lunes, diciembre 11, 2006

Los alcornoques, efectivamente, se plantan


Queridos amigos:

Lejos de la imagen que todos tenemos de la tierra marrón, seca y cuarteada, ese coñazo triste mediático que usan las autoridades y los ecologistas para que ustedes cierren el grifo mientras se lavan los dientes, Extremadura es un enorme campo de golf natural, una planicie verde sembrada de árboles y pequeñas charcas que haría las delicias de Tiger Woods. Por lo menos, en esta época del año. Aunque tengo que decir que si Woods se atreviera a asomar el jetuño por Cedillo, Cáceres, estoy convencido de que el Pescaílla del Guadiana le diría:

-- “Chacho, suelta el palito ese y agarra el zacho, que aquí no hemos venido a hacer chuletas sino joyos... Pero ¿qué guantecito me llevas, chacho? Anda, anda, cógete estos de currela que se te van a llenar las manos de ampollas”.

Y lo pondría a cavar y a beber vino de pitarra de la bota, que es una buena vara de medir para evidenciar el nivel urbanita del agricultor neófito, que es ese que se pone el jersey perdido de vino; o le esnocaría un cacho pan y le obligaría a comer queso sudado y chorizo de la tía Emilia (con lo que corrijo mi anterior error). En defensa del Pescaílla tengo que decir que a mí nadie me ha obligado ni a beber vino, ni a comer chorizo ni queso sudado.

Hemos ido a Cedillo, ese irreductible pueblo rodeado de campamentos de guardinhas sodomitas portugueses, que es la esquina de España, como pueden ver en el mapa, para comprobar in situ que, efectivamente, en Extremadura los alcornoques se plantan. El trabajo ha sido duro, sin duda, aunque lo hemos pasado muy bien y hemos vuelto muy relajados, tanto que podemos plantearnos montar un nuevo negocio antiestrés para ejecutivos. Tengo que confesar que yo el segundo día me lo hice más de topógrafo e intendencia, porque el primero me di una paliza a agachar la cerviz que, como diría Miguel Hernández, “por doler me dolía hasta el agujero del culo”. El progreso siempre trae sufrimiento, ya lo dice la Biblia, “A más ciencia, más dolor”, tal era mi empeño por renovar la técnica de la azada con un estilo mucho más contundente.

Quizá el clímax fue conocer al Pescaílla en su ambiente: todo un ingeniero clavando el zacho en el terruño cantando “Te voy a comprar unas bragas de agujeritos”, ese tema de hoy y siempre. Me pareció que se había enroscado tanto la boina que no le llegaba bien el riego, pero como estampa era de cartel de “Visite Cedillo, ¡corcho!”.

Como experiencia, me uno al voto de Hormon Wells: ha sido fantástica. Nos lo hemos pasado de miedo. Hemos tenido ratos de todo tipo, incluido un posible arreglo matrimonial del que puede que hablemos en el futuro, conversaciones barbudas con Gasparino y su colega (sobre todo, Hormon en su interés por la antropología hispánica), ratos de paz leyendo al lado del fuego, duchas frías, niños que se portan de lujo, Beatriz que se porta mejor todavía, el tigre Shere Kan persiguiendo a porrazos por la mesa a un león un poquito cabrón a las siete y media de la mañana, montando una jarana que parecía que el capataz les había entrenado para levantar a la peonada de la cama... Mando unas genuflexiones a la organización, que ha sido perfecta (había azadas, chorizo y vino para todos) y a todos los voluntarios allí presentes un poco de solidaridad agraria.

Pedro, Isabel, moito obrigado.

X. Bea-Murguía (el asunto del balseiro portugués, coa sua jangada, merecería una entrada aparte, así que déjenme que la rumie).

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Andrés ha sido el mejor con su guerra a Shere Kahn.

11 diciembre, 2006 17:04  
Anonymous Anónimo said...

Yo también doy las gracias a Isabel y a Pedro por este magnífico puente.
Voto por la entrada del portugués balsero. La espero con ganas.

11 diciembre, 2006 18:46  

Publicar un comentario

<< Home