Apolonio de Tiana 210
Queridos amigos:
cuando estábamos convencidos de que nada más grave iba a pasar, aparte, claro está, del nuevo disco de David Bustamanta, dos de los grandes temas de esta BITÁCORA vienen a fundirse como el hierro y el carbono, como el mar y el cielo en la línea del h0rizonte, como Pluto y el ratón Mickey en la versión censurada de sus aventuras. Por cierto que este tipo de censura es incomprensible porque el ayuntamiento carnal entre el hombre y la bestia sí es una abominación execrable, pero las conyundas de un ratón de metro y medio y voy atiplada con un perro amarillo... Eso es el mundo mágico de Disney: pura fantasía.
Y es que esta mezcla de seguridad aeroportuaria con alerta sanitaria, cacareada una vez más por la ministra Salgado, que lo suyo es ya de psicofonía del palacio de Linares, me tiene abrumado. Tanto rollo con las bolsitas de plástico, los líquidos, los cacheos, los "quítese el cinturón" ("¡quítese usted el wonder-bra, no te jode!") y resulta que el polonio 210 cuela. Mecheros, no. Potitos de niño, tampoco. Cremas exfoliantes, ni de coña. Pero polonio 210, a tutiplén. Es para descojonarse de risa.
-- "Señor, le informo de que según la nueva legislación europeda, usted no puede pasar con líquido".
-- "No, buen agente, que esto no es líquido, que esto es un isótopo radiactivo".
-- "¡Ah! Bueno... En ese caso... Pase, pase".
Esto pasa por nombrar director europeo de seguridad aeroportuaria a Hommer Simpson. El resto de la historia ya la saben. Un espía ruso, de nombre parecido a Linimentov, come sushi en un japo de a talego y se pilla un entripado que lo deja al pobre doblado y con cara de Nosferatu después de haberle chupado la sangre a una prostituta con gonorrea. Sus últimas palabras fueron: "¡Qué fuerrrte viene el anisakis esta temporrrrada! Gospodi pomiloy. A ver si la ministrrrrra Salgado hace algo". ¡Y toma! Ya ni fumar, ni hamburguesas XXL, ni pescado fresco en los restaurantes. Les digo yo que esta señora impone el vegetarismo por ley... Y, después, los correajes y el bigote hitleriano.
Luego resulta que la British Airways ha paseado al tal polonio 210 por media Europa y ahora, lógicamente, cunde el pánico. ¿Y a quién saca el gobierno para apagar el fuego? A la Salgado, lógico también, la que nos ha dejado sin fuego desde el 1 de enero y que cuenta sus años de ministerio por alarmas sanitarias. Esta pobre mujer, entre que está flaca porque no come hamburguesas XXL y tiene esa lividez venérea que en el Renacimiento era tan apreciada pero que, hoy día, no le habría permitido pasar el corte en la Pasarela Cibeles (aunque quizá sí en la Pasarela Maputo), y los disgustos que le dan, cuando comparece en rueda de prensa, saca el transitor con las psicofonías y larga el mismo rollo:
Gripe del pollo: "No hay peligro para la población".
Es como un tic.
Neumonía atípica: "No hay peligro para la población".
Como un gesto automático.
Polonio 210: "No hay peligro para la población".
Como si ya ni escuchara las preguntas de los periodistas.
Chancro sifilítico: "No hay peligro para la población".
Al final siempre dice lo mismo.
Un cigarrito: "No hay peligro para la... ¡Eh! Ya está aquí el submarino de Philip Morris".
Estaría bien colársela así. Supongo que será cuestión de pillarla desprevenida, cosa que se me antoja imposible. Apuesto a que la Salgado duerme colgada de la viga del ministerio para ver si se le sube la sangre a los mofletes y coge una poca de color.
Si el año pasado me hubieran hablado del polonio yo, que soy un listo, habría dicho: "Querrás decir polaco". O, si me pongo cultural: "Querrás decir Apolonio". Ahora ya es vox populi que el polonio 210 es una cosa mala, remala que puede estar presente en las hamburguesas XXL, en la inmigración ilegal, en el whisky de malta y en los restaurantes japoneses (en los tubos de escape de los coches o en las chimeneas de las fábricas no está, que ya han hecho las pruebas pertinentes los de la industria farmacéutica). Cuando viajamos en metro, la paranoia es total. No nos quedan ojos para vigilar tanto movimiento sospechoso a nuestro alrededor: una mochila perdida nos hace temblar, un pato que estornuda nos los pone de corbata, un marroquí que mira taimado o un malnacido que fuma en el andén nos empuja a cumplir con la nueva obligación del ciudadano modelo, que no es pagar impuestos, sino denunciar al vecino (igualito que en las dictaduras). A este estado paranoico hay que sumar ahora un nuevo enemigo invisible, ante el que somos hormiguitas indefensas: el polonio 210 ha entrado en nuestras vidas. No ha faltado, se lo digo yo que de esto sé, quien ha salido a la palestra advirtiendo de que el polonio 210 es uno de los ingredientes secretos de los cigarrillos. Aquí el que no corre, tiene dolor de huevos.
Algo tan malo, remalo que tiene nombre de digestivo de bar de menú a seis euros:
-- "¿Quieren un chupito? Invita casa".
-- "¡Gracias, Manolo! Para digerir esto que hemos comido que parecía que el perrito se ha puesto malo, sácate un pacharán, un licor 43, un brandy 103 y un polonio 210".
O de expresión castiza para llevarse a la chai a la orilla del río:
-- "¿Echamos un polonio, chati?".
-- "Desde luego, Paco, qué salido estás".
A mí esto del polonio 210, que ha venido de las nubes gracias a la British Airways, me suena a la profecía de su homónimo, Apolonio de Tiana, que miró al cielo durante un eclipse y dijo al aterrorizado populacho: "Algo grande sucederá y no sucederá".
Pues eso. No corran. Ni vuelen, claro.
X. Bea-Murguía (P.P. significa Pepiño Publica)
Hoy, Santa Bárbara, que protege del acoso a los que fuman un poquito de polonio 210. Un poquito sólo, ¿vale? Felicidades y un beso.
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