Más allá de la libertad
Queridos amigos,
hablando de las vacaciones en Fuerteventura, recordamos el sábado con Jose y Mariví una no sé si llamarlo anécdota que me he guardado hasta ahora, pero sólo porque soy así de desmemoriado.
La playa de las Gaviotas, pegada a nuestro hotel, donde íbamos cada mañana, estaba poblada por personas que respondían, en su amplísima mayoría, al siguiente perfil:
1.- Teutones y teutonas.
2.- Nudistas.
3.- Sexagenarios (o más).
Vamos, que aquello era como el balneario de Baden-Baden pero desinhibido, una lección sobre la rosa marchita y la ley de la gravedad, una plantación de nabos fósiles, la negación de la belleza de la arruga, la afirmación del escrotismo caduco, un carpe diem con patas y pelo. Daban ganas de recitar a voces, a lo Jesús Urceloy:
"En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto"
Yo creo con igual fuerza tanto en la libertad del nudista como en la del crítico. A mí, personalmente, el nudismo ni me atrae ni me gusta ni lo entiendo (independientemente de la edad, que no van por ahí los tiros), a pesar de que en este blog he practicado, demasiado a menudo, una suerte de nudismo intelectual. Sobre todo, en el nudismo me molesta ese tono reivindicativo que pretende venderte la desnudez como la esencia del ser humano, cuando las personas, si nos distinguimos por algo de los animales, es precisamente en el vestido. No estoy en contra, ni mucho menos, pero esa constante vindicación en un mundo en el que su actitud está plenamente aceptada no tiene sentido. Es más, la masa muestra normalmente más respeto por ellos que por la postura, también natural, de aquellos a los que el desnudo ajeno les incomoda. Cuando pienso en estas actitudes, siempre acabo con la misma conclusión: si hay un sitio donde, en el siglo XXI, sí se puede reivindicar el nudismo, es en Arabia Saudí.
Estar desnudo ante la mirada de un extraño es mostrarse completamente desarmado, una sensación que nunca me ha agradado cuando, por ejemplo, he tenido que hacer strip-tease ante un médico o en un gimnasio. Una parte importante de la seguridad en uno mismo, en mi caso, es el bañador. El bañador con la cuerdita bien atada. Pudoroso que es uno o consciente de haber mordido la manzana.
Más que el paraíso de la libertad, el desnudo, en la mayor parte de las ocasiones, es la misma decepción del regalo desenvuelto. Mientras uno no sabe lo que es, tiene al menos ilusión, pero una vez arrancadas las vestiduras, ya no hay trampas, ya no hay barreras, ya no hay emoción. El vestido, por escueto que sea, en sexualidad, es la puerta que oculta el deseo, que lo alarga, que lo extiende y que lo alimenta. En la vida, en general, todo aquello que no se ve o que sólo se intuye me atrae mucho más que lo que es evidente o se muestra abiertamente. Por eso, de la pornografía sólo me interesan los títulos ("Mamita, el negro me excita", vi ayer, por no hablar de "Lamerte tenía un precio").
Aparte del pudor y de la falta de interés, perdonen aquellos de ustedes que practican el nudismo, pero de muchos de los ejemplares que pululaban playa arriba, playa abajo (no todos, por supuesto), rezumaba un cierto afán exhibicionista. Sin duda. Nadie me lo puede negar y de esto va hoy esta entrada.
Cada día pasaba por delante de nosotros un hombrecillo, un alemán, cuyo único atavío era una gorra. El hombre, barbudo pero pelón, cercano a los cincuenta años, gastaba la mañana en darse saludables y solitarios paseos por la playa, de manera que lo veíamos pasar cuatro o seis veces. Lo apodamos "Gorrilla".
"Gorrilla", que era ya como de la familia, no era un nudista habitual, esos que, por su experiencia o por su falta de pudor, llevan el desnudo con la misma naturalidad que si se hubieran calzado una burka. Este mostraba siempre una medio sonrisa de chiquillo haciendo una calaverada, era perfectamente consciente de que había gente a su alrededor y que no eran pocas las miradas que se clavaban en su centro de gravedad, en el péndulo de su caminar que, por otro lado, no era gran cosa.
La demostración final de que a "Gorrilla" le movía el exhibicionismo, más que la libertad, llegó el último día. Rompiendo su rutina, apareció con una alemana, desnuda, más de cuarenta años, sin barba pero con más pelo en los sobacos que él. Al principio se pasearon de la mano. Al cabo de un rato, justo delante de donde estábamos nosotros, se metieron en el agua y refofilaron como dos adolescentes.
