Una de soneto
Queridos amigos,
ganas me entran esta mañana de arrancarme a escribir sobre mi niñez. El catalizador de tanto recuerdo ha sido algo realmente extraordinario que he leído hace bien poco, que me ha envuelto en el aroma añejo de mi barrio, la Ciudad de los Periodistas, para volver a ver los partidos de fútbol en el parque, las carreras de chapas en el colegio, a los amigos de la infancia y, también, a los enemigos que entonces me aterrorizaban y que, hoy, hasta les tengo cariño. He sentido la ternura de mis primeras novias y la adrenalina de las putadas que hacíamos los primos Urgoiti en Murguía. Vamos, que me ha dejado tocadito y medio melancólico; plasta, en cualquier caso, pero mi tía no vive conmigo, no me gusta el té y no desayuno magdalenas y como mojando el cigarrillo en el café con leche, y esto es algo que viene señalado en todos los manuales de literatura, es imposible hacer flashback, que le den por el culo al tiempo perdido y a Marcel Proust que, además, era uranista y le molaba.
Muy, muy bueno (al viento le digo). Hay libros que pasan por ti y se quedan.
A cambio, eso sí, confesaré con no poca vergüenza que el maltrato recibido por más de un chica en la pubertad me empujó a escribir poesía, toda ella guardada en cajas de caudales cuya combinación es olvido, por más que meta la magdalena en el té hasta las uñas. Entiéndanme, hace mucho que no bajo tan profundamente a mi trastero, en cuya puerta, de tan difícil que es encontrar nada que valga la pena, salvo, quizá, "ceniza con sentido y polvo enamorado", he escrito en rojo: "Vosotros, los que entráis, olvidad toda esperanza". Tanto infierno dantesco es mucho: prefiero permanecer en el vestíbulo de los ignavos.
Me gusta la poesía hasta donde mi corta sesera es capaz de comprender y de ella, a falta de recursos técnicos para enjuiciarla, sólo valoro si me llega o no me llega. Nada más. Un solo verso, a veces, es capaz de dejarme perplejo entre una hojarasca de palabras marrones y crujientes y ya no hace falta más, ya puedo leer las líneas de dos en dos y de tres en tres.
Probablemente, la bala que más fuerte me ha dado, no sé si era un momento delicado, pero no es necesario, es el famoso verso de Cesare Pavese que, recitado por Blanco Vila en clase de literatura, lo recordaré siempre transportado en la voz de mi padre en italiano, como en la grabación de un curso de idiomas con sentimiento: "Verra la morte e avra i tui occhi" (más o menos, no me sean pejigueros que no pienso mirarlo en google), y en castellano: "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos".
Este mismo poema de Pavese, que yo les recomiendo, tiene un final de los que llegan:
Para todos tiene la muerte una mirada
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
será como dejar un vicio
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto
como escuchar un labio cerrado
Mudos descenderemos al abismo
Lo he escrito aquí de memoria, así que seguro que no está bien del todo, pero eso no me importa. Por supuesto, el último verso se refiere a mi trastero y, también, a mi más reciente obsesión que es el buceo.
Ya ven. La melancolía me pone plasta. Como no quiero que se vayan del blog hoy con el comecome de su infancia dando vueltas en el tarro como un murciélago a cubierto, les dejo con un soneto de Jesús Urceloy, robado de "Nadie nos toca los huevos", el blog que comparte con Antonio Romar. Tengo todos los permisos del copyright en regla y, por osado y por ladrón, el autor me ha premiado con unos besos en los muslos. Tienes ustedes el enlace a la vista. No dejen de visitarlo que merece la pena. Dice así:
Soneto Sadomasoquista nº 1
Sembró tu pipa, en fin, llámala porra,
mi adorada testuz y mi cabello,
fue tanta tu eficacia que hasta en ello
te sentí, dolorido, calentorra.
Me amarraste cruel en la mazmorra
y me hiciste cosquillas en el cuello,
y aún peor, me leíste a Claudio Coello,
que es pintor, no poeta, serás zorra..
Mas sospechando la sesión conclusa,
la paliza brutal, vi que tu blusa,
tus zapatos, tu bata...y hacía frío
se alejaban de ti, y ya en porreta
con la fusta girando en torno mío
me gozaste, y en fin, lo pasé teta.
¡Me leíste a Claudio Coello que es pintor, no poeta, serás zorra!JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ¡Es genial!
En la foto, el maestro Urceloy, tal cual es.
X. Bea-Murguía (pásenlo teta, háganme el favor).
ganas me entran esta mañana de arrancarme a escribir sobre mi niñez. El catalizador de tanto recuerdo ha sido algo realmente extraordinario que he leído hace bien poco, que me ha envuelto en el aroma añejo de mi barrio, la Ciudad de los Periodistas, para volver a ver los partidos de fútbol en el parque, las carreras de chapas en el colegio, a los amigos de la infancia y, también, a los enemigos que entonces me aterrorizaban y que, hoy, hasta les tengo cariño. He sentido la ternura de mis primeras novias y la adrenalina de las putadas que hacíamos los primos Urgoiti en Murguía. Vamos, que me ha dejado tocadito y medio melancólico; plasta, en cualquier caso, pero mi tía no vive conmigo, no me gusta el té y no desayuno magdalenas y como mojando el cigarrillo en el café con leche, y esto es algo que viene señalado en todos los manuales de literatura, es imposible hacer flashback, que le den por el culo al tiempo perdido y a Marcel Proust que, además, era uranista y le molaba.
Muy, muy bueno (al viento le digo). Hay libros que pasan por ti y se quedan.
A cambio, eso sí, confesaré con no poca vergüenza que el maltrato recibido por más de un chica en la pubertad me empujó a escribir poesía, toda ella guardada en cajas de caudales cuya combinación es olvido, por más que meta la magdalena en el té hasta las uñas. Entiéndanme, hace mucho que no bajo tan profundamente a mi trastero, en cuya puerta, de tan difícil que es encontrar nada que valga la pena, salvo, quizá, "ceniza con sentido y polvo enamorado", he escrito en rojo: "Vosotros, los que entráis, olvidad toda esperanza". Tanto infierno dantesco es mucho: prefiero permanecer en el vestíbulo de los ignavos.
Me gusta la poesía hasta donde mi corta sesera es capaz de comprender y de ella, a falta de recursos técnicos para enjuiciarla, sólo valoro si me llega o no me llega. Nada más. Un solo verso, a veces, es capaz de dejarme perplejo entre una hojarasca de palabras marrones y crujientes y ya no hace falta más, ya puedo leer las líneas de dos en dos y de tres en tres.
Probablemente, la bala que más fuerte me ha dado, no sé si era un momento delicado, pero no es necesario, es el famoso verso de Cesare Pavese que, recitado por Blanco Vila en clase de literatura, lo recordaré siempre transportado en la voz de mi padre en italiano, como en la grabación de un curso de idiomas con sentimiento: "Verra la morte e avra i tui occhi" (más o menos, no me sean pejigueros que no pienso mirarlo en google), y en castellano: "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos".
Este mismo poema de Pavese, que yo les recomiendo, tiene un final de los que llegan:
Para todos tiene la muerte una mirada
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
será como dejar un vicio
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto
como escuchar un labio cerrado
Mudos descenderemos al abismo
Lo he escrito aquí de memoria, así que seguro que no está bien del todo, pero eso no me importa. Por supuesto, el último verso se refiere a mi trastero y, también, a mi más reciente obsesión que es el buceo.
Ya ven. La melancolía me pone plasta. Como no quiero que se vayan del blog hoy con el comecome de su infancia dando vueltas en el tarro como un murciélago a cubierto, les dejo con un soneto de Jesús Urceloy, robado de "Nadie nos toca los huevos", el blog que comparte con Antonio Romar. Tengo todos los permisos del copyright en regla y, por osado y por ladrón, el autor me ha premiado con unos besos en los muslos. Tienes ustedes el enlace a la vista. No dejen de visitarlo que merece la pena. Dice así:
Soneto Sadomasoquista nº 1
Sembró tu pipa, en fin, llámala porra,
mi adorada testuz y mi cabello,
fue tanta tu eficacia que hasta en ello
te sentí, dolorido, calentorra.
Me amarraste cruel en la mazmorra
y me hiciste cosquillas en el cuello,
y aún peor, me leíste a Claudio Coello,
que es pintor, no poeta, serás zorra..
Mas sospechando la sesión conclusa,
la paliza brutal, vi que tu blusa,
tus zapatos, tu bata...y hacía frío
se alejaban de ti, y ya en porreta
con la fusta girando en torno mío
me gozaste, y en fin, lo pasé teta.
¡Me leíste a Claudio Coello que es pintor, no poeta, serás zorra!JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ¡Es genial!
En la foto, el maestro Urceloy, tal cual es.
X. Bea-Murguía (pásenlo teta, háganme el favor).
Etiquetas: Blanco Vila, Cesare Pavese, Jesús Urceloy, Literatura, Marcel Proust, poesía
4 Comments:
Este tio es un genio...
Una maravilla...admirable.
El gran Urceloy, hace tiempo que no lo veo (y mira qué es difícil porque parece un chalet de cuatro pisos).
Qué tío más grande.
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