¡Coño!
Queridos amigos:
Coño es una palabra que me encanta porque es corta y contundente y, además, rima con moño y, de este modo, todo va de pelo. Coño es mucho mejor que, por poner un ejemplo, potorro que rima con morro y la cosa queda mucho más babosa. Coño es simplemente mágica, determinante, comodín y le saca a uno de muchos aprietos. Un coño a tiempo es un salvavidas en la tempestad, un oasis en la sequedad del verbo, la supervivencia del acorralado que, desnudo de argumentos, busca en coño la solución a su problema.
Dice uno: “¡Coño!” y se queda tan a gusto. Yo no sé por qué la incluyen tan injustamente en el redil de las malsonantes, con lo cálida que resulta al oído su resonancia gloriosa, como en bóveda de cañón, aún segundos después de dicha, llevando consigo el eco maravilloso de la calma final tras la discusión. Si yo fuera cura, la usaría con potencia tras el Evangelio:
-- “¡Se sienten, coño!”.
Yo les sugiero que hagan el ejercicio de repetir sin cesar, como en un bucle, esta hermosa palabra que es unisex, que no hace distingos de género ni de raza ni de religión: todo el mundo entiende coño, a todos desfoga y, además, tener coño en la boca es universalmente útil para situaciones ya descritas y otras tantas que, si fuera marca ACME, hacía tiempo que nos habría descubierto la Warner Brothers en los dibujos animados. Coño es la navaja suiza del diccionario: vale para todo.
Por eso afirmo que donde quepa un buen coño no hay sitio para falo, pene y Dios sabe qué otras palabrejas y palabros vacíos que, al principio, pueden dejar a un oponente tieso, pero su efecto se desinfla y ya no hay quien lo reanime. Con coño eso no pasa. Coño siempre está ahí, como digo, corto, sonoro y contundente. Coño es vida.
Repitan conmigo: ¡COÑO!
Así, coño, díganselo a su jefe, pero masticando la eñe: ¡Tate quieto COÑÑÑÑO!
O rozando la i latina, que queda más fino: ¡COÑiO!
¡Qué belleza! ¡Qué desfogue!
Estarán ustedes pensando que se me ha ido la cabeza al coño, desconcertados tratando de averiguar de dónde coño saco hoy mi pensamiento de todo a cien. No todo va a ser la filosofía y el pensamiento occipital, el trabajo, los problemas, el IBI (¡coño!), los fascistas que te llaman fascista y te agreden (o te matan) por decir lo que te da la gana, Hacienda (¡coñññññño!). A veces es muy necesario encontrar una evasión de estas pesadeces y coño se la ofrece: huyan por su poblado bosque, ¡corran!, que con coño se lo pasa uno muy, pero que muy bien.
La procedencia de mi coño es una foto real en la que SAR la Princesa Letizia se ha dejado llevar por el viento de la modernidad, mostrando el triángulo preciso de la sucesión, el de la continuidad de la monarquía, la triada origen de Doña Leonor, aunque pudorosamente guardado por unas bragas que, digo yo, serían de marca Princesa. Estos del marketing son listos pero ya rizan el rizo coñero: ¡patrocinar al aire para que salga su anuncio tapando un coño real! Es un poco rebuscado, pero muy original.
A SAR Letizia le tengo yo reconocido que, como mandan las reglas de la democracia, ha reforzado más que nadie la neutralidad de la corona en el hecho político. Ella sola ha conseguido que monárquicos y republicanos estén de acuerdo: todos la odian, coño. Pero a su Real Coño, además, se le debe otro punto de acuerdo: ¡qué braga más espartana! ¡Qué poco glamour! Si el Atlético de Madrid le debe a Fernando Torres una legión de pequeños nuevos adeptos, la causa monárquica chorrea seguidores que han descubierto que lo peor de la princesa estaba por ver. Y ya visto, digo yo: ¡coño! ¿por qué nadie mete mano en la braga de la princesa? ¡El asunto pide a gritos un asesor de lingerie! ¡Un jefe de la Casa Real experto en coño!. La modernidad de la monarquía ha quedado por los tobillos: las bragas populares de hoy asoman por arriba y son de hilo (dental) y no de esparto. Juan Manuel de Prada me dijo en una ocasión que las organizaciones anacrónicas tienen que seguir siéndolo o pierden su sentido y desaparecen, referido al matrimonio morganático de Felipe (o, quizá, lo decía por el celibato de los curas), pero la intimidad de la princesa no es anacrónica: es de cenobio.
El republicanismo en España gana adeptos, que sacuden banderas tricolores ante las reales caras de los príncipes (que, al verlas, si hubieran dicho ¡coño! se habrían sentido a salvo) y esto huele a que ya no lo arregla ni Jaime Peñafiel en tanga de leopardo.
Yo no sabía lo del coño real al viento hasta que lo vi en los dos minutos de mi vida, últimos, que he dedicado al programa de Wyoming en La Sexta, donde emitieron la foto ampliada a la zona de interés, como un mapa meteorológico del coño. Les voy a ser sincero: coño es un vocablo genial, pero no da para todo y lo que dijo el otrora ingenioso Wyoming en su monólogo no tuvo ni puta gracia. Quizá porque no se centró en coño, sino en braga que es la tela que censura, que tapa lo importante, y que rima con apaga (y vámonos, coño).
X. Bea-Murguía (Dame coño y dime tonto)
4 Comments:
Esto se trata de un Blog republicano no?.
¡No jodas!
Nada que acabe en ano.
Javier
COÑO!!!
Que acá en México, si la "republicana" foto hubiera sido de SAR(lol) Martha Sahgún, ya hubiese sido demandado por daño moral!!! Aunquel el daño lo hubiese recibido uno ante tal imagen.
¡Viva México, güey! Pero, la señora de Fox tiene pinta de gastar cuero y fusta, puntillas y liguero sin bragas, ¿no?
Javier
Publicar un comentario
<< Home