¿Por qué somos del Atleti?

Queridos amigos:

hay momentos en la vida de un hombre que se dan, que son propicios, que llaman a la reflexión. A mí me sucede esto a menudo en los semáforos en rojo. No sé por qué, la mayoría de las buenas ideas se me ocurren mientras espero a que una mierda de poste hecho de acero verde con tres putas luces me diga lo que puedo y lo que no puedo hacer. Claro que no sé quién es más tonto: el que manda, que sólo sabe decir "Pase", "No pase" y "Corra" o los que obedecemos ciegamente a esas lucecitas como a la sirena de los morlocs.

El lado bueno de un semáforo en rojo, o de un atasco, es que si usted está solo en el coche y lleva buena música (es decir, descarte Mamá, Alejandro Partío, Enrique Diglosias, que desafina lo mismo en inglés que en castellano, y demás poetas de lo cotidiano, porque si obtener un pensamiento fuera como cocinar, esta peña sería a su receta lo que el ketchup a un chuletón de Ávila) puede, por fin alcanzar racionalmente una solución para ese problema que le atenaza el bajo vientre, que lo tiene a usted sin dormir, en un sinvivir, en un "María Auxiliadora no me busques hoy que no está el pito para guardias"...

Una de mis máximas preocupaciones, hoy día, es que mi hijo se ha hecho del Atleti. Que conste que yo no he tenido nada que ver en su elección. Nunca he sido partidario de condicionar sus opiniones y gustos, sino, al contrario, de fomentar que alcance una personalidad propia y sólida. No sé de dónde lo ha sacado. Sólo se conoce a un jugador, Fernando Torres, y el caso es que el domingo estábamos en el baño con la retransmisión del Barça-Atleti en la radio, pero muy de fondo. Yo, desde luego, no le estaba haciendo mucho caso, pero él, por lo que se ve, sí:

-- "Papá, gol de Fernando Torres", me dijo y se puso muy contento. Al minuto, añadió:

-- "Nosotros somos del Atleti ¿verdad?".

Y no tuve valor para decirle que no, que yo no soy del Atleti. Así que, ¡cómo son las cosas! es mi hijo quien me condiciona a mí.

Dándole vueltas a tan relevante asunto en el semáforo en rojo, con el "Fly me to the moon" de Sinatra sonando a un buen volumen, concluí que me gusta más la estética del perdedor que la soberbia del ganador y que, en cierto modo, siempre había sido así en mi vida desde que de niño prefería Galerías Preciados al Corte Inglés. En numerosas ocasiones he apostado todas mis ilusiones infantiles a caballo perdedor y esto, ahora, reflexionando en el rojo interminable de un semáforo, pienso que me ha hecho ganar más que perder. Así que, de alguna manera... ¡Atentos todos que voy a salir del armario! ¡Apártense que voy...! Siempre he sido del Atleti.

Nunca he soportado a la gente farruca que tiene el mal gusto de encenderse un puro con un billete de mil. No se pueden ustedes hacer una idea de qué modo se impregna un buen veguero con el agrio sabor de la tinta. Es un destrozo. ¿Ustedes se imaginan a alguien tomándose un cubata con un billete de 100 euros metido dentro del vaso? ¿No pensarían ustedes "Hace falta ser gilipollas"? Pues, nada, le dedicamos una calle que lo merece el chaval... ¿Para cuándo la calle de Jesús Gil y Gil? Ya puestos. Les digo yo que Ruiz Gallardón es madridista. Seguro. Y Rubalcaba.

Ya saben ustedes lo que pasa en Madrid cuando uno tiene pensamientos tan profundos mientras espera a que se abra el semáforo. Uno se despista, se abstrae demasiado, hurga en su conciencia con tal ímpetu que cuando se pone en verde, no tiene manos para arrancar a la primera porque se dice:

-- "Y, ahora, ¿qué demonios hago yo con esto?"

Y es que los vendedores de kleenex nunca están cuando se les necesita.

¡Aúpa Atleti!

X. Bea-Murguía