El agua estaba demasiado fría (aunque no como la de Galicia, donde yo no me mojo ni la uña del dedo gordo) para hacer nudismo sin pensar en el ridículo. Como dice mi amigo Eduardo, tienes que bañarte con un alfiler para, después del baño, sacar el bígaro. Y esto es lo que debió pensar "Gorrilla", que después de un rato en el agua, refofilando con la rubia de los pelos, antes que el rídiculo del músculo encogido, optó por la osadía del trempe.
"Gorrilla", tal cual, con el palo mayor enhiesto, salió del agua. Así, con la quilla apuntando hacia poniente y una enorme sonrisa, agarró la mano de la "Pelos" y le señaló el camino. A pasear por la playa a lo homo erectus. Con dos cojones (agazapaditos en su escroto y pegaítos al culo como los gatos).
Nosotros, y todos cuantos se cruzaron con la pareja, entre muertos de risa y anonadados por su falta de vergüenza, no dábamos crédito. Perdonen si pudiera parecer que esta entrada la esta escribiendo mi padre, pero lo malo de mover los límites es que siempre hay límites más allá y, en un mundo circular, al otro lado de la frontera muchas veces no hay más libertad, sino otra clase de esclavitud.
Para mí que su exhibicionismo era evidente. A "Gorrilla" le hubiera encantado que Beatriz y Mariví, en vez de treinta y tantos, hubieran tenido quince años. Si no es por eso, yo sólo encontraba una explicación plausible a su actitud. Así se lo dije a Jose:
-- Ahora ya tiene donde colgar la gorra.
X. Bea-Murguía (yo no soy mirón, soy observador)
hablando de las vacaciones en Fuerteventura, recordamos el sábado con Jose y Mariví una no sé si llamarlo anécdota que me he guardado hasta ahora, pero sólo porque soy así de desmemoriado.
La playa de las Gaviotas, pegada a nuestro hotel, donde íbamos cada mañana, estaba poblada por personas que respondían, en su amplísima mayoría, al siguiente perfil:
1.- Teutones y teutonas.
2.- Nudistas.
3.- Sexagenarios (o más).
Vamos, que aquello era como el balneario de Baden-Baden pero desinhibido, una lección sobre la rosa marchita y la ley de la gravedad, una plantación de nabos fósiles, la negación de la belleza de la arruga, la afirmación del escrotismo caduco, un carpe diem con patas y pelo. Daban ganas de recitar a voces, a lo Jesús Urceloy:
"En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto"
Yo creo con igual fuerza tanto en la libertad del nudista como en la del crítico. A mí, personalmente, el nudismo ni me atrae ni me gusta ni lo entiendo (independientemente de la edad, que no van por ahí los tiros), a pesar de que en este blog he practicado, demasiado a menudo, una suerte de nudismo intelectual. Sobre todo, en el nudismo me molesta ese tono reivindicativo que pretende venderte la desnudez como la esencia del ser humano, cuando las personas, si nos distinguimos por algo de los animales, es precisamente en el vestido. No estoy en contra, ni mucho menos, pero esa constante vindicación en un mundo en el que su actitud está plenamente aceptada no tiene sentido. Es más, la masa muestra normalmente más respeto por ellos que por la postura, también natural, de aquellos a los que el desnudo ajeno les incomoda. Cuando pienso en estas actitudes, siempre acabo con la misma conclusión: si hay un sitio donde, en el siglo XXI, sí se puede reivindicar el nudismo, es en Arabia Saudí.
Estar desnudo ante la mirada de un extraño es mostrarse completamente desarmado, una sensación que nunca me ha agradado cuando, por ejemplo, he tenido que hacer strip-tease ante un médico o en un gimnasio. Una parte importante de la seguridad en uno mismo, en mi caso, es el bañador. El bañador con la cuerdita bien atada. Pudoroso que es uno o consciente de haber mordido la manzana.
Más que el paraíso de la libertad, el desnudo, en la mayor parte de las ocasiones, es la misma decepción del regalo desenvuelto. Mientras uno no sabe lo que es, tiene al menos ilusión, pero una vez arrancadas las vestiduras, ya no hay trampas, ya no hay barreras, ya no hay emoción. El vestido, por escueto que sea, en sexualidad, es la puerta que oculta el deseo, que lo alarga, que lo extiende y que lo alimenta. En la vida, en general, todo aquello que no se ve o que sólo se intuye me atrae mucho más que lo que es evidente o se muestra abiertamente. Por eso, de la pornografía sólo me interesan los títulos ("Mamita, el negro me excita", vi ayer, por no hablar de "Lamerte tenía un precio").
