miércoles, enero 31, 2007

¡Ay mi Paco! ¡Qué vergüenza!


Queridos amigos:

voy a contar un chiste que le va a hacer gracia a las mujeres.

-- ¡Pepa, Pepa! Que tu Paco se va tirando a todo el barrio.
-- ¡Huy, madre mía qué vergüenza! ¡Con lo mal que lo hace!

Hemos vivido tiempos mejores. Tiempos de respeto que hoy, quizá por la americanización de la sociedad, ya no lo son. Eran aquellos en que uno se vestía, por ejemplo, para ir al médico, que es un clásico de las madres:

-- Hijo, ¿adónde vas así? ¿Y si te pasa algo y tienes que ir a urgencias? ¡Qué vergüenza!

Como si lo estuviera deseando. Daban ganas de contestar:

-- Claro, mamá, me va a atropellar el 133 y voy a llegar a La Paz medio desangrado y preocupado porque tengo un palomino en los calzoncillos. No te apures, mujer, que si me atropella un autobús, nadie va a pasar vergüenza por mis calzoncillos porque no me va a reconocer ni mi madre.

A veces parecía un poco exagerado, pero visto ahora, desde la perspectiva privilegiada del tiempo, mi madre siempre tenía razón. De hecho, antiguamente los volantes de la Seguridad Social no eran como ahora, no. Antes decían:

El doctor y la doctora Sánchez tienen el placer de invitarles a su próximo

TACTO RECTAL

que tendrá lugar (D.m.) el día 23 de febrero, a las 16.15 horas,
en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid.

S.R.C.

Hombres, traje oscuro. Mujeres, vestido de cóctel.

Estarán de acuerdo conmigo en que aún subyace un rescoldo atávico en muchas mujeres que tiene que ver con esos tiempos pasados, como si la indumentaria del marido fuera una de esas tareas de género impuestas por la vida. En cierto modo, la frase "Yo, a mi Paco, lo llevo hecho un pincel" tiene bastante prevalencia. Es landista, pura y dura, es de película de Cine de Bodrio, pero todavía funciona. Mi mujer, y temo que lo que voy a decir ahora va a dar pie a una respuesta sin piedad por su parte, pero no me importa, me pasa revista todos los días antes de salir de casa. Yo me descojono porque ella, en el fondo, por muy moderna que sea, está preocupada por lo que pensará la gente de ella cuando me vean a mí mal vestido, ataviado con colores que no combinan (no voy a poner ejemplos, porque seguro que fallo). Me echa un disimulado vistazo de arriba a abajo y me dice:

-- Hoy vas muy guapo- con dulzura, amabilidad y beso.

O

-- Pero... ¿dónde coño te crees que vas así? -con los brazos en jarra y un rictus amargo en el rostro.

Supongo que es un atavismo femenino insuperable, por mucho que se empeñen. Yo, desde luego, no lo comprendo porque, es como el chiste, si su Paco se tira a todas las vecinas, pero es mal amante, del que hablarán mal es del tal Paco.

Sin embargo, en el modo de vestir hay un algo más que, a fuerza de repetirlo, mi madre sí me ha inculcado y que yo procuro, aunque no siempre tengo el buen gusto de mi señora, llevar a la práctica. Hoy la palabra respeto se ha vaciado de verdadero significado. El respeto no es una actitud pasiva, no tiene nada que ver con el "haz lo que quieras mientras no me afecte". El respeto a los demás debería ser todo lo contrario, un ejercicio activo, una práctica que tuviera que ver con la buena educación y no una ramificación de la desidia y el pasotismo (perdonen esta vena gabilonda que a veces me da). Yo he discutido mucho de esto con un amigo que decía:

-- ¿Qué más da cómo vayas a vestido a trabajar mientras seas productivo? -él trabajaba en una multinacional.
-- Entonces -contestaba yo-, ¿por qué no vas a currar en bañador?

Pero lo que me preocupa, en definitiva, del tomate en los calcetines de Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial, no es el indescriptible mimetismo que, de pronto, su indumentaria ha adquirido solidariamente con la de los hippies antiglobalización que tratan de denigrar la institución que él representa; tampoco la falta de respeto hacia los demás que supone descalzarse y lucir un agujero que no debe ser tomado, de ningún modo, como una metáfora del estado de cuentas del banco. Lo que me rompe el corazón es la que estará pasando su pobre madre, que seguro que no quiere salir de casa porque es la comidilla del barrio. ¡Pobre mujer! Ella que iba al puesto de la fruta con la cabeza tan alta por lo lejos que había llegado su niño y, ahora... O tempora, o mores.

X. Bea-Murguía

NOTA AÑADIDA A LAS 9.30 am
Esta mañana, después de escribir la entrada, me he duchado y, al ponerme los calcetines, me he dado cuenta de que uno de ellos tiene un tomate por el que cabe el mundo. Me he visto la planta del pie, como un foco de luz en la penumbra del hilo, y no he podido evitar sonreírme y sentir cierta clase de solidaridad con Paul Wolfowitz. Así que he decidido salir de casa con un tomate en el calcetín. Si alguno de ustedes me ve hoy y quiere que se lo muestre, lo haré encantado: será una especie de performance de H.Wells & X.Bea-Murguía.

Sólo espero que no me atropelle el 133: no soporto que mi madre pase vergüenza.

