Ana, hija, dame un par de hostias
Queridos amigos,
no es que mi hija Ana se mueva dentro de la tripa de su madre: es que boxea. Tiene un prodigioso baile de piernas y un uno-dos demoledor. Sé que van a pensar que son fantasías de padre, pero me da igual. Por la noche, cuando ya por fin hemos conseguido amordazar y atar a la cama a su hermano Rodrigo, que no se hacen ustedes una idea de la cantidad de veces que, armadísimo de paciencia, me cago para mis adentros en el puto conejito de Duracell, bajo al salón y coloco el jetuño sobre la tripa de Beatriz.
-- Ana, hija, que tu padre se va a ir a la cama. Lánzame unas manos.
Y Ana, zasca, un directo, pumba, un gancho de izquierda, plaf, un upper-cut, rediós, me somete a un castigo que me gana por los puntos. No me extrañaría nada que hubiera sorpresas en el paritorio:
-- Ha sido usted el feliz papá de un George Foreman.
No todos los felices padres reaccionarían bien en esta tesitura: imaginen que les dicen que su hijo recién nacido es negro.
-- ¿Un negro, doctor?
-- Sí, pero mire el lado bueno, hombre, es campeón del mundo de los pesos pesados.
-- ¡Ah! Bueno. Claro. Visto así...
-- ¡Enhorabuena!
-- Gracias... Supongo...
Además hay que aceptar a los hijos como vienen, sean como sean: que en la relación paterno-filial los colores de piel no casen no es un problema dermatológico, ni siquiera social, sino de óptica. Es una cuestión de enfoque que, como dice el doctor, todo tiene su lado bueno: a ver quién es el guapo que me sopla cuando baje al parque a pasear a mi George Foreman en su bugaboo.
Anoche, Rodrigo se había pasado con la dosis de azúcar, o yo que sé qué coño le pasaba, pero parecía un endemoniado. Se agitaba más que el culo de una bailarina de samba y las palabras, esparcidas en el vacío entre llantos fingidos (que ya no cuela, macho), le brotaban trémulas como si el camino de su cuarto estuviera lleno de baches y bandas sonoras.
Lo acosté y, como su madre me había castigado sin leerle cuento (con razón, no me quejo), todavía estuvo dando la tabarra una media hora desde su cama:
-- ¡Has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija!- gritaba.
Pero, al final, cayó rendido el angelito. No se hagan una idea falsa de él: normalmente es un niño muy bueno, pero Homero también descansa (digo yo).
Agotado, obsesionado como estoy, últimamente, con la hora en que sean dos baños, dos cenas y dos vete-a-la-cama-de-una-p-vez-me-cago-en-tu-padre, bajé al salón para, antes de irme yo a la cama, recibir el castigo de mi hija Ana, "Nudillos de acero".
-- Ana, hija, dame de hostias, bonica, que me piro a la cama- me encantan las mujeres con carácter fuerte. ¡Verán ustedes cuando salga ésta! A mi futuro yerno no le arriendo la ganancia. Se va a tener que casar con armadura.
Los hijos hacen lo que les da la gana, no lo que tú mandes, y algunos empiezan bien prontito. Pegué mi cara en la tripa de mi mujer, todo lo que mi napia me permite, y quise imaginar el eco grave de mi voz resonando lejano en su pequeño espacio como en una cueva y vi a mi hija Ana reconociendo el sonido de su padre e, incluso, por qué no, sonriendo. Estaba preparado para recibir mi ración de bofetadas, que nunca en mi vida me ha gustado tanto que me zumben la badana, cuando pude sentir en el carrillo, con total nitidez, como si no mediara mi mujer entre ella y yo, en vez de una ración de puño, una caricia de princesa.
Fantasías de padre, dirán ustedes. No me importa.
Tiré la toalla.
X. Bea-Murguía (¡Uf!, pensé, no es George Foreman).
no es que mi hija Ana se mueva dentro de la tripa de su madre: es que boxea. Tiene un prodigioso baile de piernas y un uno-dos demoledor. Sé que van a pensar que son fantasías de padre, pero me da igual. Por la noche, cuando ya por fin hemos conseguido amordazar y atar a la cama a su hermano Rodrigo, que no se hacen ustedes una idea de la cantidad de veces que, armadísimo de paciencia, me cago para mis adentros en el puto conejito de Duracell, bajo al salón y coloco el jetuño sobre la tripa de Beatriz.
-- Ana, hija, que tu padre se va a ir a la cama. Lánzame unas manos.