Aparte del pudor y de la falta de interés, perdonen aquellos de ustedes que practican el nudismo, pero de muchos de los ejemplares que pululaban playa arriba, playa abajo (no todos, por supuesto), rezumaba un cierto afán exhibicionista. Sin duda. Nadie me lo puede negar y de esto va hoy esta entrada.
Cada día pasaba por delante de nosotros un hombrecillo, un alemán, cuyo único atavío era una gorra. El hombre, barbudo pero pelón, cercano a los cincuenta años, gastaba la mañana en darse saludables y solitarios paseos por la playa, de manera que lo veíamos pasar cuatro o seis veces. Lo apodamos "Gorrilla".
"Gorrilla", que era ya como de la familia, no era un nudista habitual, esos que, por su experiencia o por su falta de pudor, llevan el desnudo con la misma naturalidad que si se hubieran calzado una burka. Este mostraba siempre una medio sonrisa de chiquillo haciendo una calaverada, era perfectamente consciente de que había gente a su alrededor y que no eran pocas las miradas que se clavaban en su centro de gravedad, en el péndulo de su caminar que, por otro lado, no era gran cosa.
La demostración final de que a "Gorrilla" le movía el exhibicionismo, más que la libertad, llegó el último día. Rompiendo su rutina, apareció con una alemana, desnuda, más de cuarenta años, sin barba pero con más pelo en los sobacos que él. Al principio se pasearon de la mano. Al cabo de un rato, justo delante de donde estábamos nosotros, se metieron en el agua y refofilaron como dos adolescentes.
El agua estaba demasiado fría (aunque no como la de Galicia, donde yo no me mojo ni la uña del dedo gordo) para hacer nudismo sin pensar en el ridículo. Como dice mi amigo Eduardo, tienes que bañarte con un alfiler para, después del baño, sacar el bígaro. Y esto es lo que debió pensar "Gorrilla", que después de un rato en el agua, refofilando con la rubia de los pelos, antes que el rídiculo del músculo encogido, optó por la osadía del trempe.
"Gorrilla", tal cual, con el palo mayor enhiesto, salió del agua. Así, con la quilla apuntando hacia poniente y una enorme sonrisa, agarró la mano de la "Pelos" y le señaló el camino. A pasear por la playa a lo homo erectus. Con dos cojones (agazapaditos en su escroto y pegaítos al culo como los gatos).
Nosotros, y todos cuantos se cruzaron con la pareja, entre muertos de risa y anonadados por su falta de vergüenza, no dábamos crédito. Perdonen si pudiera parecer que esta entrada la esta escribiendo mi padre, pero lo malo de mover los límites es que siempre hay límites más allá y, en un mundo circular, al otro lado de la frontera muchas veces no hay más libertad, sino otra clase de esclavitud.
Para mí que su exhibicionismo era evidente. A "Gorrilla" le hubiera encantado que Beatriz y Mariví, en vez de treinta y tantos, hubieran tenido quince años. Si no es por eso, yo sólo encontraba una explicación plausible a su actitud. Así se lo dije a Jose:
-- Ahora ya tiene donde colgar la gorra.
X. Bea-Murguía (yo no soy mirón, soy observador)
11 Comments:
A mi lo de ponerse moreno el badajo nunca me ha llamado, así que soy de los de bañador decente (nada de modelos turbo).
Además, creo que en general hay muy poco respeto por las familias que vamos a la playa y que pretendemos pasar un rato agradable sin tener la sensación de estar en medio de una sauna donde todo el mundo va como Dios le trajo al mundo. Para el que se quiera poner moreno el culo ya hay zonas indicadas para ello (playas nudistas o sesiones de rayos UVA). Es igual, como aquí siempre se da preferencia a las minorías...
Esta España ya no es lo que era.
Un abrazo,
CENTURIONE
Yo soy nudista y entiendo que no lo entiendas, es una cuestión personal e ideológica.
No estoy de acuerdo en eso que lo que nos distingue de los (otros) animales es el ir vestido ¿me estás diciendo que un perro con jersey es humano y un premio nobel en una playa nudista no lo es? yo estaba seguro de que lo que nos distingue de los (otros) animales es nuestra inteligencia, nuestra conciencia de nosotros mismos.
Que cosas :)
Luego juzgas el nudismo, una ideología seguida por un gran número de personas por lo que hace uno, vamos una falacia como un castillo.
