únicos que venden tabaco en España son los estanqueros.
-- Sí, hombre-, me dijo -, y los bares y los quioscos y las gasolineras y...
-- Fernando, según la Ley 13/98 de Ordenación del Mercado de Tabacos y Normativa Tributaria, los bares, los quioscos, las gasolineras... Tienen que comprar el tabaco a uno de los tres estancos más cercanos de su establecimiento.
Porque Fernando Lamata no había escrito la ley. Ni él ni su jefa de gabinete, que mantuvo la boca abierta durante unos segundos ante el patinazo. Ni ellos ni nadie de su departamento. Porque la ley ya estaba escrita cuando ellos llegaron al Ministerio, pero no en el Ministerio. Y quienes escribieron esa ley, ni saben cómo funciona el mercado de tabaco en España ni les importa.
3.- Reducir al máximo el espacio donde consumirlo.
No estamos hablando de bajo techo o al aire libre. El espacio se refiere al espacio en general. Aquí un pasaje esclarecedor de un documento interceptado al movimiento antitabaco:
"Sin duda, la mejor opción es la prohibición total de fumar en todos los locales públicos y lugares de trabajo cerrados o casi cerrados, además de las zonas exteriores que rodean a las entradas de los edificios y todos aquellos lugares al aire libre donde sea inevitable permanecer durante un periodo de tiempo (espectáculos, paradas de autobús, andenes de estaciones, colas a la entrada de establecimientos como, por ejemplo, cines, etc.)"
No se trata de proteger el derecho de nadie a no respirar el humo de tabaco de los demás. Se trata, sencillamente, de reducir el espacio de los fumadores.
Hay prohibiciones que se pueden entender. En un avión, por ejemplo, compartimos el mismo espacio reducido un montón de personas. En un tren... ¿A quién afecta que haya un vagón de fumadores? En el centro de trabajo... ¿A quién afecta que exista una sala de fumadores en los centros de trabajo?
La presión de los grupos antitabaco no se ha detenido en la ley de 2006, para desgracia de quienes fumamos. En los centros de trabajo ya no se puede fumar, así que ahora se han volcado en demostrar a los empresarios las enormes pérdidas que les ocasiona dejar que sus trabajadores fumen en la calle. Lo valoran, con muy poca vergüenza, en 1.500 euros por trabajador fumador. En el estudio, que han tenido el valor de publicarlo y algún medio de comunicación le ha dado vuelo, se computan: las bajas laborales por enfermedades relacionadas con el tabaco, el tiempo perdido por las salidas a fumar y, como lo leen, el gasto de limpieza por el uso del tabaco... Pero, ¿no hemos quedado en que la gente sale a fumar a la calle? ¿Qué limpieza? ¿Qué estudio es ese? ¿Quién lo ha hecho? ¿Con qué metodología?
La OMS, para colaborar en esta estrategia global, se arranca con que no contratará a más fumadores. ¿Por qué? Una cosa es que esté prohibido fumar en la sede de la OMS, que parece coherente, y otra muy distinta es que la OMS decida lo que pueden o no pueden hacer sus trabajadores en su tiempo libre.
La primera consecuencia de esta presión es, por supuesto, la discriminación laboral del fumador. Ya han empezado a preguntar, en las entrevistas de trabajo, si el postulante fuma o no. ¿Tiene la empresa derecho a hacer preguntas de este tipo sobre la vida privada de sus trabajadores? ¿Puede la empresa preguntar por su tendencia sexual, su credo o su estado civil? ¿Puede la empresa decidir sobre las costumbres privadas de sus trabajadores, mientras estas no afecten a su productividad?
La pregunta que debemos hacernos es, ¿qué y quién hay detrás de esta estrategia?
El qué, lo sabemos: el tabaco mueve en España al año alrededor de los 14.000 millones de euros (2.330.000.000.000 pesetas), de los que el Estado se lleva casi 10.000 millones. De hecho, el único impuesto que ha cubierto y sobrepasado las perspectivas de recaudación presupuestarias en 2008 ha sido el tabaco (ni el alcohol, ni los hidrocarburos, ni el IVA, ni el IRPF...). El mercado de la nicotina es, por tanto, muy sustancioso.
¿Quién? Pues la respuesta está en lo que defienden los grupos antitabaco, supuestamente independientes, autofinanciados y libres de influencias lobbísticas. Textualmente:
1.- Defender el derecho a vivir en un ambiente sin humo de tabaco.
2.- Conseguir la prohibición de fumar en todos los espacios públicos cerrados.
3.- Conseguir hacer cumplir de forma estricta la legislación sobre el tabaquismo.
4.- Sensibilizar a la sociedad sobre el problema del fumador pasivo.
5.- Se aumenten los impuestos del tabaco, con cuyos ingresos se subvencionen los tratamientos de deshabituación tabáquica de la Seguridad Social.
6.- Se excluya el tabaco del cálculo del IPC.
7.- Más publicidad sobre los riesgos del tabaco y en defensa de los no fumadores.
El punto interesante es el quinto. ¿Por qué una asociación de defensa del fumador pasivo exige el aumento de los impuestos del tabaco y la subvención de los tratamientos de deshabituación? ¿Qué gana un no fumador con eso? Aunque el sexto... ¿En qué se beneficia un no fumador si sacan el tabaco del cálculo del IPC?
El negociete, amigos, es el negociete.
Alguien me ha preguntado si no he exagerado cuando he dicho que la futura prohibición de la calefacción exterior (las famosas setas) por sus emisiones a la atmósfera es parte de la estrategia antitabaco.
Confirmo que no estoy paranoico. Entren aqui (CLIC), vayan a "Colaboradores" y pregúntense quién paga esto y por qué.
X. Bea-Murguía (se admite todo tipo de pregunta, sobre todo porque yo no tengo respuestas, sólo más preguntas)
5 Comments:
El sábado o domingo pasados, en el programa de Onda Cero "Te doy mi palabra" dirigido por Isabel Gemío, un experto (radical antitabaco) anunció que ya no hay que hablar de "tabaquismo", sino de "tabacosis" ya que "es una enfermedad".
Desde ese momento la directora, los colaboradores y algunas personas que llamaron empezaron a utilizar ese termino constantemente en un tono que era tanto de "lástima" como de estigmatización.
Yo no fumo pero no me molesta (ni me importa) que los demás fumen. Es una cuestión de respeto y oportunidad. Pero coincido con el bloguero (ahora viene el palmeo, Luis) en que esta caza de brujas va mucho más allá de lo que es aceptable.
Se está señalando a los fumadores como enfermos malvados y a la industria tabaquera como la Al Qaeda empresarial, y no dudo que detrás hay "otras empresas" y grupos que están sacando tajada.
Está muy bien lo que dice, Juanjo, porque si miras en la web de "Te doy mi palabra", verás por qué se hizo ese programa.
Búscalo con Google. No tiene pérdida.
Un abrazo
Javier
Plataforma Sin Malos Humos... les falta añadir ¡Matemos a todos los fumadores!
Como decían los Borg de Star Trek: La resistencia es fútil.
El único fumador bueno es el fumador que invita.
Fco: Mc Uto, guardador
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