Y Ana, zasca, un directo, pumba, un gancho de izquierda, plaf, un upper-cut, rediós, me somete a un castigo que me gana por los puntos. No me extrañaría nada que hubiera sorpresas en el paritorio:
-- Ha sido usted el feliz papá de un George Foreman.
No todos los felices padres reaccionarían bien en esta tesitura: imaginen que les dicen que su hijo recién nacido es negro.
-- ¿Un negro, doctor?
-- Sí, pero mire el lado bueno, hombre, es campeón del mundo de los pesos pesados.
-- ¡Ah! Bueno. Claro. Visto así...
-- ¡Enhorabuena!
-- Gracias... Supongo...
Además hay que aceptar a los hijos como vienen, sean como sean: que en la relación paterno-filial los colores de piel no casen no es un problema dermatológico, ni siquiera social, sino de óptica. Es una cuestión de enfoque que, como dice el doctor, todo tiene su lado bueno: a ver quién es el guapo que me sopla cuando baje al parque a pasear a mi George Foreman en su bugaboo.
Anoche, Rodrigo se había pasado con la dosis de azúcar, o yo que sé qué coño le pasaba, pero parecía un endemoniado. Se agitaba más que el culo de una bailarina de samba y las palabras, esparcidas en el vacío entre llantos fingidos (que ya no cuela, macho), le brotaban trémulas como si el camino de su cuarto estuviera lleno de baches y bandas sonoras.
Lo acosté y, como su madre me había castigado sin leerle cuento (con razón, no me quejo), todavía estuvo dando la tabarra una media hora desde su cama:
-- ¡Has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija!- gritaba.
Pero, al final, cayó rendido el angelito. No se hagan una idea falsa de él: normalmente es un niño muy bueno, pero Homero también descansa (digo yo).
Agotado, obsesionado como estoy, últimamente, con la hora en que sean dos baños, dos cenas y dos vete-a-la-cama-de-una-p-vez-me-cago-en-tu-padre, bajé al salón para, antes de irme yo a la cama, recibir el castigo de mi hija Ana, "Nudillos de acero".
-- Ana, hija, dame de hostias, bonica, que me piro a la cama- me encantan las mujeres con carácter fuerte. ¡Verán ustedes cuando salga ésta! A mi futuro yerno no le arriendo la ganancia. Se va a tener que casar con armadura.
Los hijos hacen lo que les da la gana, no lo que tú mandes, y algunos empiezan bien prontito. Pegué mi cara en la tripa de mi mujer, todo lo que mi napia me permite, y quise imaginar el eco grave de mi voz resonando lejano en su pequeño espacio como en una cueva y vi a mi hija Ana reconociendo el sonido de su padre e, incluso, por qué no, sonriendo. Estaba preparado para recibir mi ración de bofetadas, que nunca en mi vida me ha gustado tanto que me zumben la badana, cuando pude sentir en el carrillo, con total nitidez, como si no mediara mi mujer entre ella y yo, en vez de una ración de puño, una caricia de princesa.
Fantasías de padre, dirán ustedes. No me importa.
Tiré la toalla.
X. Bea-Murguía (¡Uf!, pensé, no es George Foreman).
9 Comments:
No he podido resistirlo y le he leído a Mateo, aquí a mi vera, estudiándome la cara y agarrándome con su mano miniatura, el último párrafo de tu entrada de hoy. Por los manotazos que ha dado al aire y la sonrisa que yo llamaría más bien carcajada, está loco por conocer a Ana-Foreman. Vaya, me he pueso un poco moñoña acordándome de esos puñetazos aún dentro de la tripa. Qué gusto. Y qué ganas de ver a la pequeña Ana.
Que sepas que me he tenido que ir al baño a llorar por el blog de hoy joder cuando quieres te sales!!!
Se que estás deseando ser de nuevo papá. Me alegro principalmente por ti. Un besito a los cuatro
Pero qué bonito, Javi...pero antes de me presentes a tu niña, le pediré a Bea que le haga una buena campaña de comunicación a mi persona. No sea que cuando me asome a la cunita me hinche un ojo.
Besos
Van
¡Ay, Jika! Gracias. ¿Os queda algo de esa MARAVILLOSA pasta que hacéis? ¿Puedo ir un mediodía de estos a visitar a Mateo y a esa PASTA QUE TAN BUENA PINTA TIENE? Le echáis un poco de tomate(o) y yo ya con eso poco como... Si soy bueno, no eructo, uso los cubiertos, me peino y me echo colonia... ¡Andaaaaaaaaa!
