jueves, junio 08, 2006

¿Cómo va tu nena?


Queridos amigos:

en anteriores ocasiones les he contado mis tribulaciones como padre y mi incomprensión de la puericultura moderna, que nos ha hecho pasar de un extremo a otro de una forma, a veces, tan radical que hace que muchos esquemas se me rompan. Yo trato de aplicar un modo de educación como el que me dieron mis padres que no ha sido tan malo o, al menos, el resultado ha sido óptimo: soy una persona que sabe estar, tengo mis valores, mis aspiraciones, mis ideas. Estoy socializado.

Mi madre aplicaba dos métodos distintos según la circunstancia. En público, procedía con la guindiña picanta, que es algo que, lamentablemente, en la puericultura moderna se ha perdido y que tenía su qué. Era doloroso, pero no dejaba ninguno marca, y era muy discreto, sobre todo eso, discreto. Te atizaba el clásico pellizco de monja que te daba a entender que por ahí ibas mal. En privado, sin embargo, era más partidaria de argumentar, de razonar. Se ponía a tu altura con la zapatilla en la mano y daba en el culo un par de argumentos y un par de razones que uno podía entender fácilmente. Hoy, mi madre casi sería una maltratadora, porque en el maremagnum informativo demencial en el que nos hemos metido se obvia que el maltratador, a diferencia del "la maté porque era mía", lleva consigo un componente de agresión psicológica constante, de humillación y de abuso sistemático y arbitrario del que mi madre, ni que decir tiene, no hacía uso.

Un clásico en mi colegio era el conserje, Patro, quien muchas veces, nada más verme, me agarraba de la patilla y tiraba el cabrón como si me fuera a depilar.

-- "¡Que no he hecho nada, Patro!", me quejaba yo.
-- "Seguro que sí", contestaba él.

Y eso que yo era un niño razonablemente bueno. Actualmente, estas lecciones se han sustituido por la psicología y los padres de hoy, convencidos de que es mejor razonar las cosas con nuestros hijos, nos devanamos los sesos tratando de poner unos límites lógicos que, nuestros padres, establecían fácilmente con un castigo a tiempo o con la zapatilla, culmen de la crítica de la razón pura.

Viene a cuento porque el otro día fui a la reunión anual del cole de mi hijo Rodrigo, que es una cosa que también hacemos los padres modernos y que está muy bien, es muy importante hacerlo, pero nos soltaron una serie de premisas un tanto desconsoladoras, al menos, para mí. No ya por lo que se aprende en el cole, que ahora están profundizando en la diferenciación gráfica y sustancial del "6" y la "e minúscula", también porque lo que intentan es orientar la educación en casa y, para ello, te dan una serie de consejos que madre mía. Entiendo que habrá padres que no hacen ni puto caso a sus hijos, pero yo no necesito una reunión en el colegio para que me digan que le lea cuentos a mi niño ni muchas otras cosas que, al menos en mi caso, surgen solas del amor paterno-filial.

Me llamó mucho la atención que nos dijeran que los niños se desfogan moviéndose y que no debemos coartar su histerismo vespertino, que tenemos que dejarles esa vía de escape. Yo puedo llegar a entenderlo, pero, ¿quién me entiende a mí? Me levanto muy pronto, me voy a currar, estoy todo el día tratando de no coartar a mucha gente, llego a casa a la hora en que no hay que coartar a mi niño, que está como una locomotora con la caldera a tope, y, ¿qué quieren que les diga?, al final le dices:

-- "¡Tate quieto ya, coñññño!".

Pocos días después de la reunión, a la hora de la cena, mi niño se estaba desfogando bien a gusto hasta que cayó una mesa con tres jarrones, dos se rompieron, y tuvimos que salir escopetados al centro de salud a que le cosieran el pie (dos puntos, tampoco se vayan a pensar que le han dejado el pie como la cara de Keith Richards). Y eso que mi Rodrigo es MUY BUENO y esto no es una coña. Estoy convencido de que ésta es un lección que no va a olvidar fácilmente, porque ahora le dices:

-- "Rodrigo, coser".

Y va como la seda. Está suave, suave. Como digo, ésta, de momento, se la ha aprendido de dos pespuntes.

