martes, diciembre 11, 2007

Manejando el lenguaje simbólico con dos cojones


Queridos amigos,

como no ha nacido Ana, ni intención que hace la tía, seguimos en H. Wells & X. Bea-Murguía con la "Quincena del odio", así que no se corten y expresen aquí todo su odio que, como bien ha dicho Íbero en uno de sus acertados comentarios, es tan navideño como el amor. Juan, por ejemplo, le ha mandado recuerdos a Ana Obregón, de quien, al parecer, se acuerda mucho cada vez que corta leña. ¿Y usted? ¿De quién se acuerda cuando aplasta con la mano un bote de coca-cola vacío?

Lo mío de hoy va a ser un ataque a la espina dorsal, al meollo mismo de la navidad en España, cuyo misterio trinatario se compone de la loteria, anuncio de El Almendro y el Corte Inglés. Yo odio, con toda mi alma, al que ha compuesto la canción del Cortylandia. ¿Quién ha sido el sádico? ¿Leonardo Dantés? Llevo tres días con ella clavada en el hipotálamo, cantándola en cuanto me despisto...

Lo odio a muerte.



Ustedes vean qué horror. Lo primero que aparece en el Cortylandia es un oso polar. Pero, amigos, ¿qué cojones tiene que ver un puto oso polar con la Navidad? La Navidad, esa palabra de la que alguien, en algún siglo perdido en la historia, decidió borrar el TI de "NATIVIDAD" (como para fiarse de los Evangelios), es la celebración del nacimiento de Jesús en un paisaje que tiene más que ver con el desierto de San Gregorio que con el Polo Norte. ¿Qué cojones pintan unos pingüinos y un puto oso polar en un paisaje navideño? Nada, señor Cortylandia, nada de nada.

A no ser que usted pueda demostrar la genealogía de Favila con el rey Gaspar y que me esté intentando insinuar que el oso que se merendó a Favila era un oso polar, es decir, de Pola de Siero. Vale. Lo acepto. ¿Y el pingüino? ¿Qué relación misteriosa guarda la Navidad con la Antártida?

¡Ah! Claro: "A Belén pastores, a Belén pingüinos".

Luego los niños se hacen un lío... Y los padres también. Yo en mi vida he visto un Belén con pingüinos, pero si el señor Cortylandia lo pone será por algo.

Después, según avanza el trenecito de los cojones, que, además, va tan lento porque en cada viaje entran más adultos que niños y no puede con el peso, empiezan a aparecer personajes del señor de los anillos, elfos, trolls, enanos, Papá Noel, saludándote entre setas enormes con la caperuza roja y blanca. Y tú piensas: si hace quince años alguien me hubiera dicho que a mis 35 iba a estar sentado en un tren, a 5 km/h, saludando con la mano a David el Gnomo y a sus colegas por Navidad, yo habría contestado: no consumo hongos lisérgicos, gracias.

Pues ya ven. La realidad siempre supera al LSD.

Pero el culmen de todo este disparate del Cortylandia no es que el tren pase por delante del portal de Belén que piensas que la pobre Sagrada Familia no va a pegar ojo en toda la noche (entre las visitas y el expreso de medianoche). Al fin y al cabo, puedo aceptar este anacronismo porque, por lo menos, la Epifanía sí es parte de nuestra Navidad. No, lo peor es que, subido en un roca, en medio de todo el tinglado, presidiendo toda la escena antártica-tierra media-Epifanía, el señor Cortylandia ha plantado un enorme MACHO CABRÍO. Manejando el lenguaje simbólico, con dos cojones, señor Cortylandia. Con dos cojones. En el vídeo lo verán en el minuto con cincuenta y siete segundos.

En cierto modo, el Cortylandia de San Chinarro, en Madrid, es una buena muestra de lo que es la Navidad. Cuando eras pequeño, la Navidad empezaba el 21 de diciembre y terminaba el 8 ó 9 de enero. Veinte días de vacaciones, los regalos de Reyes... En fin... Lo peor era ir a misa y el frío de Murguía. Hoy la Navidad empieza en octubre, cuando todo el mundo lo dice: "Coño, ya estamos casi en Navidad". "Sí, de aquí a nada, los anuncios de colonia". "En el Corte Inglés ya ha empezado"... Y te pasas casi dos meses hablando y soportando la Navidad de las narices, que se hace largo, duro y empinado, como unas negociaciones de Zapatero.

Y cuando llega la Navidad, amigos, es un día... UNAS HORAS y se acabó. El 26, a currar todos.

Pues el Cortylandia es igual: te chupas una cola de dos horas con la cancioncilla clavada en el cerebelo y los pies helados y cuando, por fin, te montas en el trenecito, el trayecto enseña durante dos escasos minutos una Navidad de cartón-piedra más falsa que un duro de madera.

Que digo yo: si esto es el resumen de la Navidad, ¿por qué no lo dejamos?

Todo mi odio a Cortylandia. Vean el vídeo y si tienen niños, háganme caso: prometanles la Wii de Nintendo a cambio de NO ir al Cortylandia.

X. Bea-Murguía (mañana, si es que no ha nacido mi Ana, en la quincena del odio: el olor).

Uno que se ha pasado con los hongos lisérgicos toda la vida, pero... Un respeto, por favor... Rod Stewart & the Faces... Rechace imitaciones...

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6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Cortylandia, cortylandia, vamos todooos a cantaaaar, alegria en nuestras fiestas porque ya es Navidaaaad.
Cortylandia, cortylandia, vamos todooos a cantaaaar, alegria en nuestras fiestas porque ya es Navidaaaad.
¿cómo puedes odiarlo? Tiene un mensaje...
martha

11 diciembre, 2007 11:29  
Anonymous Anónimo said...

Se puede no odiarlo?

Javier

11 diciembre, 2007 11:41  
Anonymous Anónimo said...

Y todo eso, sin contar conque la Navida es un "refrito" de una celebración en honor al dios Mitra, que a su vez se aprovecharía de alguna celebración previa basada en los ciclos agrícolas, y que como todos sabemos, Jesucristo, de existir, nació en Septiembre del año 2 antes de Cristo.

P@#$ Navidad

11 diciembre, 2007 11:53  
Anonymous Anónimo said...

Yo estoy a favor de la Navidad,esta bien para reflexionar sobre el año y lo de los regalos tiene su punto,mucho mas cuando se es peque.

Ahora otra cosa es lo del año nuevo,yo celebro el Chino, en Febrero y la gente me falta el respeto.

11 diciembre, 2007 12:00  
Blogger Último Íbero said...

¿Hay un Cortilandia en Sanchinarro? Yo pensaba que el único e irrepetible era el de Preciados.

Por cierto hace dos años fuimos mi mujer y yo a verlo (para calibrar el acudir cuando la peque hubiese nacido), y la temática era "Nacimiento en el fondo del mar". Los Reyes Magos llegaban en submarino (amarillo, en efecto) y eran atendidos por un nutrido grupo de sirenas de pechos turgentes.

Y la plaza estaba llena a rebosar.

No hemos vuelto.

11 diciembre, 2007 17:59  
Anonymous Anónimo said...

Sirenas de pechos turgentes!!!!

Eso sí que es una Epifanía y lo demás son cuentos. ¿Alguna ninfa bailando desnuda en los alrededores?

Ahora, macho, ir a Cortylandia porque estás obligado por tu criatura, vale... PERO IR MOTU POPRIO... ¡Tiene narices!

Javier

12 diciembre, 2007 10:08  

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