Al comentarista centurione, los nudistas también somos familias y exigimos respeto para que no tengamos la sensación de estar en medio de una rancia misa franquista cuando os ponéis violentos y queréis imponer vuestros prejuicios a la fuerza.
¿Yo puedo exigir unas playas libres de burkas y ridículos bañadores? pues no, no puedo, la libre circulación de las personas, su libertad de expresión, su libertad ideológica y demás cositas que ponen en las leyes me lo impide, entonces ¿por que esa gente que pide playas "familiares" (prostituyendo el sentido de familia y sólo considerando un modelo ya minoritario) justamente exige que se salten las reglas del juego para imponer su ideario a la fuerza?
Quizá piensan que las leyes son para los demás y no para ellos, como siempre.
¡Qué bien! Esto se anima. Me encanta, Arturios.
En primer lugar, tu reacción confirma una parte de lo que he dicho. Centurione se ha limitado a pedir respeto para su forma de pensar, es decir, la de estar con su familia en la playa tranquilamente sin que haya gente desnuda a su alrededor. Creo que estamos de acuerdo en que eso es un derecho que merece respeto, habiendo como hay muchos lugares en España donde practicar el nudismo.
A mí, personalmente, ni me ofende ni me importa que haya una persona desnuda a mi lado en la playa, no me malinterpretes.
Del vestido, estoy diciendo que la historia de la civilización es la historia del vestido, que las personas usamos la ropa no sólo por pudor, sino porque la usamos para canalizar nuestro mensaje, incluso aquellos que no llevan nada puesto, están mandando un mensaje. Lo de vestir al perro, me limito al acerbo: "El hábito no hace al monje". Estoy convencido de que, por muy nudista que tú seas, no vas a currar en pelotas. Lo de la playa es aparte.
He juzgado a uno, "Gorrilla", y a otros mucho que, amparados por la impunidad del nudismo, esconden un exhibicionismo insultante. Si lo lees otra vez, verás que digo:"perdonen aquellos de ustedes que practican el nudismo, pero de muchos de los ejemplares que pululaban playa arriba, playa abajo (no todos, por supuesto)" y también "no era un nudista habitual, esos que, por su experiencia o por su falta de pudor, llevan el desnudo con la misma naturalidad que si se hubieran calzado una burka".
Lo de los rancios prejuicios franquistas y la misa te delatan, Arturios, perdona que te lo diga. Yo creo que tanto respeto se merece la actitud de Centurione como la tuya y que hay playas para todos los gustos y usos. Es una cuestión de organizarse.
Estarás conmigo en que la peña se ha desinhibido mucho en los últimos años, sin tener en cuenta que hay gente, rancia y franquista, a la que el desnudo ajeno le incomoda.
Lo del modelo minoritario de familia... En fin. Hay que mirar un poco más allá del propio ombligo, perdona que te lo diga.
Con todo esto, te quiero decir, en primer lugar, que me encanta y te agradezco muchísimo que hayas dado tu opinión, que la respeto muchísimo y que, por supuesto, estoy conforme en que tú tienes derecho a hacer el nudismo que te dé la gana. Pero has malinterpretado parte de lo que he contado. Nada más.
Un saludo
Javier
Javier Querido te tenia por "openminded"!! Bueno yo creo que los alemanes sonrien porque que el sol te de en el culo da mucho gustito, y mas a ellos que viven a 0 grados. Como ves yo reivindico el que cada uno haga lo que le de la gana, a mi a veces me a petece despelote y a veces no. Mi anecdota;te la cuento luego y asi la usas para otro dia si quieres.
Conclusion, despelote si pero con respeto, si vas con gente la forma correcta es " A alguien le incomoda que me quede en pelotas? " Normalmente , no solo la gente responde que no le incomoda si no que alguno mas se une, te recomiendo que lo pruebes.
Yo ni soy partidario de que la gente se desnude ni contrario, Abernathy. La verdad es que me da igual. En Galicia, siempre que podemos, vamos a una playa en Queiruga que es nudista (porque es una pasada de sitio).
Lo que soy es pudoroso para esas cosas, ¿qué le vamos a hacer? Soy muy celoso de mi intimidad. Espero esa anécdota...
Un beso
Javier
Gracias Javier y perdón a los que se hayan sentido ofendidos por mi escrito, pero sólo reclamaba algo a lo que creo tengo derecho. Otra cosa no, pero km de playa en España nos sobran.