Podría decir que la reunión del colegio fue un tostón, aderezada por las tonterías que preguntan los padres (que equivalen a las que preguntan los periodistas en las ruedas de prensa), si no fuera por un descubrimiento imprevisto y sustancioso, del que espero poder sacar tajada. A base de guindiña picanta, el que suscribe ha aprendido que cuando uno llega tarde a un sitio, debe entrar discretamente y sentarse al fondo, trantando de no interrumpir y, sobre todo, de pasar desapercibido. Media hora después de empezar, irrumpió en el aula una guardia civil (ahora hay que llamarla guardia civila, que hace falta ser...) de una manera tan rotunda que a punto estuve de meterme bajo el pupitre. Sólo le faltaba el tricornio y el bigote: iba de uniforme, entró de golpe (de estado), dio dos gritos (para disculparse) y, además, llevaba la pistola en la cartuchera (mi madre a lo más que llegó fue a la zapatilla esa flojona que ni hacía daño). Es enternecedor descubrir que la mamá de una compañera de clase de tu hijo va armada a las reuniones del cole. La profesora se quedó lívida, pero yo pensé: mira tú por dónde la próxima vez que me paren a la entrada del pueblo, algo para lo que parece que tengo imán, le voy a decir:

-- "Hola, soy el papá de Rodrigo, ¿cómo va tu nena en clase?".

X. Bea-Murguía (en camino hacia Valencia).

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¿Guardia Civila en el cole de tu hijo con arma y todo? Ya solo falta que un día te encuentres a las "bedelas" del cole de tu hijo en un bar de copas de Tres Cantos.
Esto del cole ya no es lo que era. Recuerdo a un profe que tuve en 4º, Baldomero, que un día me calzó un reglazo en toda la cara porque me estaba partiendo el pecho cuando ví que mi compi le había puesto al culo de un cerdo de una foto unas gafas, y debajo el nombre de una de las tías más feas que recuerdo: Rosa. Joder, si es que era la misma, con sus mofletes, esos pelillos... Creo que aún conservo el 4 y algunos palitos de los mm debajo del entrecejo. Joputa.

Seguro que ahora le están cambiando los pañales en algún geriátrico de Riaza. Y por cierto, conservo el libro, con unas gotitas que en su día fueron lágrimas de risa (parte cerdo - cara de rosa), y luego de dolor (resto de libro, junto a la mesa, zapatillas, pasillo...)
Si alguien algún día me quiere acojonar, que me enseñe una regla. Con todos mis respetos a la Jurado, no me verán a mí rezando a la patrona de Chipiona.

Extracto del libro "Mi vida como fruterín".

08 junio, 2006 09:43  
Anonymous Anónimo said...

Las matemáticas nunca fueron mi fuerte (todavía se me resisten y soy de las que cuento con los dedos, la discalculia supongo, porque ya ni me cuestiono intentar entenderlas). Tuve un profesor, enjuto y con barba que se llamaba Isidro Moreno. Como profesor de matemáticas sería estupendo (algo que yo nunca llegué a descubrir, aunque todavía recuerdo los deberes de unas navidades en donde nos soltó un tocho de 200 folios en cuya portadilla se podía leer: "En estas navidades turrón y radicales") pero a lo que iba, como lanzador libre de tiza y borrador no tenía precio. Si te veía mirando las musarañas, algo habitual a las ocho de la mañana, desde la pizarra lanzaba la tiza con todas sus fuerzas hasta llegar al fondo de la clase y acertar con puntería en la frente del dormido. Lo del borrador era peor, puedo asegurarlo. Supongo que Isidro, si sigue dedicándose a la docencia, algo que no se, lo hará en un centro para menores en donde cumpla él también condena por "malos tratos" a sus alumnos.
A mi no me quedaron ni las marcas ni las secuelas de sus acertatados lanzamientos. Tampoco se resolver radicales...

08 junio, 2006 10:10  
Anonymous Anónimo said...

Isidro era genial. A mí no me dio clase por los pelos, no los de su barba, sino que se fue justo cuando yo llegaba a 8º. Profesores como él, como el padre Emilio (qué miedo!), Marutxa.... vamos, los que te ponían firmes, deben de ser el modelo a seguir de los profes de ahora, que están a la sombra de los deseos de los alumnos y sus padres.

Javier, mi madre también sería una maltratadora. Tenía un revés con la zapatilla que ya quisiera Nadal, y a pesar de todo no tengo traumas, ni soy acomplejada, ni tengo resquemor hacia la sociedad. Y quiero y admiro a mi madre. Qué rara soy no?

08 junio, 2006 11:58  

Publicar un comentario

<< Home