jueves, enero 26, 2006

Al fraile se le conoce por su hábito


Queridos amigos,

si yo fuera jersey, a ningún otro quisiera de dueño que a Evo Morales, un hombre que ya es conocido por su chompa. ¿Qué ha hecho Evo por Bolivia? Nada aún, pero... ¡Qué guapo el pullover! Una prenda de llama que ha dado yesca a la mecha del ansia compradora de los amantes del icono. Comunismo y consumismo más parecidos que nunca. Ya lo producen en serie y es casi la primera industria del altiplano. Todos quieren ahora un jersey de pura lana de llama andina, aunque no sea virgen. Ya veo las tiendas de la Quinta Avenida anunciando el kit completo para frikies de lo bolivariano: el pasamontañas de Marcos, la chompa de Evo, la guayabera de Chávez, la guerrera de Fidel y, por supuesto, el puro del Che. Adivino a Ralph Lauren y Lacoste en pie guerra por comercializar en exclusiva el jersey made in La Paz. No me dirán que no resulta contradictorio lo rápidamente que tiran del liberalismo más cruel los detractores del capitalismo.

Bromas aparte, yo no sé mucho de esto, quizá ustedes sí, pero la semiótica se empeña en que la saturación de significante siempre anula al significado, ya saben, el binomio inseparable de Ferdinand de Saussure disgregado por el hartazgo. Con la costumbre que tenemos todos de medir a Hércules por su pie, la afición a la metonimia en España es casi enfermiza, difícil lo va a tener Evo para que sus decisiones borren su chompa de nuestra retina, ese atuendo entre atlético y culé que ha hecho furor entre la progresía más reaccionaria. Ya se acuñan frases que pasarán al acervo popular, al boca a boca, como: "Estás más ridículo que Acebes con la chompa de Evo". Como si Acebes precisara de una chompa para parecer solemne.

Si lo piensan bien, no es el primer fraile al que se conoce por su hábito más que por sus hechos, este pobresito cocalero que aún no ha tenido tiempo ni de nacionalizar su país globalizado, ni de expulsar a toda inversión extranjera, ni de pegarse con Chile por una salida al mar. Así de sopetón, recuerdo el corpiño de Pedro J. (aunque yo jamás vi el controvertido vídeo, no por falta de oportunidades, sino porque la vida sexual de este señor no me mueve ni para cambiar de canal. Si hubieran pillado a Trinidad Jiménez vestida de dominátrix no lo habría dudado); el taparrabos de Gandhi, que es clavado al de Tarzán y que fue el último grito en Calcuta; la capa de San Martín de Porres, la chaqueta de pana de Alfonso Guerra o el yelmo de Mambrino de Don Quijote.

Sepan ustedes que la foto que pego, que nada tiene que ver con la chompa de Evo, es Murguía (Álava, inconfundible por su magnífico clima), pueblo de mi infancia del que tomo yo mi pseudónimo. Ayer, como quizá oyeron, ETA puso una bomba en esa casa que asoma a la derecha por entre la niebla, hoy Correos, antaño la Telefónica, justo al lado del matadero donde tantas veces fui con mis primos a presenciar ejecuciones vacunas. No ha habido muertos, pero he sentido una indignación en plena niñez que me sonroja las mejillas.

X. Bea-Murguía

Perdonen las erratas, pero esta mañana no me ha dado tiempo a repasarlo bien.