Arturios: no estaría de más un poco de respeto. El que pensemos diferente no significa que nos tengamos que insultar.
CENTURIONE
Pues a mí, sin ser un impúdico ni un exhibicionista, tendiento que ir todo el día trajeado a reuniones diversas manteniento la compostura y la formalidad, me encanta estar en pelotas en la playa, lo que no significa que me gusten las playas nudistas, las cuales no visito nunca,
Me voy con mi mujer y con mis hijos a una playita de Fuerteventura, Cádiz o Almería y, si no hay mucha gente cerca, simplemente, me despeloto, ya que me parece lo más natural del mundo. Mi mujer y mis hijos no comparten conmigo esta afición, pero lo respetan y saben que ni molesto a nadie ni voy presumiento al grito de "presenten armas".
Eso sí, como uno es de natural calenturiento, si se diera el caso de que mi santa se me acercara a darme un casto beso y mi herramienta se asomara en vetical a saludarnos, lógicamente, me quedaría bien sentadito y taparía mis vergüenzas.
Hombre, podría haber puesto "burka y mezquita" o "barbas y sinagoga" pero viendo que centurione ponía lo de "España ya no es lo que era" (afortunadamente) he puesto lo de misa y franquismo al estar en este contexto cultural y tal.
¿Por que Centurione NO tiene derecho a pedir no ver?
Primero, por que no lo tiene (en cuanto a derecho de leyes).
Segundo, no podemos evitar todo lo que nos molesta, imaginemos que alguien pidiese barrios libres de rojos, de ateos, de moros o de maricas, o de fachas, católicos, castellanos y machos ibéricos (incluyo ejemplos de ideología, religión, raza y orientación sexual), si alguien lo hiciese no sólo sería inmoral sino que encima es un delito, entonces ¿por que se piden playas libres de nudistas?
Es curioso, este verano saltó la noticia de que en Mexico querían abrir un centro nudista, todas las fuerzas "morales" se pusieron en pie de guerra y casi cuelgan al alcalde por permitir semejante cosa, sin embargo, ante la denuncia de que se habían abierto ese año 5 puticlubs legales en la ciudad, esas fuerzas morales los justificaron.
Vamos, que es peor valorado el nudismo familiar que la prostitución, supongo que el primero supone una forma de libertad y eso jode, lo segundo una forma de esclavitud.
Quizá soy brusco en los modos, llevo tantos años explicando esto, a gentes llanas, a cultivadas, a políticos y demás que cansa cuando alguien suelta lo del FALSO derecho a no ver, y da igual que se pongan cien ejemplos, mil sentencias, o se tenga que leer uno por uno la Declaración Universal de los DDHH, el intolerante lo es y punto.
Por cierto, y volviendo a contestar a Centurione, en España no es legal marcar una playa como nudista, limitaría tu derecho a ir a dicha playa que es un espacio público por lo que en realidad no tenemos zonas indicadas, tal sólo zonas donde nos hemos escondido tradicionalmente.
Quizá va siendo hora de romper con eso.
Anónimo nudista. Me parece estupendo. Yo no lo critico. No lo comparto y no lo entiendo, porque, como he dicho, para eso soy pudoroso. Hoy me han sacado la conversación en la comida y he dicho que si yo estuviera en una playa solo, con mi mujer, a lo mejor lo haría. Una cuestión de pudor que no tiene por qué explicarse.
De todas formas, si en el momento en que estoy en pelotas en público, tengo un episodio de excitación sexual (que a veces me pasa... Pocas, pero me pasa), sería muy embarazoso para mí.
Arturios, me gusta mucho más este tono. No sé si nos conocemos, pero si no es así, te cuento que me dedico a un tema muy controvertido, mucho más que el nudismo, y que estoy en el lado de los malos de la película. Estoy cansado ya de repetir que sólo hay una forma de obtener respeto, que es respetando a los demás, respetando incluso lo que no se entiende, lo que no se comparte y lo que se desprecia.
Estoy muy de acuerdo contigo en que la convivencia tiene que nos tenemos que aguantar, como se aguanta Centurione, cuando hay actitudes que no nos gustan o que nos molestan o, que incluso, nos perjudican. Así es. La libertad de uno no acaba donde empieza la del otro, sino que los derechos se solapan los unos con los otros, que sus límites no se pueden definir ni concretar.
Personalmente, te diré, para que quede cristalino, que si un día coincidimos en la playa, no me molestará en absoluto si estás desnudo.
GRacias por tu opinión. La valoro mucho. De verdad
Javier
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