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15 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Nos guste o no, las cosas son así.
Os cuento una anécdota.
Hace un par de meses, mi chico, con el que comparto amor, alcoba, hipoteca, etc… se puso en nuestro pueblo una camiseta blanca que estaba arrugada a más no poder. Entramos al bar de siempre, y a los dos minutos de estar allí me dice el camarero, a mí, que si había visto la camiseta de mi chico, y lo dijo como diciéndome que no sabia planchar o algo así; porqué me lo dijo a mí… si el arrugado era él; buena gana de explicarle a este señor que mi chico tenía quince camisetas planchaditas, eso si, por él o por mí, y que justo se había puesto la del tendedero, mojada, con las pinzas marcadas y como un churro.
De todas formas, el problema es de él y no mío, pero creo que tol mundo pensó que mi madre y yo éramos unas guarris, por dejar a este niño salir así de casa.
XXI siglos y aún andamos asín.
¿Ves "mi chico", como me tienes que hacer caso cuando te digo lo de los “pegaos y conjuntaos”? al menos cuando vayas conmigo…
Martha

31 enero, 2007 12:24  
Anonymous Anónimo said...

Recuerdo, y esto va en serio, que cuando era pequeño y la familia se iba al aeropuerto, a buscar al tío de América, mi abuela me hacía ponerme la mejor ropa que tenía; vamos, que iba hecho un pincel. Y si me quejaba, la respuesta era de antología:
"Niño, que vamos al aeropuerto, que te van a ver los extranjeros"

Fdo Fadrique Trevijo, analista político en el noticiario de Sánchez Dragó

31 enero, 2007 12:42  
Anonymous Anónimo said...

JAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAAJA

Las abuelas sí que sabían

Javier

31 enero, 2007 12:58  
Anonymous Anónimo said...

Yo todavía no he superado el vestuario de la Primera Comunión. Pero que no se entere naide (por eso firmo con speudómino).


Angel Aveces

31 enero, 2007 20:51  
Anonymous Anónimo said...

Yo todavía no he superado el trauma del vestuario de la Primera Comunión. Pero que no se entere naide (por eso firmo con speudómino).


Angel Aveces

31 enero, 2007 20:51  
Blogger Elena Escobar said...

AGUJEROS EN LA ROPA.

Me puse mi camiseta preferida. Una polilla se había comido un trozo pero no me importó. Me gustaba yo a mí misma "con mi mismo sentimiento", que diría mi hija, que entonces era pequeña.

Su niñera, María Jesús, iba hecha un pincel. Teníamos entradas para el circo.

"Usted se puede vestir así, sin embargo yo tengo que ir perfecta si quiero que me respeten".

Me dio una lección.

P.S.: Desde hoy, soy fan vuestra. Ya os he puesto en "favoritos".

01 febrero, 2007 01:09  
Anonymous Anónimo said...

En fin yo tb tengo algo que confesar...hace siete años cuando me acababan de dar las llaves de mi casita, mi primer día "en mi propiedad" (bueno del banco), pues me levante me puse mi CHANDAL, comodidad y confort ante todo, y esperé al señor que me daba de alta el gas.....según llega pone en marcha la caldera, hace todo su trabajo y cuando termina le digo: donde hay que firmar?? y la respuesta del hombre fue firme: es la señora de la casa la que tiene que firmar...me estiré el chandal me arregle los pelos y le dije la señora de la casa soy yo. (yo lo quería achacar a mi juventud....pero la realidad era otra) Pero sigo poniendome mi chandal...eso si con zapatillas de deporte y sin pintar...un poquito de glamour y presencia!

01 febrero, 2007 07:09  
Blogger H.Wells y X.Bea-Murguía said...

Ay, ay, Rifris. Esperando al del gas en chandal, en habiendo bata de guatiné y rulos.

El del gas ignoraba que chandalismo es democracia.

Muchas gracias, Faserem, ya te tengo localizada, ya.

Javier

01 febrero, 2007 07:22  
Anonymous Anónimo said...

Rifris, te invito a unas cañas cuando quieras.
Eso sí, en chandal.

Gaitero

01 febrero, 2007 08:15  
Anonymous Anónimo said...

Acepto encantada, no hay nada como tomar cañas en chandal, cuando se te va hinchando la tripa por la cerveza no te aprietan los molestos botones y cremalleras!!! Chandal es moda como diría wells

Javier, no me tires de la lengua que podría contar una de bata.....pero tengo una reputación que mantener...

Pd.he de deciros que al del gas se le quedó una cara de poker que eclipsó en dos segundos la mía!!!

01 febrero, 2007 20:34  
Anonymous Anónimo said...

Yo estoy de acuerdo con Martha. En lo de los combinaos y los tomates no voy a entrar, porque hasta que no se le cure el daltonismo a mi marido la tarea de que vaya combinado a algún sitio va a ser imposible. Pero sí en lo de que la gente, cuando los "ellos" hacen algo, parece que somos nosotras las que les hemos inducido. Quizá porque Martha y yo sabemos que el tema pueblo va mucho más allá de la realidad, pero recuerdo en una ocasión en la que Javier (antes de ser estrella mediática) decidió con una caraja del 15 subirse al escenario en uno de los bailes más concurridos del pueblo. Estaba en su salsa, agarrando el micrófono y diciéndoles a los músicos qué es lo que quería cantar. Se arrancó con una de Los Rolling y al más puro estilo Mick Jagger (porqué sí, le imitó)se puso a cantar "The spider and the fly" que tras el "Tractor amarillo" quedó de lo más "conjuntado" para la ocasión. Si no vinieron 15 personas a decirme, a mi, que estaba toda tranquilita con mi chato al fondo del local: "Mira, Javier está cantando en el escenario", no vino ninguna. La peña lo flipa ¿Cómo no me iba a haber dado cuenta? Ya no solo por el nivel de decibelios sino porque medio pueblo vino a avisarme como si yo no estuviese allí como ellos para darme cuenta de lo que estaba ocurriendo o fuese ciega y sorda.

05 febrero, 2007 10:41  
Anonymous Anónimo said...

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