Gracias, anónimo, pero no me lo digas mucho que me pongo insoportable.
A este anónimo que da besitos a los cuatro ya lo tengo yo fichado. Gacias, amigo.
Van, tú fuiste casi testigo directo de la rabieta de Rodrigo, así que puedes dar fe ¿verdad? No te preocupes, que tú en mi casa tienes un cartel buenísimo. Lo tenemos puesto en el salón y, cuando pasamos, le hacemos unas genuflexiones. Besos
Javier
Crónicas de la China cochina (II):
(A punto he estado, por la parte que me toca, a enternecerme yo también viendo a la pequeña...Ana -no sé por qué creí que era Nora- en su papel foremático, repartiendo caricias, que es lo único que podrá repartir la pobre, por mucho que el masoca de su padre confunda a la madre con la hija cada vez que aquella le da, muy merecidamente, por cierto, con el rodillo. Pero mis crónicas son reales, no poemáticas)
Ahora mismo estoy viendo al verdadero tesoro, al genio de la pagoda del Yang Bazar Oriental que tengo en la acera frente a mi ventana. Porque él es el verdadero tesoro, el churumbel, el heredero del señor Yang -¿se llamará así?-, el joven y apuesto chino que cimbrea la cintura de pura satisfacción, con el garbo con que lo hacía el mariquita de Gary Cooper en sus mejores cintas del Oeste. Su hijo primogénito es un personaje de leyenda en estos pagos del Barbanza galaico. Tiene cuatro o cinco años, es menudo, fuerte, descarado. Acaba de bajar del autobús del colegio y ya está en la acera firme y dispuesto a entrar en acción. Hoy no va a dirigir el tráfico desde el borde de la acera, haciendo sonar el silbato de guardia con todas sus fuerzas, que son muchas. Piiiiiiii.
Hoy le ha dado por una especie de trompetilla/matasuegras y trata de emular el toque de silencio de ¿Sinatra? ¿Clif? en "De aquí a la eternidad". A lo mejor los jóvenes no lo recordáis. Peor para vosotros.
Yo estaba oyendo a la Callas interpretando "La Traviata", en una grabación de 1953, y el chinito limon de marras me la ha mandado a hacer gárgaras, cosa bastante normal en una soprano de coloratura como la gran diva americana.
El chinito, que habla mandarín con su padre y galego con el resto de la humanidad, es un genio, no sólo por lo insoporable -los genios lo son- sino porque, además, es de una gran habilidad para cosa tan difíciles como, por ejemplo, vaciar de perras de máquina tragaidem del café de al lado, actividad en la que, supuestamente, son expertos consumados padre e hijo. Hasta el punto que, en cuanto los vecinos ven al dúo entrando gallardamente en el café, suponen -repito, suponen, por aquello de que no son reos sino sospechosos sólo- que van a dar el penúltimo golpe porque andan mal de calderilla.
Pero, en fin, así es el destino. Un viejo y lejano pariente por vía materna, más pariente de la realeza que manda callar al cunaguaro de Chávez que de los blogueros, decidió hacerse diplomático. Su primer destino fue China. Allí estuvo durante el famoso asedio a las legaciones europeas-¿recuerdan "55 días en Pekín" de Pierre Loti?- a primeros del siglo XX. Por eso, como decía el director italiano,"La Cina é vicina". Para mí es la fuente y la tierra nutricias. Por ellas me deslizo como el famoso cunaguaro, de la Llanura venezolana del Arauca,animal carnicero muy feroz, pequeño -no llega al metro- y de piel roja con manchas sobre el lomo y los costados... Con una cría de respetable ferocidead jugaba míster Danger, uno de los personajes más canallas de "Doña Bárbara", la novela de Rómulo Gallegos. (Perdón por la cuña culturaca. No volverá a repetirse. Lo mío es el chino mandarían). Tangtse-Jiang
¡Ay que ya te he calado! Mira qué rápido has aprendido.
Muy bonito, papá. Como siempre.
Lo de Nora se lo dejaremos para Joyce.
Besos
Javier
Ay, ANA, que nombre tan bonito,jajja...Javier menudo padrazo estas hecho!!!
Besos a los 4 y muchos ánimos para Bea que es la que aguanta los derechazos de la peque.
Ana
Ay, Ana, bonito nombre. Para gente con buen gusto, ¿verdad?
Te lo dice el segundo más guapo de los Bigardos (jajajajajajaja)
Un beso